AMLO y Tesla

Reforma

El presidente López Obrador (AMLO) declaró el lunes 20 de febrero que la planta de Tesla no se instalaría en Nuevo León por la falta de agua. Propuso, en su lugar, que se instalara en el centro-sur del país y mejor aún, cerca del AIFA. Esta es una estrategia muy usada por AMLO, que busca forzar a las empresas a hacer lo que él quiere, sea con presiones políticas, decretos o con la amenaza de negarles los permisos federales correspondientes.

El viernes 24 de febrero insistió que por la falta de agua en Nuevo León no permitiría la instalación de Tesla en Monterrey y señaló categóricamente que no se entregarían permisos para eso, o sea, “no es factible”. Esta supuesta preocupación por la falta de agua era una excusa, ya que diferentes organismos, incluido Agua y Drenaje de Monterrey, habían confirmado que el consumo de agua potable de dicha planta sería prácticamente inexistente, ya que la empresa usaría, como muchas otras en la región, líquido tratado.

Un par de días después, el domingo 26, apareció en este periódico que personas allegadas a la negociación aseguraron que Tesla no tenía plan B en México. Según la nota, “Las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador han llevado a que Tesla advierta que, si no tienen las garantías de los permisos para instalar y operar su planta en Nuevo León, entonces la instalará en Indonesia”.

La intención de AMLO era, con amenazas, presionar a Elon Musk (EM) para que cambiara el sitio de su planta en México. El problema es que el primer intimidador del país, que abusa de su posición para extraer concesiones de empresas (Constellation Brands y líneas aéreas de carga) y gobiernos (Estados Unidos con el general Cienfuegos), no tenía con qué intimidar al hombre más rico del mundo. No se conocen los detalles de la conversación entre ambos del lunes 27 de febrero, pero por el resultado se intuye su contenido.

Imagino que AMLO, con la amenaza de los permisos, intentó convencer a EM para que instalara su planta cerca del AIFA o en el sur del país, pero al no tener forma de intimidarlo, dobló las manitas, más si EM le reviró con el comentario de que si no se instalaba en Monterrey se iría a otro país. En ese contexto, no le quedó otra al presidente que anunciar el martes 28 de febrero que se instalaría en Nuevo León, alegando que se hicieron compromisos con la empresa para enfrentar el problema de escasez de agua, que desde un principio era inexistente. Es posible que, para calmar el berrinche de AMLO, EM haya aceptado estudiar la posibilidad de algunas otras inversiones, como una fábrica de baterías, en otras partes del país.

Lamentablemente para AMLO, las decisiones de inversión de una empresa privada se basan en la rentabilidad y no en los caprichos presidenciales. En efecto, la posible instalación de una fábrica de baterías estaba en función de que el gobierno mexicano equiparará los subsidios que recibe Tesla en EU, cosa que el secretario de Hacienda Rogelio Ramírez de la O negó categóricamente el viernes 3 de marzo, al señalar que “En el caso de las baterías, con toda claridad nos dijeron que la línea de baterías no estaba en su idea original y que solo estuvo en la idea secundaria porque fue a sugerencia por parte del gobierno mexicano (léase AMLO) para traer una planta de baterías. Sin embargo, cuando llevaron esa propuesta a Hacienda fuimos muy rigurosos porque… solicitaban… igualar los incentivos de la ley de reducción de inflación de Estados Unidos. (…) No los hicimos perder el tiempo pensando en que lo podíamos igualar.”

La moraleja es que los caprichos del presidente se toparon con EM, y qué bueno, porque ellos no hacen rentables los proyectos, como lo demuestran los barriles sin fondo que son el AIFA, el Tren Maya y Dos Bocas. Sobre esta última, es muy revelador un meme que circula en redes: “la inversión industrial más grande de este gobierno es la refinería de Dos Bocas, para producir gasolina, mientras que la inversión privada más grande es la fábrica de Tesla que producirá automóviles que no usan gasolina”.