El panne de “bencina” de WOM y sus posibles efectos

La empresa WOM ya no reniega de su revés financiero. Con resignación la teleco chilena activó un procedimiento de reorganización en Estados Unidos bajo el capítulo 11 de la Ley de Quiebras. 

En Colombia, en cambio, transparentó sus pasivos ante la propia jurisdicción cafetera. El ascendiente nórdico (islandés) de la compañía, además del capital británico, no lograron conjurar un flagelo que campea entre los países del hemisferio sur. La precariedad económica, la vulnerabilidad financiera, que padecen incluso los emprendimientos del mundo desarrollado. A nadie discrimina. En esta crisis o panne intempestivo, ¿se le acabó la gasolina a WOM? ¿O alguien le robó el combustible? 

El presidente de Entel, Juan Hurtado, atribuyó la raíz del problema de su rival a un agotamiento del carburante (la “pana del tonto”). Señaló que “WOM llegó a Chile, a un país chico, donde ya había tres operadores y se equivocaron, no hay por donde negarlo. O sea, partieron con mucha fuerza, pero se les acabó la bencina”. 

Quizá Hurtado hacía referencia al desgaste de combustible que produce acelerar en exceso el vehículo, como parece haberlo hecho WOM. Por ejemplo, al adjudicarse dos grandes proyectos del Estado (Fibra Óptica Nacional y licitación 5G), que significaron un importante sacrificio de recursos. Una inversión a toda vela. 

Como es lógico, conducir sobre el límite de velocidad tiene la desventaja de consumir rápidamente el estanque de gasolina. Más aún cuando la nave es un Ferrari (una telco de ligas mayores) harto más gastador que un Twingo.

El exCEO de WOM, Chris Bannister, salió a defender el legado. “Algunas buenas empresas no se quedan sin bencina, como dijo el presidente de Entel, [sino que] les quitan la bencina y no se la reponen”, señaló el ex ejecutivo. 

Seguramente aludía a la conducta de los accionistas de la compañía que, en 2022, hicieron un retiro por 340 millones de dólares. Esto fue como desangrar la gallina de los huevos de oro. En sus descargos, Bannister puso de manifiesto el efecto virtuoso que WOM, su obra, produjo en el mercado telco. No sólo redujo las tarifas y subió la calidad del servicio, además mejoró la innovación (especialmente en marketing).

La bencina es una metáfora para simbolizar el financiamiento. Ese alimento que permite a una empresa sobrevivir como especie en medio de la lucha por la vida. Pero la bencina es un recurso escaso, finito, que no alcanza para todo el parque vehicular que uno quisiera. Por eso, la literatura económica analiza la cuestión del número deseable de operadores que, en forma sostenible, pueden disputar un mercado. 

El presidente de Entel señaló que tres actores bastan y sobran, porque este es el promedio en la OCDE. En cambio, la política regulatoria en Chile aspira a un mercado de cuatro “actores creíbles”. Así lo declararon, expresamente, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia y la Corte Suprema, en 2020, en las sentencias relativas a los caps de espectro. 

Si WOM queda tirado en el camino, el mercado relevante de servicios móviles se reduce a Entel, Movistar y Claro-VTR. 

Si bien el problema de la gasolina (ya sea su agotamiento o la sustracción) puso en panne a un operador específico, el problema de la rentabilidad del negocio telco es una dolencia común en Chile y el mundo. Esta calamidad estructural, expresada en la reducción de los márgenes de beneficio, responde a diversidad de factores. 

Entre ellos, las costosas inversiones para desplegar tecnología de punta y el incremento de la carga regulatoria que han debido asumir las compañías. Esto se suma a la menor participación de mercado que tienen las empresas, donde un mismo pastel ha debido repartirse en mayor número de comensales. 

Por lo tanto, WOM no sólo debe lidiar con un déficit de carburante, sino también con una carretera más empinada. Esta no es causa de su avería presente, pero ciertamente le acompañará como telón de fondo en su vía crucis de redención.

Un evolucionista ortodoxo diría que, en la disputa del mercado, sólo sobreviven las empresas más aptas, esas que pueden innovar y ser eficientes. Para el resto quedan el cementerio de la historia. 

Pero si WOM cae y nadie le releva como cuarto actor, hay un riesgo de que disminuya la presión competitiva en el mercado de comunicaciones móviles. La institucionalidad antimonopolios y el escrutinio ciudadano podrían desempeñar un papel clave en mantener bajo control este peligro. Porque el esquema industrial se volvería similar a la estructura de nueve años atrás, dominada por tres agentes económicos, con un mercado concentrado y la libre competencia en apuros. 

Con todo, ya trascendió que, una vez reorganizado el patrimonio de WOM, habría dos empresas extranjeras con intenciones de compra (Millicom y STC), además de un jugador local (Claro).

Hay que ver cómo WOM soluciona el panne. El talante innovador de la compañía puede procurarnos una sorpresa. Cuando la vida te da limones, los resilientes descubren que la limonada puede ser un negocio. Lo mismo al acabarse o sufrir el robo de la bencina; el automóvil puede andar a empujones y remolcado, con un nuevo motor eléctrico y otras medidas. 

Cualquiera sea el desenlace, el caso WOM deja preguntas abiertas. ¿Cómo la firma consiguió, en tan poco tiempo, 25 por ciento de participación del mercado de Internet móvil? ¿Fue la empresa uno de esos vehículos que adelantan por la berma en las autopistas, pero que al terminarse la franja adyacente tienen problemas para reintegrarse al camino?

¿Es válida la competencia basada en la descalificación publicitaria a los competidores? Recordemos que WOM utilizó en su propaganda una empresa llamada “Clavistel” (imagen simbólica de Claro, Movistar y Entel) para designarla como el bandido del barrio que no quiere a nadie disputándole su cuadra. 

¿Qué hay de cierto en la denuncia de los acreedores de WOM que sugieren que el dueño de la compañía (Thor Bjorgölfsson) buscó desfinanciarla a propósito? El estudio Dechert acusó que la sumisión de la empresa a una reorganización en Estados Unidos es una “maquinación autoinfligida” para brindarle protección en contra de sus acreedores. 

“Los deudores (WOM y las sociedades que la controlan) diseñaron su propia crisis financiera al drenar la compañía de su efectivo, prometiendo, pero luego incumpliendo, un acuerdo para reinvertir una parte de dichos recursos”, señala la nota del Diario Financiero

La acusación de Dechert sube de tono cuando señalan que “el señor Bjorgölfsson tiene un historial de extracción de valor de empresas justo antes de que colapsen”. Citan el ejemplo del banco islandés Landsbanki, que “implosionó catastróficamente durante la crisis financiera mundial”.

¿Tiene relevancia distinguir la genuina vocación empresarial de los propietarios de una compañía? Es decir, hacer la diferencia entre una empresa “atendida por sus dueños” (con interés y pasión por un determinado segmento industrial) y una empresa servida por “mercaderes” (fondos de inversión que financian desde la producción de mantequilla hasta la fabricación de armas, siempre que sean un buen negocio).

Para no hablar de las preguntas relativas a la situación de los clientes de WOM cuando el panne de bencina se transforme, eventualmente, en un caso de pérdida total del vehículo. 

¿Qué medidas hay que esperar de la Subsecretaría de Telecomunicaciones en todo este asunto, quien está mandatada legalmente a controlar y supervigilar el funcionamiento de los servicios públicos de telecos y la protección de los derechos del usuario?

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