La pirinola y las redes NGN en México

La Recomendación Y.2001 (12/2004) de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT-T)[1] define las redes de próxima generación (NGN, por sus iniciales en inglés) como aquellas “rede(s) basada(s) en paquetes que permite(n) prestar servicios de telecomunicación y en la(s) que se pueden utilizar múltiples tecnologías de transporte de banda ancha propiciadas por la QoS,[2] y en la(s) que las funciones relacionadas con los servicios son independientes de las tecnologías subyacentes relacionadas con el transporte. Permite(n) a los usuarios el acceso sin trabas a redes y a proveedores de servicios y/o servicios de su elección. Se soporta movilidad generalizada que permitirá la prestación coherente y ubicua de servicios a los usuarios”.

La movilidad generalizada, según lo define la misma Recomendación Y.2001, es la “capacidad del usuario u otras entidades móviles de comunicar y acceder a servicios independientemente de los cambios de ubicación o del entorno técnico. El grado de disponibilidad de servicio puede depender de varios factores, incluidas las capacidades de la red de acceso, los acuerdos de nivel de servicio (si los hubiese) entre la red propia del usuario y la red visitada, etc. El término movilidad incluye la capacidad de telecomunicación con o sin continuidad de servicio”.

En esta Recomendación, la UIT-T estableció que las NGN deberán de promover una competencia justa, alentar la inversión privada, definir un marco para establecer su arquitectura y capacidades y ofrecer un acceso abierto a las redes, con el fin de:

•   asegurar la prestación y el acceso universales a los servicios;

•   favorecer la igualdad de oportunidades de los ciudadanos;

•   promover la diversidad de contenido, incluida la diversidad cultural y lingüística; y,

• reconocer la necesidad de cooperación mundial, con particular atención en los países menos adelantados.

Sobre el tema, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) me ha invitado a participar en el foro “Redes de Nueva Generación y Perspectivas de la Red 5G”, junto con destacados especialistas del sector y tres comisionados del propio Instituto, el cual se llevará a cabo de manera virtual el 28 y 29 de octubre.

El tema no es nada nuevo. La Recomendación de la UIT-T a la que he hecho referencia data de 2004, cuando los operadores de telecomunicaciones móviles del mundo apenas estaban viendo la evolución futura de sus redes hacia 4G.

Hoy en día ya podemos encontrar documentos y discusiones en Internet sobre las redes 6G, en un momento de la historia de la evolución de las comunicaciones inalámbricas en la cual la situación económica por la que atraviesa el planeta debido a la pandemia por Covid-19 ha puesto a pensar a muchos si la implementación de 5G se retrasará a nivel mundial o, peor aún, sólo los países desarrollados podrán lograr la migración exitosa de sus redes.

Lo preocupante para muchos de quienes habitamos en países de América Latina es qué tanto vamos a quedar relegados en la nueva economía digital respecto de los países desarrollados. Al ver los retrasos de implementación de nuevas tecnologías en las infraestructuras de conectividad y la falta de políticas públicas en materia de transformación digital, el panorama no es nada alentador.

Por supuesto, algunos países latinoamericanos se han adelantado en la tarea, como es el caso de Colombia, pero la disparidad existente es muy probable que aumente dramáticamente en los próximos años si no se toman medidas urgentes para conectar a los desconectados, dando un sentido social, productivo y cultural al acceso a la banda ancha.

Una de las características principales de las NGN será la movilidad generalizada, en los mismos términos ya definidos desde 2004 por la UIT-T. Por ello, es de celebrar que el IFT esté preocupado por el tema. Del nombre del foro que organiza el IFT se desprende la clara relación que el regulador mexicano ve entre las NGN y la evolución de los servicios móviles.

Desafortunadamente, en México ni el Gobierno Federal ni el Poder Legislativo entienden sobre el tema. De hecho, lo aprobado por la Cámara de Diputados en días pasados respecto de la Ley Federal de Derechos (LFD) pareciera indicar que sus objetivos son exactamente los contrarios.

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) había propuesto un alza desmedida en los derechos que se pagan por la utilización de una serie de bandas del espectro radioeléctrico y, aunque los legisladores disminuyeron el impacto, las propuestas del IFT al respecto no fueron escuchadas.

Actualmente, sin tomar en cuenta el aumento propuesto a la LFD, “los pagos en México por espectro en las bandas AWS y PCS son 120.2% más altos a la mediana internacional, mientras que lo pagado por bloques en la banda de 2.5 GHz es 85.28% más alto”.[3]

Mi buen amigo Jorge Fernando Negrete ha señalado acertadamente que, de conservarse la política recaudatoria en materia de espectro radioeléctrico, “se construirá un sistema de represión digital único en la historia, que impactará negativamente en lo más profundo de nuestra democracia y economía. Esta no es la batalla por el precio del espectro, es la batalla por una nueva sociedad y sus derechos digitales”.[4]

Yo creo, en el mismo sentido, que de conservarse la política recaudatoria en materia de espectro radioeléctrico, en México le daremos un nuevo significado a las siglas NGN: “Nadie Gana Nada” y “todos ponen”, como en el juego de la pirinola. En fin…

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