El Economista Jorge Bravo
El 24 de febrero se cumplió un año de la guerra híbrida entre Rusia y Ucrania. Tres son las novedades tecnológicas de ese conflicto: el uso de drones tanto comerciales para reconocimiento como militares para munición, operaciones cibernéticas de ataque a sistemas e infraestructuras críticas y guerra ideológica basada en la desinformación y la propaganda mediante el uso de medios de comunicación, Internet y redes sociales.
Las guerras siempre han generado desarrollos tecnológicos, innovación y la de Rusia vs. Ucrania no es la excepción. La razón es porque los gobiernos, países y ejércitos beligerantes dedican más inversión y presupuesto para defensa, investigación y desarrollo, lo cual redunda en nuevos armamentos y tecnologías.
Una guerra híbrida combina diversas modalidades de confrontación, incluida la convencional, de guerrillas, de información, psicológica, cibernética y económica.
En una guerra híbrida como la de Ucrania, los bandos utilizan propaganda, desinformación y tergiversación en redes sociales. También tecnologías avanzadas como Inteligencia Artificial y ciberseguridad para mejorar sus capacidades de ataque cibernético y alcanzar sus objetivos.
Desde el inicio de las hostilidades, la tecnología digital ha sido una herramienta crucial para ambas partes en el conflicto. Los militares rusos han utilizado drones y sistemas de Inteligencia Artificial para recopilar información y apoyar sus operaciones en territorio ucraniano.
Las fuerzas de Ucrania también han desplegado drones proporcionados por occidente y han utilizado sistemas de ciberseguridad para proteger sus infraestructuras de comunicaciones y evitar ataques informáticos.
La tecnología digital también ha tenido un impacto en el ámbito económico y empresarial de la región. Muchas compañías tecnológicas occidentales han reducido sus operaciones o han abandonado Rusia debido a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea en respuesta al inicio de las hostilidades.
Estas sanciones han tenido un impacto significativo en la economía rusa, y muchas empresas tecnológicas occidentales han optado por trasladarse a otros países para preservar su reputación con un discurso antibélico y pro ucraniano.
La ciberseguridad se ha convertido en una de las principales preocupaciones para las compañías y los gobiernos de todo el mundo a raíz del conflicto. La guerra ha evidenciado la vulnerabilidad de los sistemas digitales y la importancia de contar con medidas de seguridad efectivas y reforzadas. Los ataques informáticos han sido utilizados por ambas partes en el conflicto para obtener información y causar daño a la infraestructura crítica y la economía del adversario.
La ciberseguridad se ha convertido en una industria en expansión. Las empresas de tecnología han desarrollado soluciones de seguridad cada vez más sofisticadas, y los gobiernos han tenido que aumentar sus inversiones en esta área, así como formular políticas y estrategias de ciberseguridad.
La guerra entre Ucrania y Rusia también ha visto un aumento en los ciberataques y hackeos, que han afectado a sitios web gubernamentales, infraestructuras críticas y empresas. Los ataques cibernéticos han sido utilizados por ambas partes para recopilar información, sabotear sistemas y crear caos en el territorio del adversario.
En el ámbito de la propaganda, ambas partes han utilizado Internet y las redes sociales para difundir su mensaje e intentar persuadir a la opinión pública tanto en cada país como a nivel mundial.
No olvidemos que es una guerra que se recrudeció en 2022, pero los conflictos se remontan a 2014 e incluso antes. Eso significa que la estrategia de ambos países ha estado orientada hacia la propaganda, la desinformación y las noticias falsas con varios años de entrenamiento.
Tanto Rusia como Ucrania han creado “operaciones de bandera falsa”: historias y narraciones que aparecen en los medios de ambos bandos, en las redes sociales y que son comentadas, desautorizadas o refutadas por autoridades políticas y militares de ambos frentes y por los medios de comunicación, confundiendo a las audiencias sobre la veracidad/falsedad de las mismas y la razón/sinrazón de cada bando.
Ucrania ha utilizado Internet y las redes sociales para contrarrestar la propaganda rusa y difundir su propia narrativa, no menos matizada de falsificaciones. El gobierno ucraniano ha creado portales y plataformas en línea para desmentir las noticias falsas y difundir información verificada sobre la guerra y sus consecuencias, pero también ha construido historias falsas sobre las motivaciones, movilización y acciones rusas.
Las redes sociales como Twitter, Facebook o TikTok dicen ser neutrales, apolíticas y que no son responsables del contenido que suben los usuarios. Sin embargo, YouTube bloqueó los medios estatales rusos. Facebook también bloqueó las ediciones oficiales rusas de RT y Sputnik en la Unión Europea. Además, la monetización y la publicidad no funcionan para las cuentas rusas. Twitter tiene publicidad limitada en Ucrania y Rusia. También redujo la visibilidad de los tuits publicados por los medios estatales rusos.
La propaganda rusa ha sido acusada de difundir noticias falsas y de crear cuentas apócrifas en las redes sociales para influir en la opinión pública y sembrar la discordia en Ucrania y en otros países.
Los objetivos propagandísticos del frente ruso son crear un pretexto para la invasión, justificarla, deshumanizar a los ucranianos y demostrar su fuerza.
La propaganda ucraniana busca atraer la empatía de diferentes audiencias: los propios ucranianos, el mundo de habla inglesa y los rusos anti guerra. Se busca que la opinión pública mundial sienta que Ucrania está protegiendo algo más que su territorio.
En América Latina estamos más expuestos a los medios, agencias de noticias y propaganda occidentales y pro ucranianos. Pero existen más narrativas y debemos estar entrenados para leer las intenciones y falsedades de cada bando. Como dice el clásico: “la verdad es la primera víctima de la guerra”.