Reforma Jorge F. Negrete P.
Desde hace un par de décadas, Europa ha venido siendo una influencia incuestionable para la regulación del mundo digital.
La víspera de una regulación digital comenzó en el viejo continente con la la naciente tecnología 3G. Estados, autoridades y empresas tecnológicas liberaron inversiones e infraestructura. Las marcas Nokia, Ericsson y Alcatel-Lucent tenían el control tecnológico de la tecnología móvil.
Junto a ellas, surgió una nueva generación de autoridades y regulación en materia de competencia y telecomunicaciones liderada por la Oficina de Comunicaciones de Reino Unido (Ofcom), una referencia tomada por Europa y toda América Latina. Ofcom adquirió buen nombre y sus prácticas regulatorias se difundieron por todo el mundo.
El momentum de Estados Unidos fue con 4G. Fue el campeón para liberar espectro, invertir, pero, sobre todo, identificar las primeras externalidades derivadas del ancho de banda, estabilidad y seguridad de la red. 4G hizo crecer la economía estadounidense, sus empresas (Big Tech), e impulsó la innovación y el liderazgo de las tecnologías que definieron una generación, con teléfonos inteligentes, aplicaciones y servicios móviles.
Se globalizaron Facebook, Google-Android, Apple, Amazon y surgieron las primeras empresas de la era del acceso: Uber, Spotify, Airbnb, Amazon y Netflix, entre otras. Estados Unidos reguló no regulando, dejando que el mercado determinara la expansión de servicios e inversión, bajo un pragmatismo regulatorio.
Paralelo a esta autoridad, Europa desarrolló un sólido régimen legal de protección de datos personales y regulación de la privacidad, fortaleció el derecho de la protección al consumidor y, de manera reciente, se ha buscado la defensa de los derechos digitales y la regulación de las plataformas digitales, bajo el concepto de mercados y servicios digitales.
Europa tiene el sistema legal más robusto para la sociedad digital que se haya visto. Un régimen jurídico que se sustenta en la tradición de conversar entre los Estados en Europa.
¿El resultado? Europa está molesta consigo misma y con las plataformas digitales, con las empresas de Internet. Europa no es el hub digital que espera, realiza enormes inversiones para digitalizar su economía y a la sociedad, con dinero público y no le gustan las prácticas económicas de las empresas de Internet en muchas áreas.
Hoy, Europa está saturada de operadores de telecomunicaciones, con un mercado atomizado, carece de economías de escala, padece hipertrofia en materia de competencia y sostiene una permanente batalla en contra de las plataformas digitales, particularmente las estadounidenses.
Europa, a través de la iniciativa Global Gateway, “pretende fortalecer las conexiones entre Europa, el mundo y ayudando a los países socios a abordar la brecha digital y a integrarse aún más en el ecosistema digital global”. Europa busca aliados y alianzas en el mundo, frente a China y EUA; y, ya llegó a América Latina.
¿Bajo qué principios?
- “La UE promoverá su agenda digital centrada en el ser humano en el escenario global y promoverá la alineación o convergencia con las normas y estándares de la UE.”
- “Las tecnologías digitales deben proteger los derechos de las personas, apoyar la democracia.”
- “Los derechos y principios digitales descritos en la declaración complementarán los derechos existentes, en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE.”
¿Quién puede estar en contra de esto? Nadie. De estos tres puntos, me llama la atención la transparencia del primero. Europa “promoverá su agenda digital y la alineación o convergencia con las normas y estándares”. Es decir, es una acción deliberadamente política, dentro de la geopolítica mundial. Nada raro, pero donde Latinoamérica no ha construido ni diálogo, ni lenguaje común, ni gramática o, una base sólida para debatir nuestra oportunidad digital. Una forma segura de caer en el populismo regulatorio a gran escala, detener la innovación, el empleo y generar bloques políticos de diplomacia digital.
Presidente de Digital Policy & Law
Twitter @fernegretep