La semana pasada tuve la oportunidad de platicar con Adriana Labardini, excomisionada del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), sobre su carrera y el machismo al que se ha enfrentado.
Me contó cómo a lo largo de su carrera fue testigo y víctima de violencia contra las mujeres, pero aquella que describió al interior del IFT fue muy reveladora.
Y es que una de tantas anécdotas que tiene la fundadora del IFT revela cómo, aunque el órgano regulador mexicano surgió como una institución moderna en el sector, no se pudo desprender de la cultura de machismo tan arraigada en México y en América Latina.
Adriana Labardini y María Elena Estavillo rompieron el techo de cristal en el Instituto, y aún estando en los puestos altos al ser parte del Pleno, vivieron hechos sexistas que suponen cómo todavía en esas altas esferas capturaron, desde el lado masculino, la “lealtad” de otras mujeres en puestos más abajo.
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Esta charla con Labardini la publiqué en el sitio web de Once Noticias, sin embargo, la rescato y destaco hoy en este espacio porque considero que es un tema del cual se debe hablar y dar a conocer para romper con esas prácticas.
Conforme la comisionada (María Elena) Estavillo y yo llevábamos ya tres años (en el IFT), veíamos mucho miedo en las mujeres, nadie puede dar ni medio paso. Había mujeres jefas de departamento o subdirectoras que les prohibían hablar con nosotras. Un día invitamos a un grupo grande de mujeres de niveles jerárquicos bajos a que charlaran media hora con nosotras en nuestra oficina, sobre cómo se sentían, cómo veían el sistema de servicio profesional de carrera, si tenían las mismas oportunidades, si las entrevistas eran justas, si sentían que sus jefes ya tenían candidatos favoritos para el puesto, si había casos de violencia. Las invitamos a tener un cafecito y creo que se podían tomar 20 minutos para escucharlas.
Tres minutos antes de esa reunioncita en mi oficina, estas chicas tenían, literal, que pedir permiso hasta para ir al baño. Tuvieron que avisarles (a sus jefes), y en tres minutos recibí 15 llamadas de directores generales para decir por qué las invitaba yo, que seguramente con quien quería hablar yo era con el director General.
Como no nos convencieron que fueran sus jefes quienes fueran a hablar, a los dos minutos antes de la reunión nos avisan de la administración que hay simulacro de terremoto. Los simulacros siempre te avisaban una semana antes, nunca era dos minutos antes. Lo hicieron a las nueve de la mañana, cuando vamos escuchando la alarma del simulacro en el edificio.
Pusieron en riesgo a todo el personal con tal de que no habláramos, imagínense el miedo que tendrían porque platicáramos por cuestiones de derechos de las mujeres.
El gran reto en el Instituto es que si a la cuestión de género le agregas que hay grupos políticos, es mucho peor. A María Elena y a mí nos sorprendió que esas mujeres que son protegidas por ese equipo no sólo de comisionados, sino a nivel medio, a ellas las van a proteger sólo en la medida que protejan a los hombres de ese grupo.
Cuando opinan diferente o proponen un proyecto regulatorio o emiten públicamente una opinión diferente, son de alguna manera sancionadas o expulsadas de ese grupo de confianza. Entonces ellas se vuelven operadoras para no perder la chamba o facilitadoras de ciertas conductas misóginas.
La comisionada María Elena Estavillo, con quien también tuve la oportunidad de platicar sobre el tema en estos días, coincide con la vivencia narrada por Adriana Labardini.
Adriana (Labardini) y yo impulsamos la realización de una encuesta sobre violencia de género al interior del Instituto. Esta fue una historia larga, pero recibimos un combate interno tan fuerte que no das crédito, tuvimos que realizar esa encuesta en un parque, no pudimos usar las instalaciones del Instituto siendo comisionadas. Era una encuesta de violencia contra mujeres al interior del Instituto, nos dábamos cuenta cómo no existían los mecanismos para atenderlas, eran muy deficientes o eran mecanismos de revictimización de muchas mujeres que no quisieran iniciar ninguna acción.
Ambas excomisionadas y fundadoras del IFT coinciden en que hoy las cosas seguramente han cambiado porque se crearon iniciativas al interior del Instituto que protegen y apoyan a las mujeres, aunque consideran que no son suficientes. Sin embargo, no hay que olvidar que en 2021 hubo un caso de denuncia de acoso por parte de una funcionaria, que por ello fue despedida, y recontratada una vez que se hizo pública la información.
Por otro lado, no olvidemos que el Pleno del IFT sigue incompleto y son cuatro hombres los actuales comisionados. Sigue pendiente por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador enviar a sus dos perfiles femeninos seleccionadas para ocupar dos plazas como integrantes del Pleno del regulador.