Los costos de las políticas públicas (o su ausencia) en la conectividad

Dos factores son determinantes para aumentar la penetración de los servicios de banda ancha con precios asequibles para los usuarios finales y retornos de inversión razonables para los operadores de telecomunicaciones: el precio del espectro radioeléctrico y el costo de instalación de infraestructura de planta externa.

Por supuesto, hay muchos otros costos asociados a la prestación de servicios de telecomunicaciones, como los costos que puede traer una regulación deficiente, un mercado altamente concentrado o las ineficiencias operativas de los operadores producto de un mercado poco competitivo.

Pero en esta ocasión me centraré en los factores de costo de espectro y de instalación de infraestructuras, ya que ambos poseen la característica de los altos costos que las políticas públicas (no la regulación) les pueden imponer.

El espectro radioeléctrico es considerado un recurso escaso y se le trata como un bien público propiedad de la nación, como si se tratase de un recurso natural no renovable, similar al petróleo o los recursos minerales, los cuales, una vez extraídos del subsuelo, no se recuperan, por los que el Estado deberá recibir una jugosa contraprestación por su explotación y aprovechamiento.

Este enfoque es, a todas luces, totalmente incorrecto.

En primer lugar, el espectro radioeléctrico no es un recurso natural. Existe sólo en el momento que un dispositivo electrónico emite ondas electromagnéticas en el espacio de frecuencias reconocidas como frecuencias radioeléctricas (por debajo de 3,000 GHz). Las ondas electromagnéticas no requieren de un medio que las transporte: viajan a la velocidad de la luz por el espacio libre (vacío).

La atmósfera terrestre, específicamente el espacio aéreo que normalmente se considera como parte del territorio de un país, tiene la particularidad de atenuar las ondas de radio. Es decir, el espacio aéreo por el cual viajan las ondas de radiofrecuencia no es en sí mismo un medio de transporte, sino más bien un medio que las atenúa de manera directamente proporcional a la frecuencia: mientras más alta la frecuencia, mayor resulta la atenuación y viceversa.

En segundo lugar, no es escaso en esencia. Al ser las ondas de radio ondas electromagnéticas generadas por dispositivos creados por el hombre, existen sólo cuando utilizamos estos dispositivos.[1] Cuando múltiples dispositivos transmiten en la misma frecuencia al mismo tiempo, se crea interferencia entre ellos, eliminando la capacidad de las ondas de radio de transmitir información. Es por esta razón, y no porque las ondas de radio sean un recurso escaso, que es necesario administrar el espectro radioeléctrico, de tal forma que se asegure que los sistemas electrónicos que transmiten y reciben información utilizándolas puedan operar.

El desarrollo tecnológico camina en la dirección de hacer un uso más eficiente del espectro radioeléctrico, permitiendo que sea viable el uso de bandas de frecuencias cada vez más elevadas y la compartición del espectro entre múltiples sistemas de comunicación, reduciendo así la limitante que ha llevado a considerar al espectro radioeléctrico como un recurso escaso.

Sin embargo, en México, como en la mayor parte del mundo, los gobiernos ven el espectro radioeléctrico como una fuente de recaudación de impuestos, esgrimiendo razones de soberanía nacional y uso de recursos nacionales escasos y de gran valor. Esto ha llevado a elevar el costo del espectro radioeléctrico a los operadores que lo utilizan, en perjuicio de los consumidores finales quienes, al fin y al cabo, son los que lo acaban pagando.

En cuanto a la instalación de infraestructura, estamos en un terreno aún más complejo. Normalmente, la instalación de infraestructura de telecomunicaciones es regulada por los gobiernos municipales, estatales y federales de manera muy distinta. Mientras que la regulación federal suele tratar los derechos de vía federales en carreteras, vías férreas, gasoductos y líneas de transmisión eléctrica, como elementos esenciales para el despliegue de infraestructura de telecomunicaciones, las regulaciones municipales y estatales las regulan como si se tratase de obras de construcción convencionales.

Si en el ámbito federal ha resultado complejo el esfuerzo de hacer disponibles derechos de vías para las infraestructuras de telecomunicaciones, en los ámbitos locales ha resultado ser una tarea sumamente compleja y costosa. La simple instalación de fibra óptica que pase por abajo de una calle o al lado de una carretera estatal o camino vecinal que atraviese, por ejemplo, terrenos ejidales, provoca que los costos de gestión se incrementen de manera exponencial.

Lo mismo sucede con la instalación de radiobases en ciudades y pueblos, cuyas normas de construcción contemplan sólo dos tipos de uso de suelo: comercial y habitacional. Al ser consideradas las empresas de telecomunicaciones negocios “lucrativos”, las autoridades locales les imponen fuertes contraprestaciones económicas, la mayoría de las veces ilegales, para permitirles instalar una radiobase en una zona habitacional.

Mientras la infraestructura de telecomunicaciones no sea considerada infraestructura esencial en todos los niveles de gobierno, los altos costos para su despliegue seguirán siendo altos. Costos que, al igual que el espectro radioeléctrico, acaban pagando los usuarios finales.

Los costos del espectro radioeléctrico y de despliegue de infraestructura deben tratarse como prioritarios en la elaboración de las políticas públicas nacionales, al ser elementos fundamentales sobre los que se construye la conectividad, como primera fase de la transformación digital de una sociedad.

Por ello, en el caso de México, es decepcionante cómo estos dos elementos fundamentales de política pública están totalmente ausentes en el “Programa sectorial derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024” [sic.], publicado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes el pasado 2 de julio del presente año.

Simplemente, decepcionante.


[1] Esto es una simplificación, dado que se sabe que hay fenómenos naturales que producen ondas electromagnéticas en las frecuencias de radio, como la radiación de fondo del universo, que se ubica alrededor de los 160 GHz. Sin embargo, esta radiación de ondas de radio se considera ruido, dada su magnitud y falta de coherencia en contenido de información tal como aquella que generan los sistemas creados por el ser humano.

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