No hay dudas de que Panamá, a pesar de ser un país pequeño, es una potencia marítima y logística regional, que cuenta con las condiciones para convertirse en un socio ideal para llevar adelante los planes de Estados Unidos (EE.UU.) de relocalizar en América Latina la producción de microprocesadores (chips, en inglés).
Su alto nivel de conectividad marítima y aérea, el uso de dólar estadounidense, una economía estable y una democracia robusta son algunas de las cartas con las que cuenta el país para convertirse en el principal hub para el almacenamiento y distribución de chip de la región, siendo este un primer paso para luego tratar de atraer a los fabricantes de este tipo de productos a fin de que se establezcan en el país, aprovechando las facilidades que ofrece a la inversión extranjera a través de sus leyes de empresas multinacionales y para la manufactura, así como sus diferentes regímenes de zonas francas.