Cinco Días Inma Moscardó
Más de 5.000 satélites permanecen en la órbita de la Tierra, aunque de ellos, solo unos 1.900 están operativos. ¿El resto? Se ha convertido en basura espacial. Los que están en funcionamiento observan casi cualquier cosa que pasa en el planeta y se utilizan en todo tipo de aplicaciones, ya sean civiles o militares. Uno de los primeros fines de los satélites fue “precisamente observar la Tierra y su clima”, recuerda Carlo Buontempo, director del servicio de monitorización del cambio climático de Copernicus, “cuando los astronautas llegaron a la Luna y tomaron la primera foto de la Tierra desde fuera del planeta en 1969”.
Desde entonces ha llovido mucho y el clima de la Tierra no es el mismo. Los casquetes polares se derriten, los océanos se calientan y los fenómenos meteorológicos no dejan de sucederse e influir no solo en el tiempo atmosférico sino en la agricultura. “Hoy la información que nos proporcionan los satélites nos permiten trazar un mapa bastante exacto de lo que son las variables esenciales sobre el clima del planeta y son una herramienta fundamental para observar los cambios y poder actuar; nos permite saber dónde se producen esas modificaciones, cuándo, cómo y cuánto”, explica Buontempo.
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