Costa Rica | La lenta agonía de los teléfonos públicos

La Nación Kimberly Herrera.

Trate de hacer memoria: ¿cuándo fue la última vez que hizo una llamada desde un teléfono público?

Posiblemente no tenga una respuesta precisa, pero lo cierto es que ha pasado un buen tiempo desde que esos aparatos dejaron de estar en el radar de muchos de nosotros, aún cuando por décadas dichos equipos fueron testigos de miles de historias, anécdotas y chascos.

Echando atrás la memoria podemos evocar aquella ocasión en que se nos cortó una llamada importante porque se acabaron las monedas, o de cuando presenciamos la acalorada discusión mientras esperaba su turno en la fila para poder usar el teléfono.

También estaban los clientes frecuentes del servicio de llamadas a cobrar 1110, principalmente estudiantes de escuelas y colegios, quienes se acostumbraron a decir su nombre después del tono con gran velocidad, para que en su casa les aceptaran la llamada.

Y, por supuesto, no faltaban aquellos “chistosos” que gastaban monedas o compraban tarjetas de teléfonos públicos solamente para hacer bromas.

Si nada de lo anterior se le hace familiar, usted de seguro ronda los 20 años, la telefonía celular siempre ha sido parte de su vida, y si bien debe de haberlos visto por ahí, la verdad es que no tiene ni idea de cómo funcionan los teléfonos públicos ni entiende por qué siguen existiendo.

Hasta hace unos años, la telefonía pública era no solo común sino vital, siendo uno de los medios de comunicación más accesibles para la población y de los más utilizados.

No obstante, aquella época “dorada” de los teléfonos públicos, cuando se hacían largas filas para poder usarlos, se ha acabado y basta con estar una tarde o una mañana frente a ellos para entender que es mínima la cantidad de personas que se acercan a llamar desde uno de estos aparatos.

Son las 9 a. m. de un lunes en la Plaza de la Cultura, San José centro. Personas van, personas vienen; hay quienes hacen una pausa en su corre-corre para reposar bajo los árboles, mientras los vendedores ambulantes hacen lo suyo o al menos lo intentan (son tiempos de pandemia).

Mientras tanto, los fotógrafos callejeros se preparan para comenzar a retratar a las personas que quieran posar con las palomas, pero antes se aseguran de poner sus pertenencias en un lugar seguro: los teléfonos públicos.

Las jornadas de estos retratistas urbanos son largas y como no hay un lugar en el que puedan dejar sus bolsos, encontraron en los cuatro teléfonos que se encuentran en la esquina noroeste de la plazoleta el depósito perfecto para “guardar” sus pertenencias… al fin y al cabo son muy poco utilizados.

Los teléfonos públicos dejaron de ser un medio de comunicación apreciado por la población a medida que los celulares acapararon poco a poco el mercado hasta convertirse en el medio de comunicación y socialización por excelencia.

Así pasan las horas y nadie se acerca a los aparatos de comunicación públicos empotrados en la Plaza de la Cultura, a excepción de un par de niños que juegan a marcar los botones numéricos. Los demás transeúntes que se detienen cerca de estos equipos lo hacen sin prestarles atención, pues están revisando su celular.

Son pasadas las 12 mediodía y finalmente alguien se acerca a los teléfonos públicos. Esta vez no es un niño que toma el aparato para jugar, tampoco es una persona que está acomodando sus pertenencias como si fuera un casillero, ni alguien que responde un mensaje de texto.

“El servicio de telefonía pública llega a las comunidades más vulnerables, a los sitios más alejados y a las personas que más lo necesitan y al ser un servicio universal. Tenemos la responsabilidad social de seguirlo manteniendo, precisamente porque llega a los lugares más remotos, sitios en los que este es el único medio de comunicación”, Magaly Lara, ICE.

Se trata de Andŕes González, un hombre que necesita llamar de emergencia a un juzgado, sin embargo, su celular dejó de funcionar. Ante su precisa, el vecino de Ciudad Cortés optó por el teléfono público, pues es lo único que tiene a la mano y que le puede ayudar.

“La realidad es que yo sí utilizo los teléfonos públicos, no siempre, pero sí de forma esporádica, principalmente cuando se me presenta una emergencia y tengo que llamar sí o sí. Es como ahorita, que el celular se me descodificó y no lo traje, por eso ando tratando de usar un teléfono público, porque me urge hablar a un juzgado”, relata el usuario.

González agrega que antes de la pandemia empleaba más la telefonía pública, y que en más de una ocasión lo ha salvado en emergencias. No obstante, ahora prefiere utilizarla lo menos posible, pues ya no se siente tan seguro como antes de que la covid-19 llegara al país, dado que no sabe quién utilizó el teléfono antes que él.

“Es cierto que antes lo usaba mucho más, ahora prefiero acercarme lo menos posible. Por ejemplo, en este momento lo utilizo porque de verdad es una necesidad muy grande, de lo contrario no lo estaría usando, para evitar”, añade.

Sin embargo, a la hora de llamar “en el público”, González enfrentó ciertas complicaciones, pues no tenía tarjeta y debió irse rápidamente a buscar algún local cercano que le vendiera una.

Una vez más los teléfonos públicos volvieron a lucir desolados…Cuestión de tecnología

La telefonía pública llegó a Costa Rica en 1970, cuando el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) instaló su primer dispositivo administrado en Quepos. A partir de allí, en las décadas siguientes, se fueron colocando aparatos de este tipo en diferentes partes del país.

De acuerdo con datos proporcionados por el ICE, en Costa Rica existen actualmente 3.240 teléfonos públicos distribuidos en todo el territorio nacional: 1.184 están en centros penales; 81 se encuentran distribuidos dentro de centros educativos; 1.282 se ubican en vía pública y 118 más están en zonas rurales.

Además, existe un porcentaje de estos dispositivos que se encuentra dentro de centros médicos y otros más en sitios turísticos.

Sin embargo, la cifra que se maneja en la actualidad dista mucho de la cantidad que había en el 2011, cuando se contabilizaban 5.399 teléfonos públicos, según información suministrada por el ICE.

El desarrollo y accesibilidad de las nuevas tecnologías de comunicación móvil se han encargado de ir diezmando, poco a poco, la presencia de los teléfonos públicos.

“La telefonía pública en la actualidad es muy diferente a la de hace años atrás, porque recordemos que antes, cuando se incluyó la telefonía pública, no teníamos telefonía móvil. Además, cuando se incluyó la telefonía móvil era un poco costosa y no todas las personas tenían acceso a ella, entonces seguían utilizando teléfonos públicos; pero todavía es un servicio que nosotros brindamos y que está dirigido a un sector de la población”, explica Magaly Lara, jefa de la Unidad de Infraestructura de Telecomunicaciones del ICE.

La funcionaria asegura que constantemente la institución ha procurado ir modernizando la telefonía pública, para que los aparatos que utilicen los usuarios vayan de la mano con la tecnología, principalmente de la telefonía móvil.

Por ello, Costa Rica pasó de tener teléfonos de monedas, a aparatos con chip, como se utiliza actualmente.

“Ha sido un cambio paulatino, pero conforme la tecnología móvil se ha venido ampliando, el teléfono público ha pasado a un segundo plano. Es decir, ya no es de los servicios más rentables que tiene el ICE; sin embargo, pareciera que no se usa pero sí es un servicio bastante utilizado y sobre eso nosotros mantenemos esa tecnología y en diferentes zonas, porque no solamente está enfocado en el Gran Área Metropolitana, sino también en otras zonas donde quizá es el único medio de comunicación”, agrega Lara.

Xiomara Ramírez es una dependiente, quien trabaja en un negocio frente a unos teléfonos públicos de la Plaza de la Cultura desde hace aproximadamente dos décadas. Ella ha sido testigo de cómo la telefonía pública se ha ido reduciendo, desplazada por la telefonía móvil.

“Ya no se usan como antes, vieras cómo ha cambiado. Ahora viene muy poquita gente a usarlos y a muchos ni siquiera les sirve, porque para utilizarlos necesitan tarjeta y no se consiguen tan fácilmente aquí”, detalla.

La vendedora afirma que actualmente quienes más utilizan los teléfonos públicos en el centro de San José, donde ella labora, son los indigentes.

Además, cuenta que en ocasiones, cuando un usuario llega hasta los teléfonos públicos para hacer una llamada urgente y el aparato no sirve, hay otra vendedora que suele prestar su teléfono celular a quienes necesitan comunicarse de emergencia.

De esta forma, ayuda a quienes necesitan un teléfono y de paso se gana un extra, pues le pagan por la llamada.Como “bicho raro”

Un par de horas después de que Andrés González llamó al juzgado desde los teléfonos públicos de la Plaza de la Cultura, se acercó Nidia Durán.

Esta vecina de Desamparados nunca se acostumbró a utilizar teléfono celular y, de hecho, tiene uno que nunca utiliza. Ella prefiere la telefonía tradicional, a la que se habituó desde que era una jovencita.

“Yo tengo un celular pero es que nunca lo recargo, solo lo uso en la casa, por el internet pero cuando salgo no lo traigo. A mí me gusta más usar el teléfono público, porque traigo la costumbre de mi época; y yo le cuento a mis hijos que uno siempre andaba con ese montón de monedas y se tenía que sentar a esperar, porque se hacían unas filas larguísimas.

“Recuerdo lo incómodo que era cuando uno iba a hablar con un novio, porque siempre había un montón de gente esperando en la fila y escuchaban lo que uno hablaba”, cuenta Durán, quien es madre de cuatro hijos.

Durán caminó por los diferentes parques del centro de la capital en busca de un teléfono, sin embargo, no encontró uno que se pudiera utilizar hasta que llegó a la Plaza de la Cultura. En el caso de los aparatos que se ubican en el Parque Central, estos están dentro del perímetro cerrado en prevención al contagio de la covid-19, lo que le impidió usarlos.

Ella ocupaba llamar a su hermana, a la que acompañaría a una cita médica, sin embargo, por más intentos que hizo, no le contestó la llamada que hizo por cobrar.

“Hay gente que compra tarjetas de recarga, pero yo lo que uso es el servicio del 1110, ahí la contestadora le pide a uno que digite el número al que quiere llamar y entra la llamada, pero es cuestión de suerte, por ejemplo, mi hermana no me contestó”, afirma.

“A mí me gusta más usar el teléfono público, porque traigo la costumbre de mi época; y yo le cuento a mis hijos que uno siempre andaba con ese montón de monedas y se tenía que sentar a esperar, porque se hacían unas filas larguísimas”, Nidia Durán, usuaria teléfonos públicos.

Y pese a que es una cliente frecuente de los teléfonos públicos, Duran confiesa que en ocasiones le da un poco de pena hablar desde un teléfono público, no porque escuchen lo que dice, sino porque la gente se sorprende al verla hablando desde un equipo de este tipo.

“Yo veo que ya nadie los usa y de hecho hasta me da vergüenza porque yo veo que ahora la gente lo ve a uno como un bicho raro”, expresa entre risas.

Luego de que la usuaria se marchó para buscar a su hermana, los teléfonos públicos volvieron a su estado habitual: desocupados. Y así lucieron a lo largo de la tarde, más aún tomando en cuenta que a eso de las 3 p. m. la lluvia apareció en el centro de la capital.

El 1110, eterno favorito

“Usted tiene una llamada por cobrar de…”

Podrán quedar pocos teléfonos públicos, pero nunca faltarán las personas que utilicen estos aparatos para hacer llamadas por cobrar. Para muchos usuarios de estos dispositivos, el servicio 1110 (antes 110) fue, es y seguirá siendo un salvador de emergencias.

De hecho, este recurso es uno de los más utilizados en los teléfonos públicos. De acuerdo a datos suministrados por el ICE, del total de llamadas por cobrar que se realizan mensualmente en el país, un 80% provienen de la telefonía pública.

Por ejemplo, en enero del 2021 al servicio 1110 se registraron un total de 182.729 llamadas y de esa cantidad, 143.387 provenían de un teléfono público.

“Yo veo la telefonía pública y el 1110 como un híbrido. Este es un servicio que se utiliza mucho a través de los teléfonos públicos y todos estos equipos permiten hacer llamadas a cobrar, precisamente porque es telefonía pública”, explica Lara.

Eso sí, como es un servicio exclusivo del ICE, no es una opción que puedan utilizar las personas que quieran llamar a clientes de otras redes de telecomunicaciones.

“Ha sido un cambio paulatino, pero conforme la tecnología móvil se ha venido ampliando, el teléfono público ha pasado a un segundo plano. Es decir, ya no es de los servicios más rentables que tiene el ICE”, Magaly Salas, ICE.

Según explica Lara, esto se debe a que los cobros son revertidos y si permitieran que el servicio funcionara con otras redes, generaría muchísimas complicaciones en la facturación.

Otro de los servicios que todavía es bastante utilizado por los usuarios de los teléfonos públicos es el 1113. A esa línea el cliente puede llamar y solicitar un número de teléfono.

“Son líneas que parece que no fueran muy usadas, pero que la gente todavía los utiliza bastante. A este número el usuario llama y le atiende una operadora a quien se le solicita el número de teléfono que requiere y un sistema electrónico le facilita el contacto”, agrega Lara.Para rato

Pese a que la telefonía pública ha ido en descenso, la encargada de la Unidad de Infraestructura de Telecomunicaciones del ICE fue enfática en que no se tiene contemplado eliminar este servicio.

La razón es muy sencilla: los teléfonos públicos se han convertido en prácticamente un proyecto de responsabilidad social para la institución, pues es un servicio que, según Lara, es bastante concurrido en lugares específicos como cárceles, hospitales y zonas indígenas.

“Aunque no está dentro de nuestros primeros servicios de uso y que no se considere un servicio altamente rentable, la telefonía pública es de mucha utilidad y se sigue utilizando.

“El servicio de telefonía pública llega a las comunidades más vulnerables, a los sitios más alejados y a las personas que más lo necesitan y al ser un servicio universal, tenemos la responsabilidad social de seguirlo manteniendo, precisamente porque llega a los lugares más remotos, sitios en los que este es el único medio de comunicación. Entonces parte de los planes que tenemos es darle continuidad, hasta que de alguna forma tengamos otro tipo de tecnología que nos obligue a cambiar”, comenta.

Asimismo, Lara detalla que para eliminar un servicio, el ICE primero hace un análisis de mercado, así como una valoración de rentabilidad sobre el costo-beneficio.

Y aunque “los públicos” son poco usados en gran parte del país, la experta asegura que el mantenimiento que se le da a todas las unidades es constante e incluye revisiones preventivas y correctivas.

“Tenemos equipos un poco obsoletos, entonces lo que hacemos es que realizamos una valoración del equipo y si hay posibilidad de tener uno nuevo, con otro tipo de comunicación, lo retiramos. Para ello, hacemos todo un estudio para no afectar a los clientes”, añade.

Además, cuando se trata de dispositivos que presentan alguna avería, se atienden inmediatamente. Esto garantiza que a lo largo del país los teléfonos públicos funcionen en condiciones óptimas.

De hecho, Lara afirma que incluso en ocasiones, cuando no se enteran de la avería del teléfono, los mismos clientes son los que los alertan, pues generalmente reportan las fallas.

Además, como es previsible, los teléfonos públicos no son ajenos al vandalismo y nunca falta alguien que dañe estos aparatos.

“Hay gente que no los cuida, más que todo los que están en la capital. Cuando nosotros nos damos cuenta de que alguno está fallando, lo atendemos, porque sabemos que no podemos dejar algunos sitios fuera de servicio. Sin embargo, hay otros lugares como, por ejemplo, los teléfonos públicos que están en escuelas y centros penales, que son muy cuidados por los usuarios, porque son su único medio de comunicación”, enfatiza.

Por ello, la telefonía pública seguirá escribiendo su historia en el país, esa que comenzó hace poco más de cinco décadas y que a lo largo de los años ha sido testigo de miles de historias y anécdotas al compás del caer de las monedas o del abrir de los paquetitos de las recordadas tarjetas Colibrí.

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