Telecomunicaciones y Finanzas: conectividad e ¿inclusión financiera? en la economía móvil

A nivel mundial, el número de personas desconectadas es el doble que el de personas sin una cuenta bancaria: 2.6 mil millones (billion) frente a 1.3, de acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y el Banco Mundial (BM), respectivamente.

A partir de ese dato, podrían elaborarse varias hipótesis: ¿Cuál es la relación entre ambas? Si bien no es causal, tampoco es casual; existe, más bien, una correlación. La primera, que puede discutirse, es que desplegar infraestructura de telecomunicaciones —es decir, antenas y fibra— es más caro y difícil que infraestructura financiera—principalmente sucursales y cajeros—; la segunda, más generalmente aceptada y respaldada por datos, es que, en los últimos años, ha disminuido esta última al tiempo que ha aumentado el acceso a servicios financieros, lo cual ha sido ampliamente documentado.

Esto sólo puede explicarse por la digitalización de los servicios financieros, la transformación digital de la banca y la emergencia de las empresas de tecnología financiera (fintech) que, grosso modo, llevan ocurriendo simultáneamente en las tres últimas décadas, se intensificaron en los últimos tres lustros y, sobre todo, crecieron exponencialmente en el último.

Por eso, Carlos Marmolejo, un ejecutivo con más de dos décadas de experiencia en el sector financiero, primero como regulador y luego en el sector privado, ahora CEO de Finsus y recién elevado a Consejero de la Asociación FinTech México, llama a aquella la primera transformación de la banca en México y a esta, la que ha ocurrido en los últimos cinco años, a raíz de la pandemia y la consustancial explosión de los servicios financieros digitales, proveídos por instituciones de tecnología financiera (‘fintechs’, independientemente de la figura que tengan detrás: sofipo, IFPE, IFC, sofom e incluso IBM) y los propios bancos a través de sus canales digitales, la segunda.

Así, en cuanto al acceso, mientras el número de sucursales de la banca comercial ha disminuido en los últimos años (-7.3% entre 2017 y 2022, según el Índice de Inclusión Financiera 2024 de Banamex), el porcentaje de personas con al menos un producto financiero ha aumentado casi en la misma proporción  (+8.1 entre 2015 y 2024, según la Encuesta Nacional Financiera (ENIF) del INEGI).

Así, esta aparente paradoja sólo puede explicarse por la proliferación de los teléfonos y las cuentas móviles, porque si bien en un inicio lo que arrancó fue la denominada banca electrónica o en línea —que en Estados Unidos comenzó en 1995 y en México en los albores del siglo XXI y se extendió hasta la mitad de la segunda década— posteriormente fue absorbida por completo por la revolución de la banca móvil, con el advenimiento de 4G, que en nuestro país se consolidó a partir de 2015 con LTE.

Ahora bien, la relación no es inmediata ni automática: es decir, que no porque haya más celulares conectados a una red móvil allá afuera, eso no significa que necesariamente haya más cuentas abiertas y un mayor acceso a servicios financieros en automático, como lo demuestran algunos datos.

Si usted está inmerso en este ecosistema, seguramente habrá acudido a una conferencia en la que proyectan un gráfico de la penetración de celulares o smartphones en México, con una línea siempre ascendente. Sin embargo; como apuntaba antes, la relación no es idéntica o lo que es lo mismo, no significa que automáticamente tenga una cuenta bancaria, de alguna institución financiera, fintech o cualquier clase de dinero  móvil.

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Telecomunicaciones y servicios financieros en México

En México, hay 100.2 millones de usuarios de Internet, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2024. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), esa cifra equivale al 83.1% de la población de 6 años y más.

De ese total de usuarios, el 97.2% se conectó a Internet a través de una red móvil con un celular inteligente (smartphone). Eso no significa que haya 97 millones de mexicanos con una cuenta bancaria. En primer lugar, hay que quitar a los niños y adolescentes de 6 a 18 años y los adultos mayores de 70, que están excluidos de la ENIF. En ese rango (18-70), queda un universo de 86,621,605 adultos en los Estados Unidos Mexicanos, de los que más de tres cuartas partes (76.5%) tienen al menos un producto financiero.

Así que la tenencia de un smartphone conectado a una red móvil no es equiparable a la tenencia de una cuenta bancaria, lo cual se agrava aún más si se toma en cuenta que, a nivel global, el número neto de personas desconectadas sea el doble que el de no bancarizadas (2.6 vs. 1.3B).

Volviendo a ese hipotético número total de 97.2 millones usuarios móviles sin distingo de edad, no todos usan el celular para realizar transacciones financieras. Pese a que, como asienta la propia ENDUTIH, los pagos vía internet y las operaciones bancarias en línea presentaron ‘incrementos estadísticamente significativos’ —los más altos, de hecho— de 3.3 y 3 puntos porcentuales, aún siguen representando una proporción menor del total, con un 33 y 33.3%, respectivamente.

Como me dijo Daniel Romero, un ejecutivo venezolano con experiencia en la industria bancaria de Chile, uno de los países de Latinoamérica con los índices más altos de inclusión financiera, y que ahora lidera Automatización (Ansible) para Red Hat en la región, no basta sólo con que la industria bancaria disponga de mucha tecnología para facilitar o disponer de soluciones para los consumidores, sino también de que los clientes potenciales estén preparados para ello.

Me habló de una cuestión de desarrollo socioeconómico y habilidades de la población de entender y ser un potencial consumidor de los servicios financieros digitales. “El uso de tecnología democratiza, pone a disposición a mayor cantidad de personas el acceso a más servicios bancarios, pero va de la mano con la capacidad de la ciudadanía de poder acceder o comprender cómo consumir esos servicios”, sintetizó.

Ahora bien, la situación se vuelve más acuciante si se mira bajo el prisma del ámbito donde se encuentren los usuarios; pues, además de ser —o quizás, precisamente por eso— donde hay peor infraestructura y niveles de conectividad, en el campo el uso de los servicios financieros móviles es menos de la mitad que en la ciudad, lo que exhibe una brecha urbano rural de un ratio mayor de 2:1: con 36.6 vs. 15.5 en pagos y 33.7 vs. 13.5 en operaciones bancarias.

Esto, la disparidad entre el número de celulares y el de cuentas, es decir, que la amplia penetración de teléfonos inteligentes no garantiza la inclusión financiera plena, sobre todo en municipios de mediano tamaño, incluso constituye el núcleo de la tesis de algunas fintechs, o nuevas entidades financieras híbridas que aúnan espacios físicos con tecnología de vanguardia, como aviva, cuyo diagnóstico es precisamente ese: “Los smartphones fueron vistos como la única solución y el canal de adquisición principal de clientes NO atendidos por la banca. Hemos comprobado que no es así”, consta en su deck corporativo. 

Así de tajante.

Lo que sí cambió: el ahorro formal móvil

Ahora bien, además del gran impulso al crédito que dieron las instituciones financieras digitales, que, en el caso de México, el impacto de Nu incluso fue reconocido por el regulador financiero, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), y el otorgado por el sector sofipo en general, ya ha llamado la atención del banco central, el Banco de México (Banxico).

Pero la clave de aquí es que, por seguir con el caso mexicano, si bien estas instituciones financieras tecnológicas (Nu, Stori, Klar) lanzaron con un producto de crédito, y específicamente una tarjeta —que no requiere una licencia especial en el país—, y por lo tanto, comenzaron siendo monoproducto, conforme crecieron y entraron al mundo regulado, las tres a través de la adquisición de una sofipo (sociedad financiera popular) que les permitió captar depósitos, empezaron a ofrecer cuentas de ahorro con rendimientos, que tienen números de usuarios similares a los de sus productos de crédito.

Así, Nu tiene más de 12 millones de clientes en México: 6,600,372 acreditados y 5,737,507 ahorradores; Stori, 4,304,430 y una proporción casi idéntica de acreditados y ahorradores: 2,166,877 y 2,137,553, respectivamente; mientras que Klar suma más de 4 millones y en su caso casi duplica el número de ahorradores (2,106,847) frente al de acreditados (1,107,928). Todos ellos con datos a marzo de 2025, la actualización más reciente de la CNBV.

De hecho, hace algunas semanas se publicó el Global Findex 2025, que documentó que, en 2024, el 40% de los adultos de los países en desarrollo ya ahorraban en una cuenta formal, un aumento del 16% en tres años y el más acelerado en más de una década. El reporte del Grupo Banco Mundial asienta explícitamente que las cuentas móviles catalizaron un auge del ahorro formal a nivel global y rompieron una prolongada tendencia de lento crecimiento.

Y sobresale el hecho de que América Latina y el Caribe es la región del mundo con mayor porcentaje de adultos que ahorran formalmente en una cuenta de banco o alguna institución financiera similar, como una sofipo, y una cuenta de dinero móvil. Pongamos por caso que en México alguien lo hace en BBVA o en alguna de estas tres sofipos, Nu, Stori o Klar, y también en Mercado Pago, que mientras espera la autorización de su solicitud de licencia bancaria, continúa operando como Institución de Fondos de Pago Electrónico (IFPE) y es, de lejos, la wallet más grande del país y le compite de tú a tú al banco también más grande de México.      

Esto se complementa con el hecho de que, según la ENIF 2024, la proporción de personas con cuentas de ahorro formal contratadas a través de Internet creció 7.6 puntos porcentuales entre 2021 y 2024. Y, aunque sigue siendo una proporción muy pequeña del total (10.3%), da cuenta del impulso al ahorro formal que dieron las tecnologías móviles. El ejemplo más drástico de ello quizás sea Nu, 12 millones de clientes desde 2019 en México y 0 sucursales, lo que significa que la totalidad, el 100% de ellos fueron enrolados a través de un celular.

No sé si se trate de un colateral o una externalidad positiva del mercado. O si siempre fue el plan de los nuevos disruptores tecnológicos y la tarjeta de crédito fue un caballo de troya para introducirse en el mercado, ganarse la confianza de sus clientes y posteriormente ir por sus depósitos (hacerles cross-selling) y, de paso, otorgarles algo del excedente a los ahorradores.