Digital Trends | Irreversible: hacia una gobernanza en Inteligencia Artificial con prosperidad, trabajo y humanidad

Potencias y desigualdades en IA

China, Estados Unidos, Europa e, idealmente, América Latina, tienen enfoques distintos sobre cómo desarrollar, utilizar, regular y comprender la gobernanza global de la Inteligencia Artificial (IA).

El gigante asiático y la Unión Americana son los líderes indiscutibles en la inversión, investigación y desarrollo de la IA, en tanto que Europa ha adoptado un enfoque más defensivo y regulador de las grandes empresas de Internet, de datos, algorítmicas y de IA. América Latina, fiel a su tradición, observa, adopta y tropicaliza lo que otras naciones hacen o intentan en aspectos tecnológicos.

La diferencia con otras tecnologías a lo largo de la historia, es que la IA tendrá un impacto considerable e insuficientemente cuantificable en los trabajos que actualmente desempeñamos y los que se requerirán en el futuro. 

Tanto China como Estados Unidos han enfrentado cuestionamientos por la falta de regulación y supervisión estatal en el uso de la IA en la toma de decisiones, los nuevos modelos de negocio, el desarrollo de un capitalismo de vigilancia, los derechos humanos y el control social a través de la tecnología. 

Si ambas naciones se están disputando el liderazgo de una tecnología tan transformadora como la IA, que puede marcar la diferencia en la geopolítica, los mercados globales y el poderío, es evidente que sus gobiernos no pondrán cortapisas al desarrollo de esta tendencia tecnológica.

Aquí es donde entra Europa, que sabedora de su atraso en la materia, ha adoptado una posición de vanguardia pero en la regulación de la IA. En 2018, la Comisión Europea publicó una estrategia para la IA que establece principios éticos y de seguridad para el desarrollo y uso de la tecnología en Europa. La UE también ha establecido un marco legal para la protección de datos y la privacidad de los ciudadanos en el contexto de la IA, pionero en su tipo por lo estricto en cuanto a la salvaguarda de los derechos ciudadanos y del consumidor, pero también por las limitaciones a la expansión de los mercados digitales. 

Sin embargo, Europa también enfrenta el desafío de competir con China y Estados Unidos en términos de investigación y desarrollo de la IA. Algunos críticos han argumentado que la regulación europea contra las empresas de Internet y los servicios digitales podría frenar la innovación. Es claro que Europa actúa sobre las empresas chinas y estadounidenses ante la carencia de sus propios campeones de Internet, lo que orilla al continente a adoptar un enfoque más regulatorio que de mercado. 

Por su parte, América Latina es una región emergente en el desarrollo y uso de la IA. Varios países de la región han adoptado estrategias para el desarrollo de la IA como si se tratara de una moda regulatoria a seguir, buscando la orientación y colaboración regional en la investigación y el desarrollo de la IA. 

Sin embargo, América Latina también enfrenta desafíos significativos en términos de infraestructura digital, conectividad, brecha digital y recursos públicos para la investigación y desarrollo de la ciencia y la tecnología, en general, y de la IA en particular. La región se encuentra en la encrucijada de ser un mercado muy atractivo para las empresas de Internet y datos, principalmente estadounidenses, pero también tiene la tentación de adoptar marcos regulatorios restrictivos como los europeos. 

Sin un ecosistema digital vigoroso y sin un afluente de datos y metadatos intensivo como el chino o el de Estados Unidos, es paradójico que las autoridades regulatorias en América Latina sean tan propensas al control político y económico, cuando en realidad la revolución y la sociedad digitales debieran ser una oportunidad para la región latinoamericana para dar el salto cuántico y reducir las desigualdades de desarrollo con respecto a las economías más avanzadas. 

En este entorno desafiante y abrumador, analistas han argumentado que la falta de regulación y supervisión pública en la región podría llevar a un uso inapropiado de la IA, u adoptar enfoques regulatorios que dan continuidad a las normas de la sociedad industrial en lugar de buscar un enfoque propio de la revolución digital. O bien, los tomadores de decisión como legisladores o autoridades sectoriales estarían buscando regulaciones con motivaciones políticas para la regulación de la IA en ámbitos como el trabajo, el transporte o el comercio digital. 

En general, cada región tiene un papel importante que desempeñar en la gobernanza global de la IA. La cooperación y colaboración internacional son esenciales para abordar los desafíos globales relacionados con la IA. Cada región debe trabajar para establecer normas y principios éticos para el desarrollo y uso de la IA. Pero no seamos ingenuos, las potencias de la IA están haciendo su parte para construir su propia hegemonía tecnológica, tendientes a configurar imperios de Inteligencia Artificial, con todo lo que ello implica en términos de poder y geopolítica. 

Lo que inviertan, desarrollen y decidan las grandes empresas de IA que se están configurando ahora, y aquellas que con certeza surgirán en los próximos años, puede marcar la diferencia entre la prosperidad y la desigualdad de las naciones y las personas. 

Al ser una tecnología sin fronteras y de implicaciones globales, las empresas desarrolladoras de IA tienen una responsabilidad directa en la eliminación, transformación y evolución de los trabajos. Es indudable que la innovación tecnológica de la IA no se puede detener, como algunos gurús tecnológicos proponen, pero los gobiernos deben tener la capacidad de imaginar las soluciones del futuro por el impacto que tendrá la IA como una amenaza irreversible a los puestos de trabajo.

¿Futuro? del trabajo

Los diversos estudios sobre estimaciones de amenaza o pérdida de puestos de trabajo por la Inteligencia Artificial deben tomarse con cautela, porque las previsiones difieren según la metodología utilizada para realizar las proyecciones. Además, las estimaciones tienen un sesgo de origen porque suelen referirse al mercado laboral en Estados Unidos o países en desarrollo, sin que exista un impacto lineal con otras latitudes como China o los países emergentes de América Latina. Tampoco se explica lo suficiente cómo impactaría la amenaza de la IA en otros territorios. 

En un informe publicado en 2017, McKinsey Global Institute estimó que para 2030 la IA podría desplazar entre 5 y 30 por ciento de los trabajos en todo el mundo. Según la consultora, las tareas que implican actividades físicas y repetitivas, así como aquellas que requieren habilidades cognitivas básicas, serán las más propensas a ser automatizadas.

Por su parte, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), que evangeliza la adopción tecnológica, hizo su propia estimación en un informe publicado en 2018, donde pronosticó que la automatización podría desplazar 75 millones de trabajos en todo el mundo para 2025. Sin embargo, el informe es cuidadoso porque también señala que la automatización podría crear 133 millones de nuevos puestos de trabajo en el mismo período.

El mismo año que el WEF,  la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) planteó que 14 por ciento de los trabajos en los países de dicha organización son altamente susceptibles de ser automatizados. Agregó que 32 por ciento de los trabajos podrían experimentar cambios significativos en sus tareas y habilidades requeridas por la irrupción y adopción de la IA.

Finalmente, el Banco Mundial estimó en 2019 que la IA podría desplazar entre 50 y 77 por ciento de los trabajos en países como China, India y Malasia en los próximos años hacia 2030.

Es evidente que no existen estimaciones concluyentes sobre el impacto definitivo de la IA en los empleos, por las variantes metodológicas de los estudios y porque la evolución de la tecnología puede sufrir retrasos de distinta índole. 

Aunque se reconoce que actividades simples, rutinarias, repetitivas, predecibles o poco reflexivas van a ser fácilmente reemplazadas por motores de IA, y que trabajos que requieren atención y cuidados humanos van a ser revalorizados en la sociedad, el impacto real de la IA en el empleo variará según el país, el sector, la región y la velocidad de adopción de la tecnología. 

Lo que es claro es que si no se aborda adecuadamente, de volverse realidad estas estimaciones de los “centros de pensamiento” y organismos internacionales, podrían tener consecuencias económicas y sociales graves, como el aumento del desempleo, la desigualdad social, la proliferación de populismos anti tecnológicos y la germinación de conflictos.

Si bien se reconoce que la IA creará nuevos empleos y oportunidades de negocio que antes no existían, esta justificación suele verse como un consuelo ante la pérdida de empleos, sin que la gobernanza de la IA haya planteado todavía las políticas públicas que diseñen la recapacitación y readaptación de las personas a las nuevas profesiones habilitadas por la IA.

La gobernanza de la IA debe estar consciente de que, aunque existen estimaciones divergentes sobre el impacto de la IA en el empleo, la mayoría de los estudios coinciden en que habrá una transformación significativa en el mercado laboral en los próximos años, principalmente en los países líderes en IA, digitalización y adopción tecnológica como Estados Unidos, China y otras naciones del sureste asiático. 

Es prioritario que los gobiernos, las empresas y la sociedad construyamos en conjunto la gobernanza de la IA para estar preparados para estos cambios y garantizar que la IA se utilice de manera responsable, beneficie a todos y distribuya de manera más equitativa la prosperidad que generarán los modelos de negocio basados en IA.

Gobernanza de la IA

La Inteligencia Artificial, tal y como la conocemos con soluciones de consumo masivo como chatbots o modelos de lenguaje algorítmico, ya revolucionó la forma como vivimos, trabajamos y nos relacionamos, pero lo que conocemos es apenas la punta del iceberg. 

Desde el Aprendizaje Automático hasta la robótica industrial, la IA ha demostrado ser una herramienta valiosa para la economía global y para facilitar las tareas. También debe serlo para generar prosperidad y no ensanchar las desigualdades entre regiones, países y personas, como ya se vislumbra sin una adecuada intervención público-privada, es decir, sin una gobernanza.

Existen preocupaciones legítimas, incluso temores, sobre los riesgos que la IA puede representar, como la automatización del trabajo humano, la discriminación algorítmica y el uso malintencionado de la IA en la guerra y el espionaje. Pero no seamos tan extremistas: tener conciencia de que el día de mañana no tendremos el empleo para el cual nos hemos preparado por años, puede radicalizar las conciencias. 

Todas las derivaciones perversas de la tecnología ya están presentes e identificadas. Vendrán más, por lo que es cada vez más necesario que exista una gobernanza global en Inteligencia Artificial para garantizar la prosperidad y el trabajo en el futuro.

La necesidad de una gobernanza en IA surge de la naturaleza global de la tecnología de la IA. La IA no conoce fronteras y su impacto se siente en todo el mundo: en países que están invirtiendo fuertemente en la tecnología como China y Estados Unidos, en empresas que están desarrollando productos, servicios y herramientas de datos útiles para un sinfín de actividades cotidianas; en industrias que ven la IA con ojos salvadores porque les permitirá reducir costos, aumentar márgenes de ganancia e incluso prescindir de la molesta presencia y exigencia humanas de derechos y obligaciones. 

La gobernanza de la IA parte del hecho de que la automatización del trabajo humano en una región puede afectar la economía y la sociedad de otras regiones. Por ejemplo, la relocalización de fábricas autónomas a países en desarrollo puede dejar sin oportunidades de empleo y desarrollo a países que se caracterizaron por aportar mano de obra barata. 

Una gobernanza global en IA es necesaria para establecer normas y principios para el desarrollo y uso de la tecnología de la IA. Esto incluye la definición de estándares técnicos para garantizar la seguridad y la privacidad de los datos, la promoción de la ética y la responsabilidad en el diseño y uso de sistemas de IA, la prevención de la discriminación algorítmica y el sesgo en los sistemas de IA.

Es importante mencionar que la gobernanza en la IA debe procurar encontrar la cuadratura al círculo. Por una parte, permitir la innovación y los nuevos modelos de negocio habilitados por la tecnología, pero también adaptar las normas a las nuevas realidades, preservando los derechos humanos, las libertades y los principios de una sociedad democrática como igualdad, pluralidad, diversidad y respeto a las minorías. 

La gobernanza global en IA puede ayudar a abordar estos riesgos al establecer políticas y programas para la capacitación y la transición laboral, que ayuden a los trabajadores a adquirir las habilidades necesarias para trabajar junto a la IA o en otros sectores en crecimiento o emergentes, como los cuidados personales. Además, la gobernanza global en IA puede promover, junto con las universidades, la creación de empleos especializados en la industria de la IA, para estimular el crecimiento económico y la innovación.

Es evidente que establecer una gobernanza en IA no es tarea fácil, pero ya conocemos algunos de los impactos que puede generar. Sabemos que gobiernos de países hegemónicos y empresas globales se van a resistir a la regulación. Pero el impacto de la IA en la humanidad no tendrá precedente. Vale la pena encontrar soluciones tempranas al desempleo y la desigualdad que puedan desencadenarse incluso de la noche a la mañana. Algunos autores visionarios hablan de fondos universales de desempleo o fondos solidarios para quienes queden desplazados. 

La IA es una tecnología en evolución constante con más de cinco décadas de desarrollo, lo que hace que sea difícil para los reguladores y los responsables políticos mantenerse al día con las últimas innovaciones. 

Además, existen diferencias culturales y políticas entre los países que pueden dificultar la cooperación, la coordinación a nivel global o el consenso para encontrar soluciones universales.

Desafíos de la IA: ser humana

Para concluir esta reflexión, menciono los desafíos que diversos pensadores y la literatura en la materia ha planteado para abordar la gobernanza global de la IA. Todos coinciden en que se requiere una colaboración estrecha entre gobiernos, industria, academia y sociedad civil. 

  1. Transparencia para conocer y entender cómo funciona la IA y cómo se toman las decisiones. Las empresas e instituciones que desarrollan y utilizan la IA deben ser transparentes sobre sus prácticas y proporcionar información sobre los algoritmos y los datos utilizados, lo cual trae consigo desafíos en términos de derechos industriales y ventajas competitivas entre empresas y países.
  2. Responsabilidad sobre las decisiones tomadas por la IA y las medidas para evitar el uso inapropiado de la tecnología, sobre todo cuando se cause un daño o perjuicio a las personas.
  3. Privacidad y protección de datos, pero sin olvidar que es precisamente la economía de datos la que ha permitido el desarrollo de la IA. Es decir, aportar datos es útil para el usuario para que las organizaciones mejoren la calidad de productos y servicios, pero debe ponerse cuidado en el rastreo, seguimiento y vigilancia de la conducta de los usuarios.
  4. Equidad e inclusión para prevenir la discriminación y la exclusión en el desarrollo y uso de la IA.
  5. Ética, entendida como un conjunto compartido de principios para garantizar que se respeten en todo momento los derechos humanos y los valores democráticos en el desarrollo y adopción de la IA.
  6. Cooperación internacional, por tratarse de una tecnología global y sin fronteras, para que los gobiernos trabajen en la construcción de normas, regulaciones y principios compartidos para garantizar la seguridad, el bienestar y la prosperidad de todos.

Existe un séptimo punto que no debemos olvidar: y es que para que la Inteligencia Artificial arroje todos sus beneficios, debe ser humana con quienes la usemos. 

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