Reforma Jorge F. Negrete P.
Buscamos obsesivamente conectar a las personas a Internet, transformar la vida, los negocios y el Gobierno. Es un mundo no perfecto, pero que ofrece justicia y equidad social.
Conectar a Internet iguala las oportunidades profesionales, educativas y culturales entre los desiguales, entre quienes tienen recursos económicos y quienes no. Estar conectados a Internet habilita el ejercicio de los derechos fundamentales de todos.
Las redes de telecomunicaciones y la Internet mejoran los procesos productivos, los servicios públicos, se generan nuevos modelos de negocios y empleos, bienestar digital. Cuando alguien se conecta a una red de telecomunicaciones e Internet, su vida mejora, está mejor informado, se genera pluralidad informativa, se ejerce el derecho a la información y el acceso a la información pública, los procesos se vuelven transparentes y el Gobierno puede combatir la corrupción. Estar conectados a Internet y a los servicios de telecomunicaciones fortalece la democracia, la salud de la República y de las instituciones del Estado.
Cabify, DiDi, Uber o Rappy te permiten acceder a un universo de oportunidades digitales y ejercer con absoluta libertad y plenitud tus derechos digitales. Usas cualquiera de las plataformas y el derecho humano de libertad de tránsito y acceso a internet, te permiten ejercer tu derecho a la salud, la educación, el trabajo, acceso a la cultura, ir a votar o comprar alimentos. Todos tus derechos humanos se ven potenciados por la habilitación de los mismos por la Internet y las telecomunicaciones.
En pandemia, las plataformas digitales generaron la mayor cantidad de empleos en el menor tiempo posible y sin ser resultado de una política pública de empleo. Generaron un empleo atípico, sin centro de trabajo determinado o jornada laboral precisa: cada quien gana lo que quiere a la hora que quiere, donde quiere.
El asociado tiene acceso a data, información estratégica, puede tener uno, dos o todas las bicicletas o automóviles que quiera. La actividad de estos asociados puede ser enriquecida por financiamiento, analítica de datos, apoyo en el área de formación de negocios y mercadotecnia. Sostengo que estamos ante la primera generación de pymes digitales del siglo 21.
Esta semana estoy en el Mobile Congress en Barcelona y fui testigo de dos formas de ver el fenómeno de los asociados a las plataformas digitales. En Madrid, el Uber llegaba con facilidad y en diversos formatos, a una tarifa mayor que la de América Latina, pero esencialmente efectiva.
En Barcelona, la capital mundial de la tecnología móvil, la experiencia fue distinta. Un 35% más caro, sólo pude tomar Uber una ocasión y todas las unidades eran manejadas por el sistema de taxis tradicionales. Fue un mal servicio. La imposición de sindicatos y resoluciones en materia de competencia económica desfavorable a las plataformas han deformado la finalidad de un servicio tecnológico.
En México, un conjunto de diputados de todos los partidos, locales y federales, creen que es positivo incorporar sindicatos, imponer impuestos especiales y sobrerregular estas plataformas.
¿Para qué queremos una persona conectada a su mundo digital y a cada derecho humano habilitado en el mundo digital, si se imponen impuestos especiales, sindicatos y se distorsiona su función, beneficios y externalidades económicas?
¿Para qué tanto esfuerzo en conectar y transformar digitalmente la sociedad? ¿Para qué la inclusión digital si a un producto digital lo castigan legisladores y el Gobierno con incomprensión, destrucción de valor y beneficio social, si a cada éxito digital se le castiga con populismo digital?
El servicio de taxis por aplicación en Barcelona es lento, caro, con mal servicio y totalmente mimetizado al servicio tradicional de taxis.
La revolución digital es un éxito civilizatorio, pero está amenazada por la improvisación, la ignorancia, intereses de gobierno y partidos.
La desconfianza digital, abruma las decisiones políticas y amenaza al bienestar digital.
¿Desconfianza o bienestar digital?