El roboticista Rodney Brooks advierte en un reciente estudio que a pesar de las grandes inversiones que se están destinando a la robótica humanoide, los métodos actuales son insuficientes para que esas máquinas desarrollen una destreza a nivel humano.
Brooks sostiene que existen obstáculos fundamentales, tanto físicos como de diseño y aprendizaje, que impedirán que los robots humanoides aprendan a manipular objetos tan ágilmente como lo hacemos nosotros.
El roboticista afirma que aunque compañías como Tesla, Figure y múltiples startups del ecosistema de Inteligencia Artificial (IA) y robótica apuestan fuerte por robots con forma humana, esas máquinas no lograrán igualar nuestra capacidad manual en el corto ni mediano plazo, debido a que agarrar, desplazar o ensamblar objetos depende no sólo de la visión o de algoritmos de aprendizaje, sino de una combinación sofisticada de sensores táctiles, retroalimentación de fuerza, planificación motora y adaptación rápida al entorno.
Brooks señala que los métodos actuales tienden a depender en exceso de redes neuronales que aprenden “por imitación”, estrategia que, según él, “no puede capturar los matices de la sensibilidad humana ni reproducir la flexibilidad con la que las personas manipulan el mundo”.
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Explica que “no basta con entrenar robots en laboratorios o almacenes controlados”. Para que un robot sea verdaderamente funcional en entornos humanos complejos como hogares, edificios o espacios compartidos, se necesitaría un nivel de adaptabilidad que los enfoques actuales aún no pueden garantizar.
Los principales retos que enfrentan los robots humanoides, según el científico, son los sensores táctiles insuficientes, debido a que “los dedos humanos están repletos de receptores que detectan presión, vibración, deslizamientos y texturas finas”, una capacidad sensorial que aún está muy lejos de ser replicada en máquinas y, por el momento, no se pueden reemplazar por sistemas que faculten a las máquinas de tal sensibilidad.
Además, la concepción de aprendizaje es inadecuada, pues para el científico, los enfoques dominantes en robótica apelan al aprendizaje por refuerzo, pero esos métodos “no contemplan la necesidad de planificación motora intermedia ni la modulación continua de acciones con señales sensoriales”.
Según su análisis, los robots deben aprender “qué plan ejecutar y cómo ajustar ese plan a partir de señales sensoriales de contacto, fricción y resistencia”, una habilidad que hoy sigue fuera de su alcance.
Otro problema crítico es la movilidad, ya que “caminar erguidos sobre dos piernas no es natural para las máquinas”, advierte Brooks. Explica que los humanos reciclan energía a través de músculos, tendones y articulaciones, mientras que los robots “gastan enormes cantidades de energía y corren el riesgo de caídas catastróficas”.
Incluso recomienda mantener “una distancia prudente de al menos tres metros” respecto a los robots grandes cuando se mueven, dado el riesgo físico que implican sus caídas o desequilibrios.
Brooks recuerda que “aumentar el tamaño de un robot no es una tarea lineal”. La masa crece con el cubo de la escala, mientras la resistencia estructural sólo crece con el cuadrado, lo que genera relaciones desfavorables entre peso y fuerza. Por ello, copiar exactamente la forma humana a escalas mayores resulta, en sus palabras, “físicamente costoso y potencialmente peligroso”.
En su artículo, el experto también critica lo que denomina “ilusión del robot completo”: la creencia de que un único modelo humanoide podrá un día hacer todo lo que hace un ser humano en cualquier entorno, sin reconfiguraciones. Esta expectativa “es una fantasía comercial y técnica”, asegura.
Tras esta realidad, Rodney Brooks anticipa que dentro de 15 años habrá muchos robots humanoides, pero que “no se parecerán realmente a los humanos”. Tendrán “ruedas en lugar de piernas, múltiples brazos o manos simplificadas con pinzas o ventosas”, adaptadas a funciones específicas más que a una apariencia antropomórfica.
En su opinión, gastar menos en “mercadeo de humanoides” y más en investigación fundamental sería una estrategia más realista.
“La verdadera revolución no vendrá de construir máquinas que parezcan humanas, sino de crear robots que puedan hacer cosas útiles de maneras nuevas”, afirma.
Brooks prevé que muchas de las compañías que hoy promueven humanoides “terminarán olvidadas o reemplazadas cuando surjan diseños más pragmáticos”. Sin embargo, cree que los desarrollos actuales podrían dejar aprendizajes valiosos sobre mecánica, sensores y planificación que servirán de base para la próxima generación de robots.