Reforma Verónica Baz
Hoy muchas personas preferimos extraviar nuestra cartera que nuestro teléfono móvil. Y es que hace mucho tiempo que dejó de ser solo un teléfono, pues para muchas personas -especialmente las más jóvenes- este artefacto representa también independencia, conectividad, opciones de entretenimiento e incluso movilidad o acceso a servicios financieros. Quizás es algo similar a lo que para otras generaciones significó manejar un automóvil.
A través del análisis de la consultora The Competitive Intelligence Unit (CIU), sabemos que los usuarios de teléfonos inteligentes en México superan los 90 millones y que en el cuarto trimestre del año pasado, el mercado de las telecomunicaciones móviles tuvo un crecimiento de 9.8% y solo la compra de equipos móviles creció en 10%.
Los smartphones son, sin duda, uno de los artículos más vendidos en la historia pero, en México, siguen en la sombra dos conversaciones. La primera es la relacionada con el diseño de las aplicaciones y redes sociales, cuyo objetivo ha sido que las personas pasen horas y horas frente a la pantalla, con consecuencias indeseadas para las dinámicas sociales, la productividad y la salud mental.
Para quienes diseñan los teléfonos, las redes sociales, los navegadores y las aplicaciones, pasar más tiempo en una pantalla no representa un problema, sino un indicador de éxito de sus productos. Algunas personas logran ponerle límites a su smartphone, pero muchas otras fracasamos continuamente.
Al respecto, han surgido aplicaciones que ayudan a bloquear otras aplicaciones o ponerles límites a algunas funcionalidades en relación a su tiempo de uso u horarios. Otra opción mucho más radical es el Light Phone, un teléfono, que surgió en Estados Unidos, que vuelve a lo básico para sólo hacer llamadas y enviar mensajes de texto.
Entre los valientes que lo compraron, están quienes dicen que los ha regresado a las actividades que realmente tienen valor en sus vidas, dándoles profundidad y enfoque; quienes lo alucinaron y regresaron cuanto antes a sus viejos teléfonos y quienes usan su Light Phone en algunas ocasiones. Sea cual sea la reacción, lo cierto es que, lo que proponen ayuda a generar conciencia y es una buena opción para quienes no se pueden separar de sus teléfonos.
La segunda conversación tiene que ver con el impacto social y ambiental que tiene la forma en la que producimos, consumimos y desechamos estos artículos. Los teléfonos inteligentes, a diferencia de los fijos, no están diseñados para durar mucho tiempo, o más bien, están perfectamente diseñados para durar poco. En México, el periodo de reemplazo, de acuerdo con CIU, es de poco menos de dos años.
En reacción a esta dinámica de uso y desecho, en 2013 surgió Fairphone, empresa de los Países Bajos cuyo objetivo es extender la vida útil de los teléfonos (algo que se logra con una estructura modular que permite reemplazar partes cuando ya no funcionan y un adecuado programa de reciclaje), utilizar materias primas y procesos de fabricación de menor impacto sobre el ecosistema, y asegurarse de que existan condiciones de trabajo justas para todas las personas de la cadena de producción. Fairphone es un proyecto en expansión.
Después de años de utilizar teléfonos celulares, los consumidores seguimos seleccionándolos con base en las variables de siempre: precio, forma, diseño, sistema operativo, cámara, etc. ¿Qué tan lejano estará el día en que elijamos teléfonos diseñados para buscar tener vidas más equilibradas y generar un menor impacto negativo?