Internet y las tecnologías digitales ―como la Inteligencia Artificial, Big Data o el Internet de las cosas― están transformando radicalmente el mundo del trabajo, las ocupaciones laborales y las habilidades requeridas en los diversos sectores ante la llegada de la Cuarta Revolución Industrial.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advierte que las ocupaciones que más están creciendo son aquellas relacionadas con la economía digital, pues la irrupción de las tecnologías en los diversos campos sociales, económicos e industriales genera nuevas oportunidades de ingresos e impulsa la productividad y la competitividad.
La digitalización de la economía permite procesos más eficientes, disminuye los costos de las transacciones y abre la puerta a nuevos modelos de negocio, basados en el aprovechamiento de los datos.
Plantea un cambio estructural en las organizaciones y los sectores productivos, pero también una transformación de fondo, de orden cultural.
Así, la economía digital trae consigo nuevos esquemas de trabajo y colaboración. Si antes predominaba un modelo de trabajo fijo, rígido, presencial, manual, jerárquico y diversificado, ahora se están desarrollando nuevos esquemas más flexibles, independientes, remotos, horizontales, especializados, temporales y compatibles con la vida personal.
Uno de estos modelos se ha desarrollado con la irrupción de las plataformas digitales que han transformado los sectores tradicionales, como el de transporte (con DiDi, Lyft, Uber o Cabify) y la entrega de comida (DiDi Food, Rappi, Uber Eats o Sin Delantal).
Estas plataformas de la llamada economía colaborativa se han expandido en la región latinoamericana y están planteando un nuevo modelo de colaboración que cuestiona los parámetros del trabajo tradicional y ejemplifica las características de los nuevos esquemas propios de la era digital.
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La economía colaborativa es entendida como el intercambio de actividades, bienes y servicios entre diferentes actores a través de las plataformas tecnológicas.
Empresas como DiDi, Rappi o Airbnb actúan como intermediarias entre los oferentes (establecimientos, restaurantes, conductores, etcétera) y los demandantes (consumidores, pasajeros o viajeros).
Al conectarse a las plataformas, millones de personas en la región han encontrado una nueva fuente de ingresos desempeñándose como conductores o repartidores, u ofreciendo servicios profesionales (existen aplicaciones de servicios médicos a domicilio, por ejemplo) y conectando con nuevos clientes.
En estas ocupaciones predominan modelos de flexibilidad, independencia, autonomía y temporalidad; son los colaboradores quienes eligen los horarios, las zonas, el tiempo dedicado, a cuántas plataformas se inscriben y tienen la posibilidad de dejarlas en cualquier momento.
Las plataformas colaborativas representan, asimismo, una opción relevante para ciertos grupos que enfrentan numerosas barreras para integrarse a otros mercados laborales, por cuestiones como la falta de cualificaciones, discriminación, incompatibilidad de horarios y la preferencia de tener libertad y ser sus propios “jefes”.
Por ello, en la región las personas migrantes utilizan las aplicaciones tecnológicas para generar ingresos, mientras que las mujeres encuentran en ellas una actividad económica compatible con la diversificación de sus actividades, pues generalmente ellas se encargan de las tareas domésticas y de cuidado de otros.
El éxito de esta economía de las plataformas se debe en buena medida a estas cualidades difíciles de encontrar en las ocupaciones tradicionales. Además, la pandemia por la Covid-19 impulsó su crecimiento en América Latina.
Durante los últimos más de dos años, el coronavirus y la crisis económica desencadenaron millones de pérdidas de empleos en la región, especialmente en los sectores más vulnerables y precarizados.
Ante el aumento del desempleo y la imposibilidad de acceder a mayores oportunidades en buena parte de las ocupaciones tradicionales, las plataformas digitales han brindado una vía de trabajo bajo demanda, como una alternativa para la generación de ingresos complementarios o como fuente principal.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señala en un reciente análisis que las plataformas de transporte, logística y entrega a domicilio se posicionaron como una importante vía de ingresos en este contexto, pues más personas se unieron a las aplicaciones y la demanda de servicios a través de ellas incrementó significativamente.
Además, de manera autónoma millones de personas, emprendedores y comercios están utilizando las plataformas digitales para expandir sus negocios y tener nuevos canales de venta a través del comercio electrónico.
Los establecimientos y comerciantes ahora tienen tiendas en línea u ofertan sus productos y servicios a través de Mercado Libre, Amazon o incluso mediante las redes sociales como Facebook e Instagram.
La digitalización de la economía también ha promovido cambios en los sectores tradicionales, sobre todo debido a la pandemia de la Covid-19.
Durante los periodos de confinamiento o de restricciones a la movilidad en el espacio público, las empresas y organizaciones implementaron esquemas de trabajo remoto para evitar contagios y mantener en funcionamiento sus actividades comerciales.
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En promedio, una quinta parte de los trabajadores de la región pudo teletrabajar durante la pandemia, sobre todo en el sector formal de la economía y en aquellos países con mejor nivel de conectividad.
En Chile, por ejemplo, casi 25 por ciento de la población económicamente activa pudo trabajar desde casa, mientras que en Perú sólo lo hizo 14 por ciento.
La Organización Internacional del Trabajo estima que entre 20 y 30 por ciento de la población asalariada en la región trabajó desde casa durante la contingencia sanitaria.
Otro informe de McKinsey destaca que la pandemia propició una “inflexión tecnológica” en el sector productivo y aceleró la digitalización no sólo de las operaciones, también de la estructura organizacional, incluida la forma de trabajar.
Tras el levantamiento de las medidas de aislamiento social, algunos sectores han vuelto al modelo de trabajo tradicional, de forma presencial y en un lugar fijo.
Sin embargo, muchos otros también han optado por mantener el teletrabajo e incluso han desaparecido sus oficinas y modificado los contratos laborales para permitir que las personas laboren desde casa a largo plazo.
En ese sentido, en su informe sobre tendencias de consumo para 2030 (publicado en 2019), la compañía sueca Ericsson proyecta que el trabajo remoto será la norma en la década siguiente, ya que ofrece importantes ventajas como la flexibilidad, disminuir los tiempo de traslado, mejorar la eficiencia, la comodidad y permitir un mayor balance con la vida personal.Tanto la economía gig como el teletrabajo hanllegado para quedarse y para cuestionar los modelos y las normas de ocupación tradicionales, apostando por la flexibilidad como clave para mejorar el rendimiento, la efectividad, la productividad y los beneficios sociales para la población.