México | Ser gamer es un pasatiempo costoso

CNNExpansión Fernando Guarneros

Jugar videojuegos es un pasatiempo cada vez más costoso, especialmente en Latinoamérica, donde los precios de juegos y consolas se han elevado por diversas razones, como la falta de atención por parte de las empresas hacia los mercados de la región, así como situaciones económicas propias de cada país.

Un título de estreno para plataformas de última generación, como Horizon Forbidden West para PlayStation 5 suele venderse en 70 dólares en Estados Unidos. Sin embargo, en México este precio se eleva hasta los 1,799 pesos, es decir, poco más de 88 dólares, lo cual es una muestra del panorama que deben enfrentar los jugadores.

En el caso de México, Fernando Campos, CEO de la tienda de videojuegos digitales Nuuvem, menciona que los distribuidores no realizan un proceso de localización apto para el país, ya que lo consideran como América del Norte y eso genera que los precios sean similares a los de Estados Unidos, lo cual considera injusto, porque tales precios están fuera del poder de compra de la región.

¿Por qué los videojuegos son tan caros en México?

Una realidad es que los precios dentro de la industria se suelen regir por el comportamiento del dólar estadounidense. Por ello, en otras regiones como la Unión Europea, los precios no tienen variaciones, mientras que con el peso mexicano se observa un incremento de los costos, debido a la depreciación de la moneda.

Aunque podría pensarse que el mercado mexicano y latinoamericano no es relevante para la industria del gaming, son zonas que han avanzado mucho en la adopción de este medio. De acuerdo con datos de la consultora Newzoo a marzo de 2022, en la región existen 242 millones de jugadores.

Aquellos que pagan por sus experiencias contabilizan 146 millones de gamers y los mercados más importantes son Brasil (53.3 millones), México (45.3 millones) y Colombia (13.3 millones).

A pesar de esas cifras que muestran la importancia de los videojuegos en Latam, el especialista detalla que los distribuidores no tienen en cuenta las condiciones y características de cada mercado, con el fin de adaptar sus precios para que sean más asequibles.