México ha sido, sucesivamente, un país minero, agrícola, manufacturero y ¿creador de tecnología? Al menos en tecnología financiera (Fintech) durante los últimos 20 años hay pruebas de que sí.
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A seis años de la Ley Fintech, México cerró 2024 con 803 fintechs locales, según el IX Finnovista Fintech Radar México, que Finnosummit publicó el 25 de febrero. Aunque el crecimiento se estabilizó y creció tan sólo 4 por ciento respecto al año anterior, o tuvo una adición neta de 30 empresas frente a 2023, muy inferior a las 123 que se sumaron de 2022 a 2023 o a las 138 de 2021 —el mejor año para la industria en México y América Latina— a 2022.
Eso, sin embargo, no es una mala noticia. Hay que ver el otro lado: según el mismo informe, las fintechs mexicanas tuvieron un crecimiento anual compuesto del 22 por ciento en los ingresos en el periodo 2021-2024 y de 31 por ciento en el último año. Eso refleja una macrotendencia, que no sólo se refleja en México, sino que es fractal a toda la región: la del paso de la fase de hipercrecimiento —tanto verticalmente, en el número de clientes, como horizontalmente, en el número de empresas— a la de la consolidación. Los fundadores han dejado atrás las ‘métricas de vanidad’, como el número de empleados o de oficinas en distintos países para expresar el éxito de una startup, para enfocarse en la eficiencia.
México se consolida así como el segundo mercado fintech más grande de América Latina —sólo después de Brasil, concentra un quinto (20.14%) de las empresas del sector y el país lusófono roza una cuarta parte (23.53%), según estimaciones de Finnovista y el BID—; o el primero de Hispanoamérica, en caso de que considere a Brasil ‘un continente aparte’ y esa comparación le parezca injusta.
El ratio respecto a las fintechs reguladas —en México les llamamos fintechs a las Instituciones de Tecnología Financiera (ITF) autorizadas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV)— es de 10 a 1: tal como recordó el presidente de la CNBV, Jesús de la Fuente, desde la primera autorización de una fintech en diciembre de 2020, cuatro años más tarde, el país cerró 2024 con 84 ITF, de las que 57 son Instituciones de Fondos de Pago Electrónico (IFPE) y las 27 restantes, Instituciones de Fondeo Colectivo (IFC) o de crowdfunding. La primera de ellas fue, precisamente, NVIO Pagos México, la entidad regulada de Bitso.
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El 28 de febrero, Felipe Vallejo, director Global de Asuntos Regulatorios y Corporativos de Bitso y, desde el 1 de enero, director general de Bitso México, inauguró el Fintech México Festival (FMF) 2025, organizado por la Asociación Fintech México, que preside. Mientras que Daniel Vogel, cofundador y CEO de Bitso, participó en una conversación con Nigel Morris, cofundador y socio gerente de QED Investors. Ambos fueron dos de los mayores promotores de la Ley Fintech desde la iniciativa privada.
11 días antes, Vallejo participó en el relanzamiento de la marca Hecho en México que, a diferencia de las ediciones anteriores, ya no sólo incorporaba productos manufacturados o industriales, sino ahora también productos de tecnología, y sobre todo, de tecnología financiera, o Fintech. Vallejo no fue el único representante del gremio: entre las decenas de empresarios, cantantes, deportistas, artistas y funcionarios, también estuvieron Adolfo Babatz y Marlene Garayzar.
Y sí, Bitso, Clip e Stori fueron hechas en México. Fundadas por mexicanos y extranjeros, pero en México. Con inversionistas nacionales y extranjeros, pero en México. Con talento nacional y extranjero, pero en México. Con oficinas y centros de desarrollo en diversos países y en México, aunque todas tienen sus headquarters en el país.
Bitso nació en 2014: el 7 de abril, ‘Paco’ se registró en lo que entonces era un exchange mexicano de Bitcoin y se convirtió en el primer usuario de Bitso, la plataforma fundada por Pablo González y Ben Peters. En aquel entonces, el precio de Bitcoin aún no superaba la barrera de los mil dólares y el término unicornio estaba apenas estrenándose: la inversionista ángel Aileen Lee lo acuñó en 2013 en un artículo en Tech Crunch. Para entonces identificó 39 empresas estadounidenses de software valuadas en mil millones de dólares, que conformaban su club. Al año siguiente, Daniel Vogel se integró como socio de González y Peters y cofundador de Bitso.
Pero la historia Fintech en México no comenzó en 2014, sino una década antes, precisamente en 2004, desde el ámbito público, el Banco de México lanzó el SPEI, el sistema de pagos electrónicos interbancarios, pionero en las transferencias digitales en tiempo real en el mundo. En 2004 también Juan Carlos Viramontes fundó Mercadotecnia, Ideas y Tecnología (MIT), considerado el primer agregador —diez años antes de la ley que creó la figura—, una empresa que comercializaba terminales punto de venta (TPV) y en 2021 fue adquirida en su mayoría (70%) por Santander.
Así, al igual que en Estados Unidos —PayPal es considerada la ‘primera fintech’ y el ecosistema que detonó, su mafia o efecto multiplicador, sigue dominando el mundo tecnológico hasta nuestros días—, la innovación financiera en México comenzó por el lado de los pagos. Luego, siete años más tarde, vinieron Héctor Cárdenas, que en 2011 fundó Conekta junto a dos canadienses, Leo Fischer y Cristina Randall; Vicente Fenoll con Kubo Financiero, y un año más tarde, en 2012, Adolfo Babatz, que había salido precisamente de PayPal, comenzó a maquinar lo que hoy es Clip con Vilash Poovala. Resulta curiosa la historia de Cárdenas y Babatz, porque ambos recuentan que por aquellos años caminaban por la Condesa buscando adquirir sus primeros clientes. A Bitso también lo une este topónimo, ya que, como recuerda Vallejo, inició en una casa en Francisco Márquez, dentro de la colonia. Y así se cierra el círculo.
Para 2020, Finnovista documentó que el 70 por ciento de las startups fintech tenía sus operaciones principales en la Ciudad de México. Por ello, la secretaria de Desarrollo Económico, Manola Zabalza, dijo en la inauguración del FMF 2025 que la ciudad estaba posicionada para ser el ‘epicentro del ecosistema Fintech en Latinoamérica’. De nuevo, si considera a Brasil aparte, sí.
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Pero no todo es la capital. En el mismo 2012, Adalberto Flores comenzó Kueski y Alejandro Guízar Billpocket, un BNPL y un agregador, ambos en Guadalajara.
Cuatro años después, comenzaron las soluciones directas al consumidor, aparecieron los primeros neobanks: Ángel Sahagún, oriundo de Yucatán, fundó Albo en 2016, la primera cuenta con una tarjeta totalmente digital.
Luego, en 2018, desde Monterrey, y con un cofundador uruguayo (Maximiliano Casal), llegó Nowports, fundada y comandada por Alfonso de los Ríos, desde entonces, que aunque no es estrictamente fintech, es más bien logitech, por ser una startup y luego unicornio de logística, sí desarrolló un componente financiero importante para atender la realidad mexicana primero y, latinoamericana después.
Klar e Stori, ambas que compraron sofipos y escalaron sus operaciones digitales, datan de 2019. Sus equipos están conformados por mexicanos (Stefan Möller y Marlene Garayzar) y extranjeros (Gianluigi Davassi y Bin Chen, Sherman He, Nick Chen y Gy Liu, respectivamente). Adalberto Flores, Alfonso de los Ríos, Stefan Möller y Marlene Garayzar forman parte del Consejo Honorario Promotor de Hecho en México.
Altagracia Gómez Sierra, la coordinadora del vínculo del gobierno con los empresarios, dijo en la inauguración que las fintechs son un ‘pilar fundamental’ para cumplir los 13 pilares del Plan México, presentado por Claudia Sheinbaum, y hay oportunidades para ellas en todos los sectores estratégicos del país. Una de sus metas es dotar de financiamiento al 30 por ciento de las pymes para 2030. Además, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Francisco Cervantes, anunció la creación de un nuevo Grupo de Tecnología Financiera al interior del CCE.
En el transcurso de estos últimos seis años, muchas cosas pasaron: Bitso, Clip, Stori y Nowports se volvieron unicornios. Billpocket fue adquirida por Kushki, Conekta le vendió OxxoPay a Digital@FEMSA, hoy Spin, y Santander adquirió el 70 por ciento de MIT. Bitso se expandió a Colombia, Brasil y Argentina. Incluso Clip e Stori levantaron megarrondas (superiores a 100 millones de dólares) en 2024 que reafirmaron su valuación. Hoy la sola marca de Clip vale 983 millones de dólares, según reveló Kantar la última semana; mientras que Stori oficializó llegada a Colombia el último año.
Por eso Finnovista habla de consolidación, porque, aunque aún faltan las salidas, ha habido fusiones y adquisiciones en el ecosistema.
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Corte a: los 50 millones de usuarios que la industria fintech estima que tiene en el país, la internacionalización de las empresas y la profundización en el propio mercado mexicano, donde aún persiste una enorme cantidad de personas y empresas sin acceso a servicios financieros. Con una afluencia de entre dos y tres mil personas, el Fintech México Festival fue la manifestación de eso: Fintech hecho en México, una industria que no existía hace 10 años.
En el festival convivieron fuerzas centrífugas y centrípetas; fue una proyección del Fintech mexicano al mundo y viceversa, la bienvenida del mundo al Fintech mexicano. Recibió, por lo menos, a tres fundadores de unicornios de otros países y a decenas de fintechs latinoamericanas, que confirman que México es el país donde hay que estar.
Con múltiples escenarios corriendo en simultáneo, escaló todas las actividades y se ganó a pulso el rebranding por incorporar el carácter lúdico, al hacer una pista completa de batallas sucesivas tras una idea que se ejecutó por primera vez en el Foro de 2024.
Y no sólo eso. El festival sirvió como ancla para que durante toda la semana se organizara una serie de eventos alrededor en los que participaron decenas de organizaciones, fondos y cientos de emprendedores e inversionistas de todo el mundo, como el propio QED Investors, This Week in Fintech, Cobre, Gilgamesh Ventures y Mastercard, entre otros, por lo que también dejó una derrama económica en vuelos, hospedaje para la Ciudad de México e hizo que se convirtiera, al menos una semana, en un hub global de fintechs.
Hacer Fintech en México requiere tomar en cuenta las peculiaridades del país, como la abrumadora prevalencia del efectivo, enfrentar la desconfianza de los ciudadanos y las altas tasas de fraude, tanto en las transacciones físicas como en línea (o con tarjeta presente y no presente, como se le llama en el argot de la industria), tal como me contaron largamente Adolfo Babatz y Héctor Cárdenas, o incorporar la educación financiera en los propios productos, como ha promovido Marlene Garayzar desde el inicio.
El Fintech México Festival dio cuenta de un sector maduro que, desde su infancia, con los pioneros hace más de 20 años, ya cumplió la mayoría de edad. De ahí, como dijo Pedro Rivas, que haya tantos trámites para licencias bancarias en curso (las de Nu, Mercado Pago, Konfío, FINSUS y Klar), para ofrecer más servicios y una mayor garantía a los depósitos.
Quizás, como pasó en 2016, con la alianza público-privada que dio origen a la Ley Fintech dos años más tarde, esta nueva asociación entre la industria Fintech, el gremio empresarial más amplio y el gobierno, podría derivar en un nuevo impulso al sector, independientemente de la figura jurídica detrás, que en última instancia implique el acceso de millones de mexicanos a servicios financieros que antes les eran ajenos.