Desde las guerras más antiguas, el corte a los canales de comunicación del enemigo ha sido una de las tácticas más utilizadas para ganar una ventaja estratégica en el campo de batalla. La práctica se ha mantenido hasta nuestros días, ahora con el objetivo de interrumpir el flujo de información que fluye en los cables submarinos, desde los primeros cortes de cable telegráfico realizados por el Reino Unido en la primera guerra mundial, hasta los cortes de fibra óptica que se registran en la actualidad.
Aunque los cables submarinos están compuestos de múltiples capas de plástico y acero para protegerse de los embates climáticos y potenciales accidentes provocados por embarcaciones, la fibra óptica en su interior continúa siendo un hilo más delgado que un cabello humano, por lo que se trata de una infraestructura relativamente frágil que está expuesta a diversos riesgos.
En ese sentido, los cables registran constantes cortes que suceden a lo largo de los tramos provocados por múltiples causas. TeleGeography estima que al menos cada dos o tres días se registra el corte de un cable submarino que debe ser atendido, por lo que al año pueden ocurrir alrededor de 100 incidentes.
Cerca del 85 por ciento de estos incidentes, de acuerdo con cálculos de la misma consultora, ocurren por actividades de barcos pesqueros y comerciales, como pueden ser anclas y equipos que arrastran los cables y provocan desde daños superficiales hasta un corte completo. También se registran otros incidentes, ya sean aleatorios como una explosión volcánica submarina, pero otros intencionados con el objetivo de sabotear las comunicaciones.
Es de esperarse que la creciente tensión geopolítica entre Estados Unidos, Rusia, China y el Oriente Medio se convierta en un creciente riesgo para la estabilidad de la conectividad submarina, así como para el continuo despliegue de la infraestructura. Estos conflictos han generado una mayor preocupación entre los altos mandos militares de los Estados Unidos, en medio del escalamiento de la guerra en ciertas regiones, como la invasión de Ucrania por parte de Rusia, o el creciente conflicto entre Israel y países vecinos.
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Desde que se registraron ataques sospechosos a la infraestructura Nord Stream 2 en 2022, que incluía gasoductos entre Rusia y Alemania, la OTAN ha advertido sobre la importancia de proteger la infraestructura crítica de comunicaciones compuesta por cables submarinos. En su momento, el organismo multilateral había alertado sobre una mayor actividad rusa en el Atlántico, así como los mares del Norte y el Báltico, donde las fuerzas armadas de este país estarían buscando nuevos objetivos en caso de un escalamiento del conflicto con Ucrania y el involucramiento de sus socios occidentales.
Pese a los múltiples reportes de corte de fibra en zonas en conflicto, aún ha sido difícil determinar que estos hayan sido provocados por actividad rusa. Sin embargo, al mismo tiempo, la importancia de los cables y otra infraestructura dañada, así como su cercanía con las zonas en conflicto y la mayor actividad rusa, mantienen la sospecha de que algunos de los “cortes accidentales” se tratan de ataques malintencionados, y sobre todo, que estos podrían volverse más recurrentes.
A mediados del 2024, oficiales de la Marina de los Estados Unidos alertaron sobre una mayor actividad en el Atlántico de la unidad rusa conocida como “Dirección General de Investigación en Aguas Profundas del Estado Mayor”, o GUGI, por sus siglas en ruso. Esta unidad tendría a su mando buques, submarinos y drones navales, encargados de mapear la infraestructura submarina.
Como respuesta a este nuevo riesgo que enfrentan los cables submarinos, y su importancia para mantener la conectividad y el acceso a la información en medio de crecientes conflictos, la OTAN instaló un nuevo centro de vigilancia en Londres, Reino Unido, para mantener los cables operativos en el continente europeo.
También la Unión Europea (UE) emitió una recomendación en febrero de este año a sus países miembros para que impulsen nuevas normas para proteger los cables submarinos de amenazas físicas y de ciberseguridad. Los trabajos de la UE incluyen un grupo de expertos para ayudar a aplicar la recomendación, así como una labor de coordinación con la OTAN.
Desde 2022, se han registrado cortes de cable que han provocado interrupciones críticas para ciertos países. En junio de 2022, los cables África-Asia-Europa-1 (AAE-1) y SEA-ME-WE-5 (SMW-5) sufrieron cortes en Egipto, los cuales afectaron a millones de usuarios de Internet de varios países con caídas significativas en el tráfico.
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Además, se produjeron varios cortes de cable en Francia entre 2022 y 2023, y al menos tres afectaron a las líneas Marsella-Lyon, Marsella-Milano y Marsella-Barcelona.
También a finales de 2023, un par de cables que conectaban a Finlandia con Estonia y Estonia con Suecia reportaron haber sido dañados en conjunto con el gasoducto Balticconnector. El daño a estas infraestructuras fue asociado a posibles actos de sabotaje provenientes de Rusia, en medio de la escalada del conflicto con Ucrania.
Más recientemente, se registraron daños en los cables del Mar Rojo. En febrero de 2024, las afectaciones a estos cables provocaron la interrupción de hasta el 70 por ciento del tráfico de datos entre Europa y Asia, un aumento sustancial respecto a las primeras estimaciones que apuntaban a un 25 por ciento.
El 17 de noviembre de 2024 se informó que el Cable C-Lion, un cable que conecta Finlandia y Alemania, había resultado dañado, lo que nuevamente levantó sospechas de un posible sabotaje. Informes más recientes también advierten sobre daños en varios cables submarinos en el Mar Báltico, asociados al conflicto ruso en la región.
Algunos otros cortes han sido más fáciles de determinar su causa. Por ejemplo, en mayo de 2024, un presunto arrastre del ancla de un buque habría dañado dos cables situados frente a la costa de Sudáfrica, lo que afectó significativamente a la conectividad a Internet en África Oriental.