El País – Susana Carrizosa
Que toda crisis acarrea oportunidades lo atestiguan siete pequeños pueblos de la España vaciada que han logrado dar esquinazo a la covid-19 y gozan de conectividad. Hasta ellos han llegado profesionales que, huyendo de la ciudad y sus aglomeraciones, se han instalado para teletrabajar. Buscan espacios más seguros, donde es posible alquilar una vivienda a partir de 250 euros mensuales o comprar desde 40.000 euros. Otros aprovechan sus segundas residencias. “Al comienzo de la pandemia nos vinimos a Pastrana buscando espacio, aire limpio y buena conectividad para trabajar en remoto. Hemos cambiado 70 metros cuadrados del piso en Madrid por una casa con jardín que ahora es también nuestra oficina”.
Así habla Rafael León, gestor de proyectos digitales, quien asegura que su trabajo “ya se movía con equipos deslocalizados”, lo que le ha facilitado el traslado al pueblo alcarreño donde “es posible trabajar toda la jornada con excelente conexión”. “Aunque la vida en un entorno rural requiere la gestión de nuevas rutinas”, reconoce. Ante el “pequeño éxodo” que están viviendo las urbes “estas localidades han de potenciar, eso sí, sus servicios para dar respuesta a las demandas de los nuevos inquilinos”, apunta León.
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