Jesús Ramírez Stabros
Ex Secretario General de ASPA
Según Wikipedia, la frase es atribuida a James Carville, estratega de la campaña de Bill Clinton en 1992, “La economía, estúpido” (the economy, stupid), que llegó a convertirse en el slogan de la campaña de Clinton para derrotar a George H. W. Bush. Afirma que la estructura de la frase se ha utilizado desde entonces para destacar los más diversos aspectos que son considerados como esenciales en algún asunto de interés colectivo.
La irrupción del tema aeronáutico en la opinión pública mexicana en los últimos años y sobre todo en estos últimos diez meses no tiene precedente.
Desgraciadamente es el escándalo: el gasto desmedido, la imposición de decisiones políticas absurdas y necias, la inconformidad y los señalamientos de incapacidad gubernamental en donde se ha centrado el debate cuando teníamos todo para enfocarlo en aspectos muy positivos tales como, el enorme potencial y fortaleza de la industria aérea nacional, en la mayor capacidad competitiva del país, en mejores y más opciones para los usuarios y en la gran capacidad de crear empleos de primera línea para mujeres y hombres jóvenes mexicanos.
Como todo lo que mal empieza mal acaba, además de que todo lo que está mal puede estar peor si no se hacen las cosas bien, estamos transitando ahora por una etapa más avanzada de la tragedia en la que han sumido a la aviación nacional y que amenaza su existencia.
A través de una iniciativa de ley se pretende crear una “política pública” para darle vida a un aeropuerto que no sirve, ni servirá para cubrir las necesidades de transportación aérea que reclama el país desde hace muchos años.
México demanda un aeropuerto con capacidad para 120 millones de pasajeros al año, hoy el AICM en su máximo de ocupación y ya saturado, recibe 51 millones y dicen que el Felipe Ángeles cuando llegue a su máxima capacidad recibirá 20. Esto representa un déficit de 49 millones de pasajeros al año, aun suponiendo sin conceder – como dicen los abogados- que el Felipe Ángeles consiguiera llegar a recibir 20 millones como afirman.
Iniciaron con la absurda decisión de hacer un aeropuerto en contra de todas las opiniones técnicas posibles que durante muchos años (más de 40) se habían discutido y fundamentado científicamente; el resultado de esta errónea decisión ya estaba previsto en muchos de aquellos estudios a saber, un aeropuerto en Santa
Lucía no contaría con la capacidad aeronáutica que requiere México porque no hay espacio aéreo.
El debate sustantivo sigue siendo el mismo: el espacio aéreo.
Aunque los aduladores del gobierno quieran encontrar todo tipo de virtudes al aeropuerto Felipe Ángeles, como aquellas de que es cómodo porque está vacío, tiene pista larga, aterrizó el avión grandote de Biden y sólo se requieren dos horas para llegar y un largo etcétera, la realidad sin embargo es muy necia; así construyan diez carreteras más y veinte puentes para llegar más rápido o le agreguen cinco pistas, el aeropuerto jamás podrá aumentar su capacidad aérea porque no tiene espacio aéreo.
Por ello resulta absurdo aumentar el ya de por si enorme gasto en infraestructura para comunicar mejor a ese aeropuerto con la ciudad.
La capacidad de un aeropuerto se mide en espacio aéreo, no en instalaciones terrestres, ni en carreteras, ni en pasillos, ni en baños públicos por más amplios y decorados que estén.
Todas las operaciones aéreas, despegues, aterrizajes y sobrevuelos del aeropuerto Benito Juárez ( AICM), del Felipe Ángeles y de Toluca, además de aquéllos que sobrevuelan el Valle de México pero que van a otros destinos, se interrelacionan y ocupan un espacio aéreo sobre el Valle de México a cada uno de ellos se debe garantizar toda seguridad aérea para que no choquen los aviones en el aire; ese es el problema tan discutido por los científicos y especialistas mexicanos y de todo el mundo cuando se les consultó por años, su opinión.
Es falso por eso que los vuelos de carga que por decreto pasarán a ocupar los espacios de tierra vacíos del Felipe Ángeles “abran” la capacidad del AICM; no será así porque dichos vuelos de carga ocuparán el mismo espacio aéreo que hoy utilizan y tendrán que coordinarse las operaciones de aterrizaje y despegue de éstos con los aviones que salen y llegan al AICM. Aún con decreto, el espacio aéreo es el mismo, es decir es un juego de suma cero.
EL fracaso del aeropuerto Felipe Ángeles estaba previsto por esa razón; la decisión política de haberlo construido y cancelar el de Texcoco sigue y seguirá cobrando tributo al país y ahora amenaza a toda la aviación nacional.
Pensar que abrir los cielos mexicanos aumentará por fin el uso del aeropuerto Felipe Ángeles es otra terrible equivocación sobre lo mismo.
El tema del cabotaje no es nuevo en el mundo. Algunos países han cometido ese grave error. Fujimori lo hizo en Perú con el mismo argumento que hoy se escucha aquí en México. Aseguró que abriendo los cielos habría más vuelos y éstos serían más baratos. Autorizó así el cabotaje y entregó los cielos peruanos a las aerolíneas
extranjeras, entre ellas las mexicanas, y de esta manera logró quebrar a la aviación peruana.
Las aerolíneas extranjeras entonces, comenzaron su incursión bajando artificialmente los precios (dumping) y volaban algunas rutas que las aerolíneas peruanas hacían, hasta que las sacaron del mercado y las quebraron; una vez ahí, entonces los extranjeros abandonaron las rutas que dejaban pocas utilidades, aumentaron los precios mucho más allá de los que existían antes de la quiebra de las aerolíneas peruanas y dejaron al país incomunicado y dependiente de los intereses de los dueños extranjeros de las aerolíneas.
Cabe agregar aquí, que las gestiones que actualmente realiza el gobierno mexicano para recuperar la categoría 1 en seguridad aérea, no requieren del cabotaje para ser exitosas. La soberanía de los cielos mexicanos nunca ha sido una moneda de cambio en las negociaciones que en esta materia ha hecho México con otros países; México siempre ha conservado sus cielos y su derecho internacional para defenderse del cabotaje.
En aviación le urge a nuestro país una visión y una actitud del Estado diferente a la que hasta hoy han tenido muchos gobiernos.
La política aeronáutica que México requiere va más allá de las políticas coyunturales del actual gobierno.
México necesita una política y una estructura legal y económica en este sector que lo proyecte como una potencia mundial aeronáutica y aeroespacial, que impida las decisiones improvisadas y elimine la discrecionalidad de la que ha sido víctima convirtiéndose por muchos años en el comodín de los intereses del gobierno en turno.
Defender lo indefendible es pelear contra la realidad y ésta, la realidad, es más terca que los tercos. El resultado asegurado es perder.
El debate sobre el aeropuerto Felipe Ángeles seguirá porque la realidad es que no sirve para cubrir las necesidades del país como se mencionó arriba, y mientras haya necesidades seguirá la búsqueda de opciones para resolverlas.
Por tanto, es el espacio aéreo el eje del problema ya que éste no se agranda o se disminuye entregando la aviación nacional.
Intentar salvar una decisión política errónea que dejó como resultado un aeropuerto que no sirve a cambio de entregar la aviación nacional a los extranjeros no es una política aeronáutica, es traición.