¿Qué pasó? Como me decía la Nereida del mediterráneo en Colombia: “hace un mes todo era felicidad” Nos fuimos a fin de año pensando que Colombia desplegaría conectividad y redes, pero no.
El lado sexy. Colombia es el país más entusiasta y comprometido en el tema de política digital y adopción tecnológica. Prepara la mayor cantidad de profesionales para el mundo digital que se conozca en la región. Realiza Andicom, el gran mercado en América Latina. Tiene agenda y rumbo en transformación digital. El ministro TIC, Mauricio Lizcano, quiere Inteligencia Artificial, derechos humanos habilitados en la red, economía digital y sabe que se necesitan redes robustas de telecomunicaciones, más cobertura y redes 5G. Ha hecho un gran trabajo.
El dark side. En un mundo donde el sector de las telecomunicaciones se consolida, Colombia se multiplica: Brasil, de 4 operadores de telecomunicaciones, se consolidó a 3. México, de 3 a 2. Estados Unidos, de 4 a 3 y China tiene 3. Chile tiene 4 operadores y ninguna empresa pública, con la mayor cobertura de servicios y el mejor desempeño de red de la región.
El caso de Colombia es el más complejo en América Latina. Cuenta con el mayor número de empresas públicas operando por sí solas o asociadas con alguna privada: Movistar tiene una inversión de 30% del gobierno; ETB es la empresa de telecomunicaciones propiedad de la alcaldía de Bogotá; Emcali es propiedad del municipio de Santiago de Cali; y UNE/ Medellín, es dueña de 51% de la empresa Tigo. Colombia tiene el ingreso por usuario más bajo de la región y apenas bajó los precios del espectro. Es un sistema de competencia distorsionado.
El problema. La semana pasada se presentó una carta suscrita por 10 empresas de conectividad: sí, 10, que solicitan la aplicación de medidas en materia de competencia económica para Claro. La carta señala que, de 10 pesos del sector, 5 son para Claro y 5 para las otras empresas; señala que, por cada peso de inversión de Claro, tiene una utilidad 10 veces mayor a los otros operadores, y que tienen 455.000 empleados entre las 11 empresas.
Tenemos un problema, la carta es una confesión involuntaria narrada en 1ª persona de la ineficiencia estratégica y financiera del sistema de operadores de Colombia, es decir, de lo que se ha hecho mal.
Claro, con sólo 27.7% del total de espectro asignado, atiende a 46% de los usuarios colombianos. Movistar y Tigo, en conjunto, tienen 35.1% del espectro, con una menor cobertura de usuarios. Ambas con inversión pública y problemas de capitalización. Claro tiene 8.000 trabajadores y los 10 operadores casi medio millón y operan con pérdidas.
Estamos frente a un problema estructural que no se va a resolver con regulación asimétrica, sino consolidando al sector, bajando gastos y estructura, capitalizando empresas y vendiendo participaciones públicas lo más pronto posible.
Un deja vu regulatorio. Claro adquirió espectro 4G en la banda AWS porque en la licitación de hace casi 10 años, la regulación asimétrica le impidió adquirir ese espectro. ¿Qué sucedió? La falta de esa banda afectó a millones de colombianos. Esa banda se asignó, entre otros, a Avantel, ahora Wom. ¿Se explotó esa banda correctamente?, no. El daño fue para el usuario.
Colombia no necesita regulación asimétrica. Telecall, la nueva empresa que entró en la subasta 5G, va a crear una guerra de precios inevitable, descapitalizando aún más al sector. Wom anunció la baja de sus inversiones en Colombia y la regulación asimétrica va a impactar la inversión de Claro, inhibiendo el estímulo competitivo para capitalizar y volver eficiente al sector en su conjunto.
La historia la conocemos en México: se abandonó la cobertura rural, las inversiones se fueron a Colombia, Brasil y Austria, e incluso un operador que promovió la regulación de preponderancia para América Móvil abandonó las concesiones y se volvió un Operador Móvil Virtual. Pateamos adelante el balón y tenemos 25 millones de mexicanos sin conectar.
El diagnóstico. El diagnóstico de la carta confunde un cáncer de páncreas con un problema endocrinológico. La solución que buscan no va a mejorar a estas empresas, ni traer más inversión, ni despliegue de redes, ni capitalización, ni venta de empresas públicas. Va a retrasar la conectividad de las áreas marginadas del país y la innovación.
La negación en el sector de las telecomunicaciones en Colombia debe transformarse en mensajes de política pública y regulatorio, que vuelvan eficientes sus empresas. De lo contrario, volveremos a ver esta película en dos años más y, así, de forma sempiterna.