Negocio de torres en América Latina: ganar-ganar para operadores y torreras

La venta de pasivos como la infraestructura y las torres permite a las telcos hacer más eficiente su operación y reducir costos para invertir en sus redes; en paralelo, las empresas de torres adquieren mayor relevancia en el ecosistema digital.

Actualmente, más de 52 por ciento de las torres en América Latina y el Caribe (ALC) son propiedad de empresas especializadas en ese mercado. Desde hace alrededor de una década, los operadores móviles comenzaron a optar por vender o separar ese segmento de su infraestructura pasiva en busca de maximizar el valor de su negocio y generar ahorros.

A medida que las telefónicas deben aumentar sus inversiones para mejorar la calidad y variedad de sus servicios 3G, 4G y, próximamente, 5G, han “desarrollado un camino de desprendimiento de sus activos y una mayor apertura a compartir infraestructura con otros operadores”, dijo a DPL News el Vicepresidente de Asuntos Públicos de American Tower para América Latina, Rodrigo Jiménez.

En lugar de gastar tiempo y dinero en construir y mantener sitios, arrendar el espacio que da soporte a su red es significativamente menos costoso, y permite concentrarse en el usuario final y atender la creciente demanda en el tráfico de datos. En ese sentido, la tercerización de las torres se perfila como un ‘ganar-ganar’ para los operadores y las torreras.

De acuerdo con un estudio de Waplan Analytics, hacia 2025 los ingresos de los propietarios de torres en todo el mundo se duplicarán hasta los 33 mil millones de dólares, debido al impulso obtenido con la venta de emplazamientos o a través de movimientos para segregar sus torres en unidades independientes. En tanto, la consultora Technavio es más optimista y estima que para 2023 el mercado valga 43 mil 700 millones de dólares.

En la región latinoamericana, los ejemplos se han multiplicado en los últimos años. América Móvil escindió Telesites en 2015, que a la fecha tiene 16 mil 606 torres en México, su principal mercado donde concentra casi 50 por ciento de la participación, y 298 en Costa Rica. Su mayor cliente es el operador del mismo grupo, Telcel, y también ha signado contratos con AT&T, Telefónica y otros.

Un ejemplo más es Entel. Recientemente vendió mil 980 torres en Chile y mil 262 en Perú a American Tower por 722 millones de dólares. Con la liquidez aportada a través de la transacción, logró dejar atrás sus deudas: la empresa pasó de los números rojos a reportar ingresos netos por 193 millones de dólares al cierre de 2019.

Telefónica creó Telxius en 2016 para concentrar en ella infraestructura considerada como “no estratégica”, incluidos activos en América Latina, y mejorar su monetización. La filial tenía alrededor de 18 mil sitios en su poder, pero en septiembre de 2019 la empresa española anunció sus planes para aumentar el valor del resto de su cartera de 50 mil torres.

El primer paso lo dio en noviembre, cuando traspasó a Telxius mil 909 emplazamientos en Brasil. Un mes después, vendió a Phoenix Tower 2 mil 029 torres en Ecuador y Colombia por 290 millones de euros: mil 408 en el primer país y 621 en el segundo. Con ese movimiento, se desprendió de más de 6 mil sitios en todo el mundo en 2019.

En específico, en Europa se observa también una reorganización del mercado. Telecom Italia y Vodafone pactaron fusionar sus unidades de torres: Inwit y Vodafone Towers, con miras a compartir los costos del despliegue de 5G y reducir sus deudas. Por su parte, Orange separará sus activos en actividades dedicadas en cada país donde tiene presencia; a la vez, decidió vender mil 500 torres en España a Cellnex por 260 millones de euros.

Todos estos movimientos persiguen el objetivo de hacer más eficientes sus operaciones, a fin de que “puedan pelear la batalla allí donde realmente cuenta, en la relación con el usuario final, donde hasta la fecha las compañías puramente digitales, tales como las gigantes tecnológicas, han capturado la mayor parte del valor”, observa un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Las torreras se diversifican

American Tower es la torrera con más propiedades en ALC: hasta el primer trimestre de 2019, tenía 37 mil 535 sitios. Otros jugadores importantes son SBA Communications, Phoenix Tower International y Grupo TorreSur, además de los activos que aún están en manos de las telefónicas directa o indirectamente.

Este tipo de empresas están aprovechando la tendencia de que los operadores móviles opten por un modelo de co-ubicación en lugar de construir sitios propios, en parte gracias a que las diferentes jurisdicciones de la región “están actualizando sus marcos regulatorios para fomentar y facilitar la conectividad a través de modelos de compartición de infraestructura”, señaló Rodrigo Jiménez.

Los operadores “continuarán buscando formas de financiar sus inversiones para implementar tecnologías de red avanzadas y ofrecer mejores productos y servicios. Para muchos (…), vender sus activos es una forma atractiva de recaudar fondos para financiar esas inversiones” y, como resultado, las torreras esperan seguir adquiriendo estos activos, explicó.

Su rol cobrará más importancia con las nuevas tecnologías como 5G, Internet de las cosas y los vehículos autónomos, así como debido a los esfuerzos de los diferentes países por cerrar la brecha digital, lo cual exige instalar equipos adicionales en torres existentes o construir nuevos sitios.

Cuando las torres quedan bajo la tutela de compañías especializadas, la operación se hace más eficiente debido a que aumenta la explotación del valor de las torres, albergando a varios clientes en una misma unidad, así como con la instalación de más sitios para responder al aumento del tráfico de datos.

El despliegue de 5G plantea retos adicionales, en el cual las redes heterogéneas de small cells, en coordinación con una capa macro mejorada, se convierten en una gran opción para expandir la cobertura. Incluso las torreras pueden apostar por construir esas celdas de menor tamaño en lugares clave, y arrendar la capacidad.

De acuerdo con estimaciones de TowerXchange, el modelo de negocio de “acero y hierba” de las torreras ―basado en la premisa de que estas firmas sólo se ocupan de la torre y lo que hay debajo de ella―está evolucionando en América Latina y el Caribe, especialmente en el caso de aquellas empresas con vínculos estadounidenses.

Las compañías como American Tower y Phoenix International se están esforzando por diversificar su negocio. Al mirar más allá de las torres, incursionan en el despliegue de fibra, redes de Internet de las cosas (IoT, en inglés), celdas pequeñas y en la administración de energía, con el propósito de ofrecer un conjunto integral de servicios en la gestión de infraestructura.

Un ejemplo de ello es la red de IoT de American Tower en Brasil, basada en la tecnología de modulación LoRA. Hasta enero de este año, tenía presencia en 220 ciudades, llegaba a más de 100 millones de personas y a través de ella se habían enviado mil 700 millones de mensajes.

La empresa también ha incursionado en la fibra óptica. En 2017, adquirió RedIT, filial de KIO Networks en México, que en la actualidad tiene más de 4 mil 580 kilómetros en 25 ciudades del país, cuatro cruces fronterizos y ocho entidades de Estados Unidos. También en el mercado de fibra mexicano, Phoenix compró 17 anillos de fibra, equivalentes a 974 kilómetros, preparándose así para la implementación de celdas pequeñas.

En Europa, Cellnex apuesta por dotar de sistema nervioso a las ciudades inteligentes con IoT, computación distribuida para la gestión de datos y diferentes soluciones tecnológicas con las cuales busca adelantarse en el despliegue de un 5G “inteligente” en los diferentes países donde tiene presencia.

América Latina no es una región ‘fácil’ para invertir, ya que el desarrollo de economías de escala se ve afectado por turbulencias económicas. A pesar de ello, sigue siendo un terreno fértil para las torreras y los operadores, apuntan informes de TowerXchange.

En específico, American Tower vislumbra mucho potencial en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay, no sólo en la construcción y adquisición de más torres móviles, sino también con la expansión de su negocio hacia IoT y fibra óptica, destacó el vicepresidente de Asuntos Públicos para América Latina de la compañía.

Retos para la región

En Estados Unidos, las torreras poseen más de un 73 por ciento de las torres móviles y están expandiendo sus sitios a medida que el país busca ser líder mundial en el despliegue de 5G, y el regulador de comunicaciones se apresura a liberar más espectro disponible para las redes móviles.

5G tardará más tiempo en aterrizar en América Latina, pero desde ahora la nueva  tecnología ya está contemplada en las agendas regulatorias de diversos países como México, Uruguay, Colombia o Brasil.

Para atender las inversiones necesarias en infraestructura en el nuevo escenario digital, los operadores tendrán que transferir parte de sus pasivos (las torres) a firmas especializadas o compartir sus sitios a más empresas. El modelo full stack, donde ellos controlaban todos los elementos pasivos y activos, quedó atrás, y con ello las torreras van adquiriendo mayor relevancia mientras los proveedores de telecomunicaciones se concentran en los megas.

Además, la región latinoamericana tiene un gran reto por delante: aumentar la penetración de 4G y cerrar la brecha digital, concentrando los esfuerzos en zonas rurales de los distintos países, donde es menos rentable implementar banda ancha y existen barreras regulatorias a nivel local.

Rodrigo Jiménez expuso que “la revolución digital que estamos viviendo hace que sea más urgente que nunca un esfuerzo de inversión en infraestructura de conectividad para reducir la brecha digital y generar crecimiento económico”.

La región tiene un déficit de infraestructura equivalente al 2.5 por ciento de su PIB ó 150 mil millones de dólares: esto supone una merma de progreso en la economía de 15 puntos porcentuales a lo largo de una década, dijo citando cifras del BID.

En ese contexto, un estudio de la GSMA indica que el costo de construir una macro célula en zonas rurales suele superar los 150 mil dólares, pues “requiere un trabajo significativo para construir los cimientos que soporten torres de gran altura capaces cubrir zonas amplias”.

Al trasladar a compañías independientes la tarea de negociar títulos de terrenos en las localidades y otros permisos para construir torres, los operadores pueden competir en la diferenciación de sus servicios y conectar más lugares sin ahorcar sus finanzas.