5G sí, pero… nos falta…

Aunque algunos países han comenzado a desplegar redes 5G, sólo unos pocos se han centrado en continuar con el desarrollo masivo del mercado móvil evolucionado la base de clientes en tecnologías 2G y 3G de forma tal que se consiga una base de infraestructura que garantice el éxito de la implementación de la tecnología 5G, tal y como se desprende en la siguiente figura.

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Fuente: Telegeography.

Efectivamente, como se muestra en la figura, en la actualidad 3G es la principal tecnología de acceso a banda ancha móvil de la región; sin embargo, la tecnología 4G ha experimentado un gran crecimiento durante los dos últimos años, reflejando la migración de los consumidores hacia servicios 4G. No obstante, la realidad es muy diferente entre unos países y otros, como se aprecia en la siguiente gráfica:

Fuente: Telegeography y GSMA.

Esta situación lleva a que en la actualidad exista una brecha entre las velocidades medias. Por ejemplo, mientras que la velocidad media de un consumidor de la OCDE es 15.2 Mbps, en la región de América Latina la media de velocidad de un consumidor tipo es de 4.9 Mbps.

De hecho, si observamos qué países están en la cabeza del potencial despliegue de 5G veremos, según se muestra en la siguiente figura, que todos ellos tienen un denominador común: ¡fibra!

En consecuencia, para entender qué tan rápido nuestra región podrá evolucionar hacia 5G tenemos que analizar el grado de desarrollo del despliegue de fibra, dado que el futuro del móvil es el fijo…

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Fuente: Telegeography.

Como podemos observar, en la región las tecnologías más utilizadas son el cable y DSL, y si bien los servicios de fibra han aumentado considerablemente, aún estamos lejos de alcanzar los niveles de los países que están a la cabeza de la carrera por 5G.

De acuerdo con Arthur D. Little, se podrían identificar distintos modelos de despliegue dependiendo del uso que eventualmente se haga de la tecnología 5G y los gobiernos deberían ser conscientes que los operadores tendrán que realizar inversiones con distintas dimensiones. Por ejemplo, los operadores tendrán que desarrollar un ecosistema de aplicaciones que supone la necesidad de realizar alianzas estratégicas con proveedores de contenido y de software que les permita atender las necesidades de los usuarios finales.

Para lo cual, y debido a la densificación de las infraestructuras por el crecimiento de datos, será necesario adquirir nuevo espectro. Y aquí es que los gobiernos tienen que encontrar un equilibrio entre el precio a pagar por los distintos bloques y las obligaciones de cobertura. Efectivamente, la lógica económica nos dice que hay un trade off entre el precio que los operadores están dispuestos a pagar y el volumen de obligaciones de cobertura y calidad que se quiere imponer como parte de la licitación.

Dejar a un lado una estrategia recaudatoria es buena noticia no para los operadores sino para los usuarios finales, y fijar obligaciones de cobertura y calidad será bueno en la medida en que esté coordinado con el plan de conectividad que, como parte de la estrategia del país, se defina. Es importante tener en cuenta que a veces más, es menos…

Pero adicionalmente a lo anterior, y como hemos puesto de manifiesto anteriormente, también será necesario realizar un esfuerzo inversor muy significativo en infraestructura, por una parte, para lograr aumentar la cantidad de fibra y, segundo, para aumentar la capilaridad en un esquema donde el número de antenas va a aumentar exponencialmente debido tanto a la banda de frecuencia que se pretende usar para la prestación de servicios pero también debido al uso intensivo que el tráfico de datos va a estar haciendo de la red.

Para lo cual, también será necesario mover a los usuarios que aún están en 2G a tecnologías superiores a través de la masificación de terminales inteligentes que permitan cuando menos mantener los niveles de ARPU en un contexto de creciente competencia motivada por la entrada de nuevos actores al mercado.

De acuerdo con un estudio reciente del gobierno australiano, 5G contribuirá de forma significativa a mejorar la productividad de los países, en particular, se espera que se consiga un aumento del PIB per capita de entre 1,300 a 2,000 millones de dólares durante los primeros diez años del despliegue.

En este contexto de nueva ola de inversiones, la compartición de infraestructura ha de convertirse en uno de los componentes clave de cualquier esfuerzo de política nacional. La compartición de redes de fibra, especialmente en las zonas rurales, puede hacer más sostenibles los modelos de despliegue de acceso a banda ancha, gracias a:

•     Reducción de los costos de despliegue de red y de los costos operativos. Además, la compartición permitiría acelerar el tiempo de comercialización, con impactos positivos en los costos y precios del servicio, y en la rentabilidad del operador.

•     Impacto positivo sobre la huella de carbono debido a menores duplicidades de red.

•     Aumento de la competencia, y mejora la prestación del servicio debido a los incentivos que se generan para que los operadores extiendan sus redes a áreas que anteriormente no tenían servicios.

Sin embargo, para lograr un aumento de la digitalización que lleve a un uso masivo de los servicios que la tecnología 5G conlleva, supone una serie de acciones con distintas dimensiones por parte de los gobiernos, reguladores y actores de la industria, como se pone de manifiesto en la siguiente figura.

Teniendo en cuenta lo anterior, la cuestión quizás a plantearnos como región no es tanto cuándo llegará 5G sino cuándo empezaremos a implementar muchas de las acciones que se describen en la figura y que resultan críticas para el éxito de la digitalización de nuestros países.