Geopolítica de los pagos digitales: un sistema fragmentado, como Internet y el mundo

SWIFT se ha convertido en una herramienta de influencia geopolítica

Brett Scott, Cloudmoney

En enero de 2017, Jack Ma dio un golpe sobre la mesa: Ant Financial anunció que había llegado a un acuerdo para comprar MoneyGram, empresa estadounidense y el segundo mayor transmisor de dinero del mundo, por 880 millones de dólares.

MoneyGram es una empresa pública: Ant Financial compraría las acciones a un precio superior al que cotizaban en ese momento y, de acuerdo con ambas empresas, el principal accionista de la compañía, Thomas H. Lee Partners, estaba de acuerdo con el trato, y el cierre de la adquisición estaba previsto para la segunda mitad del año. 

Dos meses después, salió otro postor: Euronet Worldwide, también estadounidense, elevó la puja por MoneyGram: ofreció 1,000 millones de dólares (one billion) por la remesadora, pero al mes siguiente Ant elevó la suya a 1,200 mdd, por lo que la Junta aprobó la más alta y Ant desbancó a Euronet. 

Jack Ma incluso se reunió con el presidente estadounidense Donald Trump previo a la primera oferta, pero el trato nunca se concretó. Al año siguiente, enero de 2018, el gobierno de Estados Unidos bloqueó la transacción por preocupaciones de seguridad nacional. Al provenir de una compañía del exterior, el trato requería la aprobación del Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos (CFIUS, por sus siglas en inglés) y no la obtuvo. 

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Pero, a todo esto, ¿quién es Jack Ma? Este emprendedor chino quizás no sea tan conocido como su homólogo estadounidense, Jeff Bezos, en este hemisferio. Jack Ma es el fundador y CEO de Alibaba, la empresa de comercio electrónico más grande de China y una de las plataformas digitales de ventas en línea con mayor volumen en el mundo. ¿Y qué es Ant Financial? Es la división financiera nacida en el seno de Alibaba. Se escindió de ella en 2011 y posteriormente se convirtió en afiliada del grupo. Ant es la matriz de Alipay, el servicio de pagos más grande de China, con una participación de más de la mitad (55%) del mercado. Hasta la mitad de 2025, tiene relegado al segundo lugar a WeChat, la superapp de su rival Tencent que, entre sus múltiples servicios, también ofrece la opción de pago. Al comienzo de la segunda década del siglo XXI, el gobierno chino abrió el sistema financiero a sus propias gigantes tecnológicas (Alibaba y Tencent) y en sólo un decenio acapararon todo el mercado al grado de que hoy prácticamente ya erradicaron el dinero físico, pues todo se paga por medio de las superapps.  

Un sector del gobierno, los reguladores y algunos legisladores estadounidenses interpretaron la transacción como un intento del gobierno chino de infiltrarse en el sector financiero estadounidense. Los congresistas Robert Pittenger y Chris Smith advirtieron, en una columna publicada en The Wall Street Journal, que, dado que aseguraron que el gobierno chino era un “accionista significativo” en Ant, en caso de aprobarse, “obtendría un acceso significativo a los mercados financieros y a información sobre los flujos de dinero internacionales específicos de los consumidores”.

Ahí está la clave, no en la acusación de que el gobierno chino sea accionista de Ant, sino en los flujos internacionales de dinero. Ant buscaba apropiarse de MoneyGram para afianzar su presencia global: la remesadora tiene 350,000 sitios de envío y recepción de dinero alrededor del mundo, donde Ant sirve a 1,300 millones de clientes. Este movimiento estratégico, lo convertiría en uno de los mayores transmisores de dinero del mundo, y no ya sólo de China, algo que ya hace su principal contrincante a través de Tenpay Global, la división de pagos transfronterizos de Tencent. Y esa es la otra clave: los pagos transfronterizos. El caso de MoneyGram y Ant dista de ser el único de esta índole y las tensiones geofinancieras no se limitan sólo a la disputa entre Estados Unidos y China.

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Mientras las remesas —el núcleo del negocio de MoneyGram, así como el de su principal competidor, WesternUnion— son consideradas transferencias P2P (entre pares), con un valor total de 785,000 millones de dólares; hay otro mercado más grande en valor, que es el de los pagos transfronterizos entre empresas, valuado en 31.7 billones (trillion) de dólares en 2024. 

Así, todo bien con los pagos nacionales: cuando una empresa quiere pagarle a otra puede hacerlo a través de los sistemas nacionales, en México a través del SPEI (Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios); el problema viene cuando hay que hacerlo allende las fronteras, ya sea a un proveedor o que un cliente extranjero quiera pagarle por un producto que importó.

En la actualidad, existe un estándar, SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), un sistema global de mensajería financiera que es usado por 11,500 bancos en más de 200 países y territorios alrededor del mundo. No obstante, pese a ser el mecanismo más usado, no es universalmente unánime que funcione a la perfección y es objeto de críticas, sobre todo por parte de los nuevos jugadores del terreno de la tecnología financiera (Fintech). 

Además de los cuestionamientos operativos por parte de los nuevos disruptores digitales, que atañen a la eficiencia, el costo y la rapidez de las transacciones, tal como ha advertido el antropólogo económico y activista financiero Brett Scott, “SWIFT se ha convertido en una herramienta de influencia geopolítica”. 

Irán fue excluido de la red en 2012 por sanciones y los principales bancos de Rusia fueron desconectados una década después, en 2022, luego de que el gobierno de Putin decretara la invasión de Ucrania. Ambos son países que Occidente considera dos de sus principales enemigos. Por ello, el también periodista y escritor se refiere a esta exclusión como una “forma segura de estrangular los pagos internacionales” y, de esta manera, quedar descartado de facto del sistema financiero global. 

Así, ya sea de forma voluntaria, porque desde luego que China no permite que las gigantes tecnológicas extranjeras y mucho menos las estadounidenses —como Meta, a través de su servicio WhatsApp Pay, por ejemplo— ingresen al país, o de forma impuesta arbitrariamente y en contra de su voluntad, como en los casos expuestos previamente, el sistema financiero está cada vez más fragmentado, al igual que Internet y el mundo mismo, como ha quedado de manifiesto con el nuevo ascenso de Trump a la presidencia de Estados Unidos, quien es un enemigo declarado de la globalización y ha hecho todo lo posible por socavarla en estos ocho meses que lleva en el cargo.

Ante este nuevo mundo multipolar, no sólo en lo político sino también en lo financiero, han comenzado a surgir nuevas alternativas de pagos digitales transfronterizos, sobre todo por parte de quienes desafían el actual orden establecido de dominancia del dólar sobre la economía global: ahí está BRICS Pay, un sistema multidivisa desarrollado por el grupo para liquidar transacciones entre países en sus monedas locales y reducir la dependencia de la moneda de Estados Unidos, un país que también los considera una amenaza. Cabe recordar que todos los países sancionados o excluidos mencionados previamente forman parte de los BRICS, y en conjunto suman economías boyantes y miles de millones de habitantes, por lo que en caso de que se materialice esta promesa, podría disrumpir, o al menos desafiar, el sistema financiero internacional.