Grupo Televisa podría ser el único gigante de las telecomunicaciones en México que ofrezca la famosa convergencia o el cuádruple play, que implica los servicios de televisión de paga, televisión abierta, telefonía e Internet fijos, y telefonía e Internet móviles.
La sola posibilidad de que Grupo Televisa potencialmente compre AT&T México (como se ha hablado en los recientes días y meses) y se consolide como el único gigante capaz de ofrecer este paquete completo enciende todas las alarmas sobre el futuro de la competencia y, por lo tanto, del bienestar del consumidor.
Esta proyección no es sólo una noticia económica, sino una crónica anunciada de un desequilibrio regulatorio y de mercado. No hay que perder de vista que Televisa ya ostenta una posición hegemónica en los servicios mencionados.
Por ejemplo, de acuerdo con el Banco de Información de Telecomunicaciones (BIT), Grupo Televisa tiene el 54.80% de participación total en el servicio de TV de paga con 12 millones de accesos totales.
Hay que recordar que Grupo Televisa vende, de manera empaquetada, su servicio de TV de paga, con Internet y telefonía fija. Incluso desde hace algunos años comenzó a ofrecer también Izzi Móvil a través de la Red Compartida, aunque teniendo en su poder el negocio de AT&T, sería un verdadero gigante, pues esta empresa ostenta más de 20 millones de líneas totales, más las 9.5 millones de líneas de Movistar que funcionan por la red de AT&T.
Al sumar la telefonía y datos móviles a su oferta, Grupo Televisa adquiriría un poder de negociación, de fijación de precios y de empaquetamiento.
En este caso, el término “preponderante” se quedaría corto y tendría que evolucionar o ser eliminado, pues estaríamos hablando de una convergencia monopólica que sofocaría cualquier intento de competencia real.
Las implicaciones son severas. Para los consumidores, tener un actor dominante tan robusto significa la erosión de la capacidad de elección. Las ofertas paquetizadas se convertirían en la norma, dificultando la contratación de servicios individuales y eliminando el incentivo para que otros operadores innoven o bajen sus precios. Hay que recordar que tras la reforma de telecomunicaciones de 2015, y hasta la fecha, el único servicio que no disminuyó sus tarifas fue el de la televisión de paga, incluso está documentado que sus aumentos de precio son constantes.
Desde el punto de vista regulatorio, el escenario obliga a una intervención firme y preventiva. La Comisión Reguladora de Telecomunicaciones (CRT) no puede limitarse a observar cómo se gesta una concentración de poder que, si bien puede ser el resultado de movimientos estratégicos de mercado, tiene el potencial de revertir los avances logrados en la apertura del sector.
El objetivo de la regulación no debe ser la maximización del tamaño de una empresa, sino la garantía de un entorno competitivo que beneficie a la ciudadanía. Permitir que una sola entidad domine el cuádruple play es invitar a la complacencia, al alza de precios y, en última instancia, al estancamiento de la innovación.