Los precios del espectro radioeléctrico y sus desafíos

Una llamada móvil, un posteo en Facebook desde el celular y un pago con tecnología NFC tienen algo en común: todos dependen del espectro. No de un “espectro del anillo”, como los oscuros y sobrenaturales Nazgûl de las obras de J.R.R. Tolkien. Tales acciones cotidianas dependen de otro tipo de espectro: el espectro radioeléctrico.

Este recurso natural posee propiedades físicas que permiten el viaje de la información codificada por el aire, conectando nuestros dispositivos con las antenas y los centros de interconexión. Sin dicho recurso, estaríamos atados a múltiples cables de comunicación que harían de nuestra vida una experiencia poco placentera.

Por esto el espectro es un descubrimiento científico potente. Él hace que las comunicaciones móviles sean posibles. Imaginemos a Optimus, el robot de Tesla, haciendo sus famosos pasos de baile. ¿Alguien cree que lo hace por telepatía? No, es gracias al intercambio de datos por radiofrecuencia. Y lo mismo aplica a cualquier telecomunicación entre humanos y a máquinas conversando entre sí. Incluso, a estas con nosotros, seres de carne y hueso.

En cuanto al funcionamiento, el espectro actúa como una gran autopista digital aérea que requiere el pago de un “peaje” o contraprestación por transportar el tráfico de datos anualmente. Por fortuna, no somos nosotros, los ciudadanos de a pie, quienes pagamos directamente el costo. Son las telecos quienes se llevan la mano al bolsillo, año tras año, para pagar el espectro que utilizan sus redes, aunque esa cuenta después la traspasan al consumidor final de los servicios.

¿Cuánto cuesta un MHz?

Aparentemente, en la vida todo tiene un precio, incluso el espectro. Aunque éste sea un bien público declarado con toda solemnidad como una cosa abierta al disfrute de todos los habitantes de la nación. Y el valor del espectro no es precisamente bajo. Por lo menos hay dos maneras de tasar el espectro.

Desde luego, el valor fiscal es lo que estima el Estado al asignarlo (precio de subasta) a través del mercado primario del recurso. Enseguida, el valor comercial es lo que el mercado está dispuesto a pagar por él en una transacción comercial. Es decir, una cesión o transferencia al interior de lo que la literatura económica denomina “mercado secundario del espectro”.

En el último lustro, la “fiebre del megahertz” ha sido atizada por la frenética carrera de quién despliega primero la tecnología móvil 5G. Esto puede llevar a una guerra intestina de ciertas compañías respecto de una banda pivotante como es la de 3.5 GHz.

De hecho, los bajos instintos llevaron a algunas telecos chilenas a pujar con apoteosis en la licitación de 2021. Eso sí, más de algún adjudicatario —WOM, Entel y Movistar— quedó lamentándose del “mal del ganador”. Por lo mismo, el perdedor que quiso saltar a la cancha de los proveedores 5G, reciclando una concesión antigua para pretender entregar servicios de quinta generación, fue repelido con todas las armas del derecho por los ganadores.

Las impugnaciones en tribunales iban y venían. Long story short, la compañía Claro debió obtener una concesión en un segundo concurso 5G en 2024, luego de triunfar sobre Entel.

El precio del espectro en el mundo depende de muchos factores. Entre ellos, la banda de frecuencia, la tecnología móvil de moda, la demanda del mercado y, por supuesto, las reglas de la licitación.

En Chile, el concurso de espectro 5G de 2021 adjudicó a WOM el bloque de 20 MHz disponible en la banda de 700 MHz. La postura en la licitación de la telco violeta fue una dadivosa suma de 82 millones de dólares. De esta forma, el valor de 1 MHz en la banda 700 costó 4.1 millones de dólares. Nada mal para la recaudación fiscal, ciertamente.

En cambio, el mismo año se llevó a cabo el concurso de la banda de 3.5 GHz, con un ancho total de 150 MHz. Pero la recaudación fiscal fue más “modesta”, siendo aportada por los ganadores Entel, Movistar y WOM. Ella ascendió a 2.31 millones de dólares por MHz; casi la mitad que en la banda baja. Así es el mercado en sus jugadas; caprichoso, como siempre.

El problema del “doble pago”

Una vez enterado al fisco el precio del derecho sobre las frecuencias, las cosas se ponen un poco raras. Porque, en la mayoría de los países, las empresas no sólo deben pagar por el espectro cuando lo adquieren, también anualmente para poder usarlo. O sea, contribuyen en dos momentos.

No deja de producir una disonancia cognitiva, un ruidillo mental, que haya que desembolsar dinero para adquirir un bien y, además, para poder cosechar sus frutos. Es como adquirir una casa propia y seguir pagando el alquiler mes a mes. Lo normal es lo uno o lo otro: comprar o arrendar. Esto no suena un negocio muy lucrativo, pero las compañías parecen sobrellevarlo con cristiana resignación. Como la guagua no llora, es lógico que no consiga mamar.

Pero en este ejemplo habitacional, los defensores del “doble pago”, incluido el fisco, podrían argüir que el gravamen por el espectro se asemeja a las contribuciones de bienes raíces. Sería como el impuesto territorial que pagan periódicamente los propietarios de un determinado inmueble por el hecho de su tenencia, lo que es independiente del precio de compra.

La cuestión del “doble pago” no es sólo teórica. Recientemente, la región ha evidenciado algunos casos concretos que le ponen nombre y apellido a los efectos del elevado precio de las frecuencias.

En Costa Rica, el gobierno decidió reducir el canon de reserva del espectro 23 por ciento para el próximo año, a fin de no generar superávit en la recaudación fiscal.1 Por su parte, Movistar Colombia devolvió parte de su espectro en 2022, porque el costo y las prohibiciones hacían inviable la oferta de servicios rentables.2

En la misma línea, Telefónica y AT&T en México devolvieron espectro entre 2019 y 2022, debido a las altas cuotas anuales por los derechos de uso.3 En castellano, las radiofrecuencias estaban costando un “ojo de la cara”.

En Chile, WOM hizo lo mismo con frecuencias de la banda de 26 GHz. El motivo para renunciar a sus concesiones este 2024 fue que el costo no se compadecía con su delicada situación financiera que, en todo caso, parece estar viendo alguna luz al final del túnel.4

Pero hay más. La Contraloría General de la República descubrió que el regulador chileno no había cobrado a las compañías los derechos por el uso del espectro, encontrándose ellas en morosidad. La inacción administrativa ocasionó la acumulación de millonarias deudas por parte de las empresas en los últimos tres años. Según la auditoría, Movistar debe actualmente 8 millones de dólares; WOM, otros 8; ClaroVTR, 5 millones; y Entel, 1.5 millones de billetes verdes.5

En resumen, podría hacerse la lectura de que, frente a los elevados precios del espectro, los operadores optan por devolver las frecuencias al Estado o, en su caso, aceptar incurrir en situaciones de morosidad. Quizá existe un desafío de la política regulatoria para abordar el fenómeno del costo de las frecuencias.

La competencia bajo estrés

Los altos precios del espectro tienen otro efecto negativo: limitan la competencia o pueden desincentivarla de manera relevante. Si sólo las grandes empresas pueden costear las radiofrecuencias, dejan fuera a los actores más pequeños, quienes podrían innovar en la oferta de prestaciones o en llevar señal a zonas menos rentables.

Como resultado, la competencia “por la cancha” y “en la cancha” se vuelve una pelea de “perros grandes”. Los que pierden son los consumidores, que debemos lidiar con menos opciones en la oferta y, probablemente, con tarifas más altas.

La salida del aprieto no es tan clara. Una solución sería ajustar el precio del espectro a un nivel que permita una mayor participación de empresas, aunque esto evitando artificialidad en su valor. En este esfuerzo por generar mayor competencia, un análisis comparado o benchmarking con otros países puede ayudar a establecer montos competitivos y razonables. Tanto respecto del precio inicial de adquisición como del valor anual por el uso.

En la teoría, esto debería permitir que más empresas accedan al espectro. O, por lo bajo, que disminuyan los costos operacionales de los actuales incumbentes, cuyo ahorro puede traspasarse al usuario final. Porque, ¿sabe Dios cuánto de ese costo se ve reflejado en nuestros planes móviles?

En definitiva, cobrar por el espectro antes y durante no es injusto a priori; sin embargo, hacerlo en exceso sí podría serlo. Un precio razonable debería equilibrar la necesidad de recaudar fondos para el fisco con el incentivo para que las empresas inviertan y compitan.

Al final, las preguntas persisten. ¿Cuánto debería costar un MHz? ¿Más o menos de lo que las compañías están pagando hoy en día? ¿Provocará el RAN-sharing de espectro una disminución del valor del recurso natural? Las respuestas son parte del misterio que suele envolver a los seres espectrales…

1 https://dplnews.com/costa-rica-reduce-23-el-canon-de-reserva-del-espectro/

2 https://dplnews.com/telefonica-devuelve-espectro-en-colombia-debido-a-altos-precios/

3 https://dplnews.com/los-efectos-de-la-devolucion-de-espectro-de-telefonica-en-mexico/

4 https://dplnews.com/se-efectivizo-renuncia-wom-chile-a-concesiones-26-ghz/

5 https://www.ex-ante.cl/contraloria-detecta-graves-falencias-en-la-subtel-remite-antecedentes-al-ministerio-publico-y-al-cde/

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