Imagine una extensa manguera de jardín, pero reforzada con cientos de capas de plástico, cableado de acero, cobre y nailon. Así son los cables submarinos, que se hunden en los fondos de los océanos para permitir que Internet llegue a los hogares o las empresas.
Técnicamente, un cable submarino, también llamado interoceánico, “es un cable de cobre o de fibra óptica instalado sobre el lecho marino y destinado fundamentalmente a servicios de telecomunicación”, explica un informe de la Agencia de Regulación y Control de Telecomunicaciones de Ecuador (Arcotel).
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