Entregamos datos en las redes sociales, en todas las aplicaciones de transporte, en la que rentamos habitaciones, en las que pedimos comida; también dejamos datos en la tienda donde compramos ropa, en la más reciente votación, cuando pagamos los servicios públicos por internet, cuando pasamos por migración y nos capturan la imagen de nuestros ojos, cuando entramos a un edificio privado y nos piden poner la huella, cuando hacemos una transferencia bancaria o simplemente usamos Daviplata o Nequi para transferir el pago de los aguacates en el puesto de la calle.
Y, a gran escala, cuando pagamos impuestos, nos pagan el salario por medio de una cuenta de nómina, nos subimos a Transmilenio, estamos incluidos en una base de servicios de telefonía celular, usamos internet, entramos a un centro comercial, a un concierto, a un musical. Al final, todos vamos dejando datos y nos vamos volviendo un número más. Pero, ¿qué pasa con todos esos datos y qué se podría hacer con ellos cuando se habla de emprendimieto y, por supuesto, de vigilancia y control?