Más de la mitad (55%) de las personas en América Latina no se pueden conectar a Internet de manera cotidiana. La falta de cobertura de los servicios de banda ancha y de asequibilidad impide que los estudiantes accedan a los recursos digitales para su aprendizaje. En especial, la pandemia por Covid-19 evidenció que el déficit de conectividad también es una barrera para la educación.
Para resolver esta problemática, se requieren estrategias de conectividad educativa más efectivas basadas en tres claves: la articulación multisectorial en cada nación, colaboración entre sector público y privado, e implementar un enfoque diferenciado para llegar a diferentes contextos sociodemográficos, especialmente las zonas rurales.
Así lo muestra un nuevo informe del Grupo de Trabajo sobre Tecnología e Innovación en la Educación de El Diálogo Interamericano, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial.
Se estima que se necesitarán 47 mil millones de dólares para conectar a la región con fines educativos antes de 2030, debido a que el despliegue de infraestructura de banda ancha móvil es costoso. Las grandes inversiones no se podrán solventar con entidades aisladas y esfuerzos individuales.
El estudio destaca que será fundamental la articulación multisectorial en los países para impulsar una agenda de conectividad educativa. Las distintas instituciones educativas y de desarrollo digital deben operar con una visión común que se exprese en un marco normativo y un esquema de colaboración en el que cada una tenga un rol, para lograr ampliar las oportunidades de conectarse a la red entre los estudiantes y docentes.
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Pero sin la colaboración multisectorial en la toma de decisiones será poco probable que la agenda educativa y pedagógica sea incluida en las estrategias digitales de manera suficiente, advierte el informe.
Colombia ha avanzado en la articulación multisectorial, por ejemplo, a través de su nueva política pública para la transformación digital. La estrategia contempla el objetivo de reducir la brecha digital para permitir que los estudiantes de zonas rurales puedan conectarse y aprender en línea, además de que recién este año se emitió una ley que reconoce a Internet como un servicio público esencial y universal, lo cual obliga a las autoridades a dictar medidas para garantizar el acceso.
De acuerdo con las organizaciones que elaboraron el estudio, las alianzas público-privadas deben ser otro eslabón para la conectividad educativa, ya que posibilitará obtener financiación para la expansión rápida y a bajo costo de cobertura regional, sobre todo en el contexto de la emergencia sanitaria.
A lo largo de la pandemia, los gobiernos y los operadores de telecomunicaciones han sellado acuerdos para ampliar la cobertura de los servicios y hacer los precios más asequibles, incluso se han ofrecido planes de Internet y telefonía gratuitos para la población más vulnerable.
Uruguay presentó un caso exitoso en la conectividad educativa. Años atrás, ya había integrado su Plan Ceibal para el despliegue de Internet y equipos tecnológicos en las escuelas. Todas las escuelas estaban totalmente conectadas previo a la pandemia. El panorama era alentador, pero el nuevo desafío que trajo el confinamiento por la Covid-19 fue llegar a los hogares.
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En principio, siete de cada 10 estudiantes contaban con la misma calidad de conexión en sus hogares que en la escuela y acceder a la plataforma de aprendizaje en línea. Durante la suspensión de clases presenciales, se reforzó el Plan Ceibal para cuadruplicar la capacidad de los servidores y se pactaron acuerdos con los operadores de plataformas para liberar el tráfico de datos para el 30 por ciento de los estudiantes que no podía acceder a Internet de alta calidad en sus hogares.
Otro de los elementos clave que se tienen que tomar en cuenta en las estrategias digitales para la educación es abordar los diversos contextos que se viven en la región, especialmente en la ruralidad, donde las condiciones geográficas imponen retos adicionales para llevar conectividad.
La investigación explica que se necesita diseñar soluciones alternativas más inmediatas para las localidades rurales, en lugar de optar por infraestructura que no puede ser viable en el corto plazo, como el despliegue de fibra óptica por su alto nivel de capacidad.
Algunas zonas rurales requerirán conectarse a Internet para tomar clases en línea o descargar contenido interactivo diario, pero otras usarán la conexión para consultar al maestro o presentar tareas. Cada actividad demanda una estrategia diferenciada y diversificar las opciones de conectividad, por ejemplo, conectarse a través de puntos de acceso Wi-Fi o planes de Internet móvil a bajo costo.