¿La tecnología puede cambiar el rumbo de una sociedad? Sí. Y está vinculada al Estado, el poder y la economía.
La historia lo demuestra. La ingeniería y la arquitectura del poder en Egipto, la navegación y barcos de Atenas, la rueda y los caballos de guerra en Asiria. La ingeniería romana. Los territorios físicos de los reinos garantizaban la proveeduría de insumos y productos para las grandes potencias. Territorio era igual a poder y con el tiempo a Estado. El Imperio Británico dominó colonias, protectorados y otros territorios entre los siglos XVI y XX y fue uno de los imperios con mayor extensión: de la India a Shangai, de Australia a Estados Unidos, de Canadá a Nueva Zelanda.
Imperios como el español llevaron a decir a Carlos V: “en mis dominios nunca se oculta el sol”. Portugal con Brasil, África y Macao. China, monolítica, milenaria y soberana, producto de cientos de batallas por la conquista y defensa de su territorio. Estados contemporáneos como Rusia, Estados Unidos, Canadá e India nacieron con la idea de territorio, igual a economía y recursos naturales. Por siglos, barcos cargados de metales preciosos y productos agrícolas del nuevo mundo enriquecieron las arcas de las cortes europeas.
El territorio, sus recursos y la tecnología generaron el nacimiento de los Estados contemporáneos.
La ciudad y la industria. A finales del siglo XVIII y mediados del XIX surgió la Revolución Industrial. Un cambio de paradigma económico a partir de la tecnología mecánica que impactó procesos de producción e incorporó la máquina industrial. Las fábricas generaban valor y se encontraban en las ciudades. Las colonias buscaron su independencia de los imperios y éstos sustituyeron la extracción remota de la riqueza, por fábricas. Empezaron a exportar productos y tecnología.
La civilización en su conjunto diseñó un orden del trabajo industrial que se exportó de Occidente al mundo. Las vacaciones, jornada laboral, derecho del trabajo y la organización industrial. Las ciudades concentraron nueva mano de obra, asentamientos humanos, expansión inmobiliaria y nuevos servicios públicos.
La tecnología 4G, como la revolución agrícola, fue la era de los nuevos territorios. Obsequió la experiencia del ancho de banda, la interconexión global de Internet y una experiencia superior. Los negocios digitales 3G tan solo se concentraban en la oficina móvil y se hacía negocios desde la computadora fija o de escritorio.
Cuando la experiencia 4G, su estabilidad, ancho de banda y globalidad denunciaron ineficiencias en las cadenas de valor de los negocios tradicionales, comenzó la evolución acelerada de los nuevos negocios digitales. Su externalidad fue sorprendente, nacen negocios globales, disruptivos y empresas dominantes como Facebook, Google, Amazon, etc.
En 2012, Facebook tenía mil millones de usuarios, hoy cuenta con 2,450 millones; YouTube tenía 800 millones, hoy más de 2,000 millones; WhatsApp tenía 400 millones, hoy más de 2,000 millones; Instagram tenía 40 millones, hoy más de 1,000 millones; Messenger tiene 1.300 millones de usuarios, TikTok 800 millones y Twitter, 340 millones. Al igual que la revolución agrícola, la relación entre territorios, mercado global y poder es inevitable.
5G habilitará, junto a todo el ecosistema digital, el regreso a las ciudades y a la nueva revolución industrial-digital. Algunos teóricos le llaman la Cuarta Revolución Industrial, la Internet 2.0, pero más allá del neologismo, Internet habilitará nuevas cadenas de valor, más poderosas que 4G y negocios verticales: energía, automóviles, metalmecánica, industria en todas sus formas.
¿La ignorancia genera más confianza que el conocimiento? Sí, y no lo acepto. Se desconfía porque se sustenta en datos, innovación y evidencia empírica.
Los Estados que asuman el pensamiento digital fortalecen sus instituciones políticas, económicas, la igualdad jurídica y social. 5G lleva una promesa de bienestar digital y falta el líder que la cumpla.
Presidente de Digital Policy & Law
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