Con 4 años de edad, el hijo de Yaumara González Olivé maneja con destreza envidiable una tableta a través de la cual mira videos en YouTube. Alguien diría que es demasiado temprano, pero ella confía en el control parental que viene insertado en el dispositivo para regular los sitios a los que el niño accede y las páginas que visita.
“Lo principal es revisar lo que visualiza, cuando accede a Netflix hay que permanecer un poco más pendiente, porque en esta plataforma resulta más fácil que él pueda ver algo que no está dirigido a su edad”, dice Yaumara. “Como todo en la vida, también hay que tomar precauciones y es ahí cuando viene a desempeñar un rol fundamental la responsabilidad de los padres”, afirma.
Reydi Vargas Oliva la tiene un poco más difícil, porque lidiar con adolescentes pone a prueba la paciencia y el tino de sus mayores. Para él no vale tanto la experiencia, porque como muchos adultos contemporáneos es lo que los expertos llaman una “migrante digital”, alguien que conoció, ya en su madurez, sobre la mayoría de estas nuevas tecnologías de la infocomunicación.
“Cuando vinimos a ver, relata Reydi, ya la niña estaba insertada en un mundo virtual; y es ahí cuando yo como padre, con la misma autoridad que le di el teléfono móvil y sus datos, le dije que todo lo que ella usara en Internet desde ese momento tenía que ser controlado por su mamá y por mí”.
Un sondeo realizado en el 2019 por la agencia IPS Cuba, observó que, de 20 niños menores de 14 años, 15 tenían acceso a celulares y 12 confesaron haber interactuado con redes sociales, de los cuales cinco afirmaron tener perfiles propios. Tras los efectos del confinamiento forzado por la pandemia de la Covid-19 no es descartable que esas cifras sean ahora mayores, incluso, tratándose de una muestra tan pequeña.
En este contexto, cada vez más expertos alertan que la interacción indiscriminada de los menores de edad con las redes sociales digitales les provocaría una disminución de su creatividad, la reducción de su capacidad motora, el incremento del riesgo de adicción, les dificultaría la reflexión y expone su privacidad.
Elia Marina Brito Hidalgo, máster en Psicología y con vasta experiencia en el trabajo con niños y jóvenes en Las Tunas, avisa, por ejemplo, sobre la nomofobia, denominación establecida para la adicción al teléfono celular. Dicho trastorno podría estar avisando “un problema de autoestima y se asocia a otros como la dificultad para socializar y pertenecer a un grupo. De hecho, la inseguridad personal es el factor más común que la causa”.
No obstante, el doctor Alberto Quirantes Hernández, especialista en el hospital Salvador Allende de La Habana, aconseja que ir en contra del progreso tecnológico sería, también para los padres, una batalla perdida de antemano. “Antes de iniciarse en las redes, se debe haber enseñado al niño o la niña lo que ellas son, su alcance, los peligros que conllevan, el mejor modo de estar presentes en ese espacio y de obtener la mayor utilidad personal usando este medio. Por ello, el empleo de una determinada red social debe ir acompañado de la confianza y la credibilidad, ya asentada en la familia”, sugiere.
LA LEY TOMA PARTIDO
Es en este contexto que llega el proyecto del Código de las Familias tomando partido en el asunto. Lo hace cuando inserta entre las obligaciones de quienes tendrían la responsabilidad parental sobre los menores de edad, el de asegurarse que estos hagan un uso responsable y equilibrado de las diferentes plataformas digitales.
Los faculta, incluso, a “suspender provisionalmente el acceso de su hija o hijo a sus cuentas activas o, inclusive, su cancelación, siempre y cuando exista un riesgo claro, inmediato y grave para su salud física o psíquica, habiéndolos escuchado previamente, para lo que, si resulta necesario, tienen derecho a exigir tutela judicial”.
La propuesta legal protege la intimidad y el derecho a la identidad e integridad de los datos personales de los niños y adolescentes cuando aclara que los titulares de la responsabilidad parental deberán evitar “exponer en los medios digitales información concerniente a la intimidad y la identidad” de esos menores bajo su cuidado.
Este párrafo es una excelente noticia para el jurista Luis Rivero Rojas, titular del capítulo tunero de la Sociedad de Derecho Informático de la Unión de Juristas de Cuba en este territorio. Es, opina, “alentador en el tratamiento del tema”, al avanzar en una rama en la que, considera, todavía Cuba tiene mucho por hacer en materia penal.
Por su parte, Dayalé Torres Diéguez, quien coordina las tareas de la Unión de Informáticos de Cuba (UIC) aquí, subraya que este segmento refuerza el carácter justo e inclusivo del Código de las Familias. “Ajusta, desde la responsabilidad parental, la formación de ciberciudadanos éticos y responsables, con el propósito de que la virtualidad sea un espacio inclusivo, seguro, libre de toda forma de violencia, en el que se encuentren protegidos los derechos de la niñez y la adolescencia”, expresa.
Otros países ya han legislado en este sentido. Así, por ejemplo, las naciones europeas previenen contra el uso indiscriminado que los progenitores hacen de la imagen de los menores de edad bajo su custodia, tal cual lo propone el proyecto cubano del Código de las Familias.
Ese marco legal permitió que, por ejemplo, en el 2020 un tribunal italiano pudiera sentenciar a una madre a eliminar todas las fotos de su hijo adolescente publicadas en Facebook, so pena de multa de 10 mil euros; y que una austríaca de 18 años de edad denunciara a sus padres por las instantáneas íntimas exhibidas durante varios años en Facebook cuando aún era menor de edad.
LOS JURISTAS SOLOS NO HARÁN EL TRABAJO
Con esta propuesta, el proyecto cubano del Código de las Familias no solo desmiente las campañas en su contra, porque de aprobarse en el referendo robustecería la autoridad de los progenitores sobre los menores bajo su custodia. Paralelamente, uniría a Cuba a la tendencia mundial que busca establecer límites razonables a la interacción de los menores con las plataformas digitales. Entre otras razones, porque incidir sobre estas cuestiones está más cerca de nuestra realidad de lo que muchos creerían.
Hace poco se hicieron públicas las denuncias sobre grupos de Facebook a través de los cuales se presentan imágenes de niñas que alimentan la pedofilia. “En el mundo digital todos estamos expuestos, pues mucho más una personita inocente que quizás solo le regaló una sonrisa a la cámara de su tío favorito o cuyo único delito fue quedarse dormida frente a un amigo de la familia”, comentó con preocupación la periodista Legna Caballero.
Desgraciadamente, como ha ocurrido con varias de sus partes, esta también pasó por alto para buena parte de la ciudadanía. De hecho, tanto Reydi como Yaumara confesaron no haber reparado en que se haya decidido legislar, también, sobre cómo debe ser la interacción de los menores con las plataformas digitales. Tras leerlo, convinieron en su pertinencia.
“Sé que hoy es un reto todo esto, pero es excelente la idea de que se ponga un control y que lo establezca como un derecho para nuestros hijos y un deber para nosotros, como padres”, expresa Reydi. Lectores participantes en el sondeo promovido por 26, igualmente correspondieron mayoritariamente en su valía.
Sin embargo, y eso también lo han admitido los analistas, sería cuanto menos ingenuo creer que bastaría con plasmarlo en Ley para que niños y adolescentes lidien con lucidez con la era de la web 2.0. Desde la jurisprudencia se colocan las pautas, mas la acción concreta siempre será hacia el interior de esa familia, diversa, heterogénea, extendida o reducida de la que todos formamos parte.