Cómo la revolución digital está cambiando el mundo del trabajo tal y como lo conocemos

Los modelos de trabajo independiente han existido desde hace décadas, pero es hasta el surgimiento reciente de las plataformas de la economía colaborativa cuando se han introducido las herramientas digitales que agilizan su incorporación, reducen significativamente las barreras de entrada para los colaboradores y permiten encontrar rápidamente consumidores para los servicios digitales ofertados.

La introducción de las plataformas de la economía colaborativa en sectores como transporte o entrega de alimentos, ha permitido la creación de mercados más eficientes a gran escala que han agilizado el empate de la oferta y la demanda, utilizando nuevas tecnologías digitales que reducen significativamente los costos de transacción para la comercialización de bienes y servicios.

Cuando surgieron a lo largo de la década pasada, su oferta se enfocó principalmente en personas que tuvieran activos disponibles, como un auto para uso personal, y al mismo tiempo buscaran una alternativa para la complementariedad de sus ingresos recurrentes (sueldos y salarios).

Sin embargo, la facilidad de acceso a las plataformas, la flexibilidad ofrecida y las condiciones de ciertas ofertas de trabajo tradicionales, aunado a una ausencia de política pública laboral que atienda la falta de empleos en la sociedad, las han convertido en una de las principales fuentes de ingresos para millones de familias alrededor del mundo. 

Esto se acentuó, en especial, durante los meses más acuciantes de la pandemia por Covid-19, cuando millones de ciudadanos perdieron empleos y negocios, pero encontraron oportunidades de ingresos en las plataformas de la economía colaborativa.

Nuevas herramientas digitales

Bajo una economía tradicional de mercado, se reconoce que existen ciertos costos de transacción, los cuales se refieren a los costos asociados de vender y comprar mercancías en el mercado, derivados, entre otras cosas, de la información limitada con la que cuentan los participantes.

La principal aportación de las aplicaciones de la economía colaborativa es que forman una plataforma incluyente, confiable y transparente para la transacción segura de bienes y servicios, con precios conocidos, una expectativa clara en la calidad del servicio e, incluso, certeza sobre el cumplimiento del servicio, lo que ayuda a reducir los costos de transacción para los usuarios a través de un mejor acceso a la información del mercado.

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Al ofrecer un espacio virtual con información en tiempo real sobre el mercado, y un contacto casi directo entre consumidores y oferentes de servicios, se agilizan las transacciones comerciales a menores costos. Este simple hecho habilitado por las tecnologías modifica la relación laboral entre ambos lados de la plataforma. 

Al usar una plataforma colaborativa, los usuarios logran reducir significativamente los costos de transacción relativos a la contratación de un servicio; por ejemplo, en el caso de solicitar viajes en un auto particular: se reduce el costo de búsqueda al contratarse mediante una aplicación móvil; el costo por riesgos de seguridad al contar con más información sobre el chofer; o ciertos costos relativos al pago por el uso de nuevos métodos electrónicos; y hasta menos costos de espera por una mayor certeza de que se va a encontrar un vehículo.

Apertura y diversidad

Mediante la gran escala habilitada por las plataformas, en conjunto con el uso de nuevas tecnologías en materia de pagos y acceso a la información en tiempo real, se registran importantes beneficios para la economía en general, como la rápida integración de colaboradores, así como mejores condiciones de servicio y precios para los usuarios.

Al no formar parte de un gremio, y estar basadas principalmente en la autorregulación, las plataformas ofrecen un espacio abierto y flexible, con muy bajas barreras de entrada para cualquiera que busque ofrecer sus servicios mediante los activos con los que cuenta, como es el caso de mujeres, quienes encuentran un espacio para generar ingresos sin descuidar a sus hijos.

Múltiples beneficios surgen a partir de la apertura bajo la cual funcionan estas plataformas: rápida adaptación a cambios de la demanda, flexibilidad para colaboradores (pueden entrar o salir libremente de la plataforma sin penalizaciones) y mayor diversidad e inclusión (empleados de otras actividades económicas, estudiantes, trabajadores temporales, etcétera, sin importar edad, género o nacionalidad).

Cabe señalar que, aunque las plataformas de transporte y de reparto han atraído la mayor atención de gobiernos y autoridades regulatorias, el modelo de la economía colaborativa se ha extendido a otro tipo de trabajos profesionales a través de comunidades y organizaciones de crowdsourcing, tales como Catalant, InnoCentive o Upwork.

Más allá de las labores de taxi, de transporte privado o entrega de alimentos, las herramientas también han habilitado a otras compañías para aprovechar los beneficios de la economía colaborativa como una nueva forma de acceder al talento requerido especializado para sus proyectos, como una consultoría, citas médicas, diseñar un logo, resolver un problema muy específico de programación y análisis de datos o hasta acelerar procesos de innovación.

Por su parte, los profesionales también aprovechan la flexibilidad de laborar para múltiples empleadores bajo sus propias condiciones (horario, lugar de trabajo, agenda, precio, etc.).

Un estudio de Upwork sobre el freelance en Estados Unidos de 2019 encontró que, por primera vez, se tiene el mismo número de trabajadores independientes que consideran este modelo para su carrera a largo plazo, que el número que lo considera sólo como algo temporal.

Dicha tendencia se incrementará a lo largo de los años, conforme las nuevas generaciones, especialmente la generación Z, buscan la libertad y flexibilidad que se ofrece mediante las plataformas de la economía colaborativa.

Lo anterior implica que cualquier regulación que se llegara a presentar sobre el trabajo en la economía colaborativa tiene el potencial de impactar más allá de los sectores “tradicionales” o más conocidos del segmento, y podría limitar su potencial para la economía en su conjunto.

En ese sentido, se debe reconocer que no existe un perfil común para todos los colaboradores participantes en las plataformas digitales, sino que se registra una amplia diversidad de objetivos, habilidades y necesidades de los colaboradores que deben ser consideradas cuando se trata de regular su operación.

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Un estudio de McKinsey, basado en encuestas realizadas a trabajadores independientes de Estados Unidos y Europa, encontró que se pueden clasificar en cuatro grandes categorías: agentes libres, que eligen activamente un trabajo independiente y derivan de él su principal ingreso; asalariados ocasionales, que utilizan el trabajo independiente para obtener ingresos complementarios y lo hacen por elección; los reacios, que se ganan la vida principalmente con un trabajo independiente pero preferirían trabajos tradicionales; y los económicamente atados, que hacen trabajo independiente suplementario por necesidad.

Es precisamente esta diversidad de colaboradores que conviven en las plataformas, y el impacto que tienen éstas como herramienta en la búsqueda de nuevos ingresos, un factor que no puede ser ignorado cuando se discuta una nueva regulación.

Sería un error de las autoridades tratar a los colaboradores de plataformas como un grupo homogéneo y no como lo que realmente es: un diverso grupo de personas con distintos objetivos y hábitos de uso de las plataformas.

Aún cuando se puede buscar la mejora socioeconómica de los colaboradores que se dedican de tiempo completo a la economía colaborativa, hay un segmento importante que podría no cumplir con las obligaciones que se suman a partir de un empleo subordinado y, por lo tanto, correr el riesgo de ser excluidos de una importante opción de ingresos (aún cuando no sea la principal).

La integración forzada a los esquemas de contratación tradicionales no implica únicamente la obtención de derechos, también el cumplimiento de nuevas obligaciones y condiciones que cambiarían radicalmente el funcionamiento del segmento.

Tal es el caso de reducción de las franjas horarias de servicio; limitación del servicio a las zonas más rentables; rigidez para adaptarse a cambios en la demanda, tanto en número de repartidores y los ingresos que ellos obtienen; o hasta concentrar las labores sobre los repartidores en nómina y excluir a los eventuales.

Flexibilidad y adaptabilidad

Múltiples encuestas, realizadas a nivel local e internacional, revelan que lo más importante para los colaboradores de plataformas es la flexibilidad de tiempo e ingresos que ofrecen, ya sea que tengan otro empleo formal, hacer frente a alguna emergencia financiera, tener una responsabilidad personal (como amas de casa o el cuidado de un enfermo), estar en búsqueda de oportunidades o sean estudiantes con tiempo limitado para destinar a alternativas para financiar sus estudios.

Según una encuesta realizada por el Colegio de México en 2020, los colaboradores de las plataformas afirmaron que lo que más les gusta es la flexibilidad (47%) y el ingreso (28%), mientras que sólo 11.4 por ciento consideró que lo que menos le gusta es la falta de garantías laborales.

Otra encuesta de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) encontró que la principal causa para ofrecer servicios en las plataformas basadas en la red era obtener un complemento de ingresos (39%), seguida de la preferencia para trabajar desde casa o con flexibilidad (29%) y porque es algo que disfrutan hacer (18%) (World Employment and Social Outlook, 2021).

Cuando se habla de flexibilidad de las plataformas, no se limita a la que gozan los repartidores para conectarse el tiempo que desean o servir en la zona que mejor se adapte a sus requerimientos, sino también a la rápida adaptación de las plataformas a los cambios en el mercado.

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Como se demostró durante la pandemia, ningún mercado es estático y las condiciones pueden cambiar drásticamente de un momento a otro: las plataformas de reparto se convirtieron rápidamente en opciones de ingresos para personas y comercios que recibieron un fuerte impacto a sus ingresos durante los periodos de confinamiento.

Para los usuarios, les permitió cumplir con las medidas de confinamiento al acceder fácilmente a víveres mediante una aplicación digital; mientras que para quienes se vieron afectados por la falta de empleo, encontraron en las plataformas una oportunidad rápida y accesible para la obtención de ingresos.

Bajo el esquema actual, las plataformas lograron absorber rápidamente a miles de personas para atender la creciente demanda de pedidos a domicilio ante las medidas de confinamiento al inicio de la pandemia. El libre mercado logró empatar rápidamente la oferta (repartidores) con la demanda (consumidores) de servicios en un periodo de emergencia sanitaria. 

La contingencia sanitaria demostró (no sólo en la industria de la economía colaborativa) que las tecnologías digitales transformaron la relación laboral entre empresas, gobiernos y trabajadores: maestros impartiendo clases en línea, oficinistas teniendo reuniones virtuales, médicos dando telemedicina, restaurantes vendiendo por Internet y entregando alimentos vía aplicaciones, etcétera. 

Es evidente que la revolución digital ya cambió el mundo del trabajo tal y como lo conocimos. La pregunta es si también transformará la visión, la mentalidad y la regulación de las autoridades en aras de una regulación innovadora que encaje con el nuevo modelo económico habilitado por las tecnologías e Internet.