El Economista Jorge Bravo
El 9 de septiembre se celebra el Día Mundial del Vehículo Eléctrico. La electromovilidad es un imperativo para enfrentar la crisis climática y las transformaciones económicas globales.
Los vehículos eléctricos (VE) han dejado de ser una curiosidad tecnológica para convertirse en una pieza central del desarrollo de las políticas públicas de las naciones avanzadas. Pero el futuro de la movilidad eléctrica no sólo está impulsado por las innovaciones tecnológicas, también por tensiones geopolíticas.
La industria de VE es otro campo de batalla de una competencia feroz entre Estados Unidos, Europa y China, como también lo es la tecnología 5G o la Inteligencia Artificial. Un informe de la Agencia Internacional de Energía reveló que China contribuyó con 60% de las ventas globales de VE en 2023.
China ha tomado la delantera en la fabricación de VE: produce 60% de los vehículos eléctricos del mundo y controla más del 80% de la cadena de suministro de baterías, el componente más importante de estos medios de transporte. Esta hegemonía preocupa a Occidente: algunos gobiernos y empresas intentan reducir su dependencia de proveedores chinos.
Estados Unidos y Europa (fiel a su costumbre cuando se ven rebasados) han comenzado a imponer aranceles del 100% a la importación de vehículos eléctricos chinos. En 2023, la Unión Europea inició una investigación sobre las subvenciones que China otorga a sus fabricantes de VE.
EE.UU también ha aumentado los impuestos a las importaciones de tecnologías chinas bajo la Ley de Reducción de la Inflación. Incluye incentivos para que las empresas produzcan VE dentro del país. Este proteccionismo busca preservar y desarrollar las industrias locales (principalmente Tesla), pero está ralentizando la adopción de VE a nivel global al limitar la competencia y sostener los precios elevados.
En México, la transición hacia la electromovilidad está en una etapa incipiente, pero con un gran potencial de crecimiento al permitir la entrada de múltiples fabricantes de VE.
Recientemente, DiDi tomó la iniciativa para acelerar este cambio: lanzó una alianza por la electromovilidad que reúne a todos los actores de la cadena de valor, desde fabricantes de autos como GAC, JAC, SEV, Neta, Changan y BYD hasta empresas de seguros como Sura. Esta iniciativa busca incorporar 100 mil VE para 2030 con una inversión de mil millones de pesos para crear un ecosistema para el despliegue de vehículos eléctricos en el país, especialmente en las grandes ciudades.
Para que la electromovilidad despegue en México, los esfuerzos de la iniciativa privada deben estar acompañados por políticas públicas favorables a la innovación. El gobierno tiene la responsabilidad de crear las condiciones adecuadas mediante incentivos fiscales, subsidios a la infraestructura de carga y regulaciones que promuevan la transición de las flotillas de vehículos comerciales y de transporte público hacia modelos eléctricos.
Un marco regulatorio y financiero atractivo (como ocurre en China, EE.UU y Europa) es crucial para lograr que más empresas, especialmente en logística y transporte de personas, adopten VE.
La masificación de los VE en México no sólo es una oportunidad para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también para detonar el desarrollo económico. Un estudio de BloombergNEF espera que el costo total de propiedad de los VE sea menor que el de los vehículos a combustión interna para 2027. Esto abriría las puertas para una adopción masiva por empresas como consumidores individuales.
Además, México podría aprovechar su cercanía geográfica con Estados Unidos, el nearshoring y sus tratados comerciales con países asiáticos y la Unión Europea para convertirse en un hub de producción de VE. Tesla anunció (aunque no ha concretado) inversiones para construir una fábrica en Nuevo León, lo cual generaría empleos y fortalecería la cadena de suministro local.
Desde una perspectiva ambiental, la adopción de VE en México reduciría las emisiones de carbono del sector transporte, el cual representa 25% del total de emisiones. También se reduciría la contaminación del aire en ciudades, mejoraría la salud y bajarían los costos asociados a enfermedades respiratorias.
China, Europa y Estados Unidos son los líderes indiscutibles en la adopción de vehículos eléctricos, pero las razones de su éxito son distintas. China ha logrado su dominio gracias a una estrategia agresiva de subsidios y apoyo estatal a la innovación, además de su control sobre las materias primas esenciales para la fabricación de baterías de litio. Europa ha adoptado regulaciones ambientales estrictas que han obligado a las empresas automotrices a producir VE y a las empresas a electrificar sus flotillas, mientras que EE.UU., con incentivos públicos, impulsa la producción local de VE.
Otros países también están avanzando. En Noruega, 86% de los autos nuevos vendidos en 2023 fueron eléctricos, gracias a incentivos fiscales, una amplia infraestructura de carga y una cultura del cuidado al medio ambiente.
La democratización de los VE pasará por las plataformas digitales y los servicios de movilidad compartida, como es el caso de DiDi. Estas plataformas de Internet facilitan la adopción de flotillas eléctricas, reducen los costos iniciales para los conductores y garantizan que los vehículos (menos ruidosos y menos contaminantes) estén siempre en uso, lo cual maximiza la eficiencia.
La logística, el transporte público y las plataformas de movilidad son los sectores que tienen mayor potencial para liderar la transición hacia la electromovilidad. La alta rotación de vehículos en estas industrias significa que los beneficios económicos y ambientales de los VE pueden ser evidentes en muy poco tiempo, generando un efecto dominó en otras industrias. Un informe de McKinsey proyecta que para 2030, 40% de las flotas de reparto en las principales ciudades del mundo serán eléctricas.
Mientras la geopolítica marca las reglas del juego de los VE y los países buscan proteger sus industrias, empresas y gobiernos pueden trabajar de la mano para acelerar la adopción de la electromovilidad. En México, la pregunta no es si debemos apostar por la electromovilidad, sino cómo acelerarla, masificar y democratizarla.
X: @beltmondi