Una nueva era, la Edad Digital

Desde la prehistoria, que termina con la aparición de la escritura, pasando por la edad antigua con la caída del imperio romano, la Edad Media con el descubrimiento de América, la edad moderna con la Revolución Francesa y hasta llegar a la edad contemporánea, han sido constantes tres elementos importantes: la existencia de imperios, la aparición de nuevas tecnologías y la interacción entre las personas.

Hoy en día, es evidente que estos tres elementos están ocurriendo, pero con una diferencia sustantiva, y es que las tecnologías avanzan a una velocidad nunca antes vista y en una realidad que se extiende más allá del mundo físico hasta otro completamente virtualizado, que está en constante expansión, donde aún no está bajo el control absoluto de nadie y en donde se está construyendo la nueva edad de la historia.

Para contextualizar, la empresa PwC, en un reciente estudio sobre el impacto económico de 5G en un grupo de industrias, prevé hasta un total de 1.3 billones de dólares del PIB global a 2030. 

El sitio web Statista determina en el escenario más pesimista a 2030, un mercado de hasta 1.9 trillones de dólares en el metaverso. 

Además, un estudio de Canalys estima en 223.8 billones de dólares de inversión en ciberseguridad en 2023.

Finalmente, acorde a Mckinsey & Company, en el campo de la Inteligencia Artificial (IA), con 63 casos de uso de IA generativa, se podría añadir el equivalente de hasta 4.4 billones de dólares a la economía mundial. En resumen, el peso del imperio ciberespacial es enorme, creciente y acelerado.

En agosto de 2021, publiqué el artículo denominado “Un nuevo modelo de desarrollo digital”, en el cual hacía referencia a la importancia que revestirían las tecnologías 5G, IA y ciberseguridad, para lograr un sistema de evolución del país basado en el conocimiento e innovación y la adopción de tecnologías de manera inclusiva y equitativa.  

En aquel momento, estás tecnologías estaban en etapas de evolución incremental; pero hoy, poco más de dos años después, su incidencia en la humanidad y su futuro son inmensamente más tangibles y están marcando las bases de la nueva época, basada en datos, algoritmos y sistemas digitales. 

Este rápido cambio de circunstancias presentan la incógnita coyuntural de encontrar el “cómo” alcanzar una estrategia equilibrada y contundente que permita que organizaciones globales construyan acuerdos internacionales, para que los gobiernos puedan generar políticas públicas nacionales y aplicar acciones regionales, en cuanto al uso de dichas tecnologías de forma transversal para enfrentar los mayores desafíos de la humanidad, como la mitigación del calentamiento global, reducción de la pobreza, solución de conflictos internacionales y el aseguramiento de acceso a la educación, agua y alimentos.

Para entender el paradigma actual, es esencial comprender que las tecnologías emergentes que están provocando este cambio de época tienen una naturaleza funcional que se puede resumir como la consideración de los datos como insumo primario para que los algoritmos puedan ejecutarse apropiadamente en unidades de procesamiento cada vez más poderosas y cuyos resultados requieren de grandes capacidades de almacenamiento en nubes digitales que permitan su seguro resguardo, integralidad y ágil acceso, con una alta demanda de energía, deseablemente a futuro proveniente de fuentes renovables. 

Un primer paso hacia este entorno es la disminución de brecha de acceso a la tecnología. El Informe sobre Conectividad Mundial 2022 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, menciona que se debe cerrar la brecha de cobertura, ya que “a pesar de que 95 por ciento de la población mundial ya está dentro de la zona de cobertura de una red de banda ancha móvil, hay al menos 390 millones de personas que no tienen posibilidad de conectarse a Internet”, debido, entre otros, por altos costos, falta de dispositivos o competencias digitales. 

Todo esto, paralelo a otra realidad dispar, en la cual acorde a la organización 5G Americas, la tecnología 5G superará a LTE 4G en más de 2.500 millones de conexiones en su primera década, totalizando los 8.000 millones en 2028.

Igualmente, tenemos el reto de desplegar infraestructura, crear marcos regulatorios, desarrollar capacidades técnicas y afianzar mecanismos de apoyo internacional, debido a que el ciberespacio presenta un territorio en fragmentación con un constante peligro de ciberdelincuencia, ciberterrorismo e incluso guerras híbridas que han convertido la ciberseguridad en un verdadero riesgo para las personas, organizaciones y países. Incluso, así plasmado por el Foro Económico Mundial dentro del mapa global de riesgos de 2023. 

Definitivamente, un tema que merece atención particular es la Inteligencia Artificial, pues a mi criterio es el hito que marcará el inicio de una nueva era, la Edad Digital. 

Y es que su avance exponencial actual, colmado de hipótesis y especulaciones de todo tipo, han creado un desafío para la humanidad y una competencia mundial casi inédita por lograr “controlar” su desarrollo, potenciar sus beneficios, disminuir sus riesgos y “evitar” un desplazamiento de los seres humanos.

A pesar de que la existencia de la IA data de muchos años atrás, la masificación de ChatGPT vino a apurar el mundo en los últimos meses, con una fuerza política, técnica e inversión realmente sorprendentes.

Destacan cinco hechos que han sucedido en las últimas semanas, que revelan la importancia planetaria que conlleva la inminente necesidad de trabajar en conjunto para abordar responsablemente una tecnología que, visualizamos, podría incluso superar muchas capacidades y tareas humanas.

En primera instancia, el G7 como parte del proyecto Hiroshima AI Process, publicó un código de conducta para las organizaciones que desarrollan sistemas avanzados de IA. 

El fin de este insumo es buscar que se dé un trabajo conjunto de identificar, evaluar y mitigar riesgos a lo largo del ciclo de vida de la IA, considerando, entre otras cosas: la compartición de información, gestión de riesgos, desarrollo de normas y técnicas, identificación de vulnerabilidades, además de la adecuada protección de datos y propiedad intelectual.

Un segundo evento, fue el resultado de la cumbre de 28 países efectuada en Gran Bretaña, con la firma de la denominada “Bletchley Declaration”, donde China, Estados Unidos y países de la Unión Europea acordaron cooperar en el proceso de atender los potenciales riesgos de la IA. Resultado catalogado por el primer ministro británico Rishi Sunak, como un factor que “inclinaría la balanza a favor de la humanidad”.

Seguidamente, el presidente de Estados Unidos dictó un hito, con la firma de la Orden Ejecutiva para regular el uso de la Inteligencia Artificial, considerando los aportes de empresas líderes para alcanzar nuevos estándares de seguridad y temas relativos al manejo y protección de datos. En este acto, el presidente Biden manifestó de manera categórica la necesidad de “promover y exigir una innovación responsable”. 

Igualmente, la UNESCO ha mantenido un liderazgo en gestión de acciones para el uso ético de la IA, que plasmó con la “Declaración de Santiago para promover el uso ético de la IA en América Latina”, reafirmando las capacidades que tiene esta tecnología en la transformación de los modelos de desarrollo, para que sean más inclusivos, productivos y sostenibles; mientras se mantenga una regulación ética y pensada en el ser humano.

Finalmente, surgió la primera normativa en la Unión Europea en la cual se categorizan los riesgos de la Inteligencia Artificial, buscando un equilibrio entre protección a las personas y el impulso a la investigación y desarrollo de esta tecnología.

Estamos cambiando hacia la Edad Digital. Se han transformado los modelos en los cuales interactuamos en un mundo hiperdigitalizado.

Debe  entenderse que estamos frente a un cambio de época y que es imprescindible construir puentes de cooperación internacional, estrategias nacionales y planes de acción regional; todos  con una visión clara de las variables críticas de éxito, tales como formación de talento y educación, promoción de la innovación, regulación apropiada, impulso a la adopción tecnológica, construcción de infraestructura y fortalecimiento de la relación público privada. 

El reto es complejo pero fascinante. Estamos ante la encrucijada de ingresar a esta nueva época, con la determinación de acrecentar el pensamiento y conocimiento humanos de la mano de la tecnología, teniendo presente los riesgos y oportunidades existentes. 

Sin embargo, deberá privar la ética, la cooperación, el trabajo global y, lo más importante, la búsqueda constante de áreas de alto impacto que mejoren las condiciones de vida de las personas con equidad.

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