Ha corrido mucha agua debajo del puente

Hace 16 años, un 2 de septiembre de 2009, el New York Times (1) publicaba un artículo sobre el descontento de los usuarios con el operador de telecomunicaciones, que en aquel momento ostentaba la exclusividad de los teléfonos iPhone. El incremento de la adopción de esta novedad tecnológica generó un aumento importante en el tráfico de datos de Internet, provocando que otros servicios entregados sobre la red, como las llamadas de voz y los sms se ralentizaran, lo que provocó estos reclamos. 

Los usuarios bajaban aplicaciones, consumían los primeros streaming de video y navegaban en la web aprovechando todos los recursos que el nuevo dispositivo proveía.

El CIO del operador señaló lo retador que había sido lidiar con la demanda, apuntando que, de un día a otro, cambió radicalmente el uso de la red y no había paralelo para estos niveles de demanda, teniendo incluso que retrasar la salida de ciertos servicios innovadores como el tethering y los mensajes de texto con imágenes o multimedia. 

El artículo también explicaba que la mayor parte de los 18 billones de dólares de inversión para ese año, por parte de la compañía de telecomunicaciones, se dedicarían a fortalecer la red 3G para poder enfrentar la demanda

Sus planes incluían, en ese momento, instalar 2100 sitios adicionales, además de instalar fibra óptica para conectar radiobases.  Asimismo, indica que, aunque la compañía quería hacer estos cambios tan pronto fuera posible, las ciudades tienen procesos muy largos para la instalación de infraestructura y, una vez instaladas, tendrán que pasar por la renovación de las versiones de software para funcionar a mayor velocidad. 

Ya en ese momento se señaló que era esperable que todos los operadores de telecomunicaciones enfrentaran este mismo problema conforme se incorporaran más y mejores teléfonos inteligentes, computadoras y tablets que incrementaran el consumo de datos. 

Hace 16 años ya se retrataba la historia de la presión del incremento de los datos sobre las redes provocado por una innovación tecnológica y un cambio de hábitos de los usuarios. Hoy el problema sólo ha crecido y ya no se circunscribe a un operador, ni a un país, ni a una tecnología, ni a un contrato de exclusividad. 

Un nuevo reto, presente y futuro: la complejización de la gestión y tráfico en las redes 

A inicios de siglo, el tráfico de Internet consistía principalmente en la navegación en sitios web de texto e imágenes, comunicación vía correo electrónico, foros de chat y las primeras redes sociales. Actualmente, el tráfico se concentra en servicios intensivos en datos. 

En América Latina, tan sólo el tráfico móvil pasó de 4 exabytes en 2014 a casi 60 exabytes en 2023, es decir, un crecimiento anual promedio de 46% (2). Se proyecta que hacia 2030 el tráfico móvil total llegue a 190 exabytes. Mientras que en 2011 el tráfico generado por videos a nivel global representó poco menos de 30% del total, en 2024 llegó a casi 75% y para 2030 superará 80%. (3)

Hoy en torno a 70% del tráfico en Internet es generado por sólo 8 grandes plataformas. (4) Las mismas que han visto sus ingresos, rentabilidad y capitalización de mercado crecer significativamente en la última década, al mismo tiempo que los ingresos de los operadores de telecomunicaciones y la capitalización bursátil sufrieron un proceso de estancamiento y caída.

Con datos del Centro de Estudios de Telecomunicaciones de América Latina (cet.la) y Nera, se estima que hacia 2030 será necesario invertir más 17 mil millones de dólares para cerrar brechas digitales y modernizar la infraestructura digital, y otros 32 mil millones para ampliar la capacidad en las redes (estos datos probablemente subestiman el impacto que tendrán las aplicaciones de IA generativa e industrial en el tráfico).

La transformación del ecosistema digital

Durante décadas, las empresas públicas y privadas de telecomunicaciones han invertido, desplegado y modernizado las redes de conectividad que habilitan el acceso a Internet y la transformación digital de las economías y sociedades. 

Sin embargo, las condiciones regulatorias y de mercado hoy no son significativamente diferentes al contexto de hace 15 ó 20 años. Uno de los cambios más profundos, que no tienen su reflejo en la normativa, tiene que ver con la manera como se vinculan e interactúan las redes de telecomunicaciones y el ecosistema digital que germina sobre ellas. 

Entre 2012 y 2020, el ingreso promedio por usuario de telecomunicaciones en la región se desplomó 40%. (5) Este fenómeno responde a varias tendencias: una de ellas es que el mercado de conectividad llegó a su madurez, la alta competencia prevaleciente, la competencia con servicios sustitutos que no poseen el mismo nivel de obligaciones y que el ritmo de adquisición de clientes se desaceleró porque abonar a más usuarios a la red representa costos cada vez más altos. 

La industria de las telecomunicaciones no es hoy un sector con rentabilidades capaces de soportar las transformaciones que vienen en las tecnologías sobre Internet en un escenario de crecimiento exponencial del tráfico y retraimiento de los ingresos. 

Tampoco las grandes plataformas y empresas tecnológicas son las startups que necesitaban facilidades para su desarrollo innovador en los 2010s. 

Las redes y la Internet han cambiado profundamente y la única manera de dar oportunidad a un desarrollo digital sostenible es comenzar a plantear nuevas reglas del juego para habilitar a los habilitadores de la transformación digital.

En definitiva, la evolución tecnológica ha generado nuevos modelos de negocio virtuales y agentes dominantes en el ecosistema digital. 

La provisión de Internet depende de la infraestructura de redes, sobre la cual las transformaciones de los últimos años han supuesto un crecimiento exponencial de tráfico, lo cual plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de la inversión futura para soportar la demanda de las actuales y las nuevas aplicaciones. 

La maximización de los beneficios socioeconómicos vinculados a la digitalización necesita de un ecosistema que garantice la sostenibilidad a medio y largo plazos de la inversión en infraestructura, ya que las perspectivas de crecimiento económico asociadas al desarrollo de tecnologías sobre Internet dependen de que la red suministre grandes flujos de datos a alta velocidad y baja latencia. 

La digitalización hoy se juega en el campo del desarrollo económico y el bienestar hacia la población, ya no se ralentizan lo servicios de voz y sms, sino la capacidad de competir como países en una nueva era digital

Es hora de cambiar las reglas

El estado actual de desarrollo tecnológico requiere que los reguladores sectoriales estudien los mercados digitales en su conjunto. Seguir considerando que es suficiente mantener la visión de túnel, imponiendo regulaciones a la industria de telecomunicaciones es ignorar que el ecosistema digital es hoy mucho más complejo y su interdependencia requiere una mirada normativa distinta. 

Mantener el actual modelo regulatorio y de contribución a la inversión en infraestructura significa que toda la carga de desarrollar y operar las redes siga recayendo sólo del lado de los operadores de red y sus usuarios finales, limitando la posibilidad de inversión y con un efecto regresivo para la mejora de la asequibilidad y el cierre de la brecha digital, lo cual se traduce en afectaciones más acentuadas sobre aquellos que aún no están conectados o no conectados a la última tecnología disponible, a las familias de menores recursos y aquellos que no tienen las habilidades para utilizar la conectividad en forma productiva y significativa.

No se trata de elevar las cargas regulatorias o fiscales para el conjunto del ecosistema digital, sino de entender los nuevos mercados relevantes, la nueva oferta de servicios y reducir las barreras que hoy traban la innovación, la oferta o el despliegue a algunos jugadores, así como fomentar esquemas de desregulación, autorregulación y negociación entre operadores y plataformas con actuación subsidiaria del regulador. 

Es urgente que las autoridades con una visión técnica hacia el futuro digital y como responsables de incentivar la inversión y garantizar servicios de calidad hacia los usuarios, acometan una serie de tareas: 

Analizar los mercados relevantes, incluida una mirada ampliada de los servicios sustitutos; eliminar las asimetrías regulatorias y fiscales entre los agentes participantes del ecosistema con revisiones a la baja de la obligaciones actuales; abandonar la visión recaudatoria de los insumos esenciales para la provisión de los servicios inalámbricos, como el espectro radioeléctrico; y garantizar que el tráfico hacia el usuario sea solicitado y eficiente en el uso del ancho de banda, es fundamental atender el uso eficiente de las redes, el abordaje técnico del crecimiento y concentración del tráfico. 

Cada país podrá marcar su propia hoja de ruta, pero no es opción seguir dilatando decisiones fundamentales.

El futuro de la conectividad y del uso de Internet requiere de implementar efectivamente la corresponsabilidad de todos los actores del ecosistema para el desarrollo de infraestructura. Aplicar las mismas reglas al Internet hoy, que las que fueron diseñadas e implementadas hace una década, o más, es insostenible.

El artículo del New York Times cerró diciendo: “¿Qué de bueno hay en tener todas esas aplicaciones si no se tiene la velocidad para correrlas?” Ha corrido mucha agua debajo del puente desde entonces y el comentario sigue siendo válido.

dplnews Maryleana Mendez ASIET jb300825

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1. Disponible en: https://www.nytimes.com/2009/09/03/technology/companies/03att.html

 2. Disponible en: https://www.gsma.com/about-us/regions/latin-america/wp-content/uploads/2024/10/Uso-de-redes-moviles-en-America-Latina-SPA.pdf.

 3. Cet.la – Ericsson Mobility Report.
 4. Cet.la y Sandvine.

 5. Cet.la. 

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