La digitalización y el acceso a la banda ancha han creado en la última década nuevos mercados de servicios de Tecnologías de la Información distintos a los de principios del presente siglo XXI. 

A partir de la aparición de la plataforma ChatGPT, la velocidad con la cual se ha adoptado por los usuarios ha sido superior a cualquier otra plataforma accesible por banda ancha.

Por ejemplo, Netflix inició a finales del siglo pasado y alcanzó su primer millón de usuarios en 3 años y medio, Twitter tardó 2 años, a Facebook le tomó 10 meses, Instagram 2 meses y medio y 2 años para tener 10 millones de usuarios, TikTok 9 meses en alcanzar 100 millones, pero ChatGPT en tan sólo 5 días alcanzó 1 millón y en dos meses superó 100 millones. 

Proyectos semejantes por parte de Meta (BlenderBot y Galáctica), o nunca se intentaron o fracasaron. Y por parte de Google se rezagaron en lanzarse al público.

Chart, diagram

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ChatGPT apareció en línea a principios de diciembre de 2022 por parte de OpenAI (empresa financiada con participación de Microsoft). 

Alcanzó una inversión de mil millones de dólares en 2019, pero concretó una inversión por parte de Microsoft de 10 mil millones al finalizar enero de 2023. 

Esta herramienta conversacional (chatbot) o “large language model” (LLM) utiliza una masiva base de datos para generar respuestas semejantes a las que pudiera redactar un ser humano ante cuestionamientos ingresados vía texto en lenguaje común.

Es decir, crea textos estructurados a partir de datos dispersos y no estructurados para resolver probabilísticamente un planteamiento en texto ofrecido por un usuario determinado que de forma autónoma aprende de los datos.

Si bien los chatbots se han masificado como instrumentos de atención a clientes por parte de bancos u otras entidades comerciales y de servicios, son primitivos en su alcance y capacidades y sólo reconocen un limitado conjunto de términos para ofrecer respuestas que, por lo general, no dejan satisfechos a los usuarios, por lo básicas y limitadas de sus respuestas. 

ChatGPT, en tan sólo dos meses, se ha transformado en una “buzzword” que ha cimbrado la ortodoxia imperante en la comunidad académica y científica en todo ámbito donde se ha utilizado. 

Las reacciones que ha generado han sido desde llegar a la cerrazón o prohibición en distritos escolares de Estados Unidos (v. gr. Nueva York y Seattle), tratando de evitar un tsunami de tareas realizadas por ChatGPT, y en algunas universidades (Science Po en París) ha obligado al replanteamiento de cómo utilizarlo en el dinámico arte de enseñar (Universidad de Pensilvania).

Esta herramienta es capaz de redactar poemas, ensayos a nivel universitario, crear programas de software o generar ideas de negocios, reescribir textos o revisar códigos de programación y mejorarlos. 

A la fecha, ChatGPT ha aprobado exámenes para ejercer la abogacía y para obtener la licencia médica en Estados Unidos (pero no ha obtenido la calificación máxima posible).

En Colombia, el juez Juan Manuel Padilla García, que preside el Juzgado Primero de Circuito en Cartagena, dijo que usó ChatGPT para plantear preguntas legales sobre el caso e incluyó sus respuestas en su decisión, según la sentencia del pasado 30 de enero.

En el ámbito de la enseñanza, es fundamental considerar lo que el economista 

Tyler Cowen señaló: habrá quienes ganen (aquellos dispuestos a cambiar y abandonar las formas ortodoxas de enseñanza) y quienes pierdan (los que se queden petrificados en las longevas herramientas de enseñanza en un aula y con exámenes donde lo importante es no “copiar”, aunque ello no implique necesariamente aprendizaje) con el surgimiento de ChatGPT.

Esto es tan cierto para los estudiantes como para los profesores. 

Hay que discutir las implicaciones de ChatGPT con los alumnos, junto con la trascendencia de lo que se está enseñando y por qué el aprendizaje es importante para su futuro, pero hacerlo desde ahora y no en un después burocrático que nunca llega.

Aunque sus habilidades matemáticas por ahora son limitadas y susceptibles de errores, su constante sofisticación lo resolverá en cuestión de meses. 

Como toda herramienta basada en modelos lingüísticos conversacionales, sus respuestas son probabilísticas, por lo que puede generar respuestas incorrectas o ficticias. 

Por ello, todavía no reemplaza el conocimiento por parte de un especialista en la materia sobre el cual se le puede cuestionar.

Tales posibles fallas son temporales al “aprender” en cada interacción con los usuarios y así ofrecer posteriormente las respuestas correctas, sin cometer errores en forma repetitiva.

Para empresas gigantes como Google, representa un nuevo reto consistente con un entorno competitivo por medio de la constante innovación, todo un deleite para un economista. 

Un buscador ofrece un listado de vínculos relacionados con el tema que el usuario desea encontrar. 

Ahora con ChatGPT puede recibir la búsqueda en forma de una respuesta directa, puntual y producto de que ha procesado en forma “inteligente” (más bien, predictiva) la mejor respuesta a la búsqueda que ha planteado, iniciando toda una conversación sobre el tema que le propuso el usuario. 

Microsoft integrará ChatGPT a su buscador Bing. De hecho, la tecnología inmersa en OpenAI fue desarrollada por investigadores de Google que tuvo la tecnología para ser pionero en el mercado de chatbots inteligentes desde mediados de 2022. La competencia no perdona.

Así como IBM rechazó la PC en su momento, tal vez esto haya sido algo semejante para Google al permanecer en el mercado de motores de búsqueda por su capacidad de generar ingresos por publicidad, descuidando nuevos horizontes de competencia como lo señala Margaret O’Mara, profesora de la Universidad de Washington, especialista en la historia de Silicon Valley:

“Ninguna empresa es invencible; todos son vulnerables.” “Para las empresas que se han vuelto extraordinariamente exitosas haciendo algo que define su mercado, es difícil tener un segundo acto de innovación con algo completamente diferente.”

Es una de las mejores expresiones de la destrucción creativa de J. Schumpeter. 

Este tipo de evolución es difícil de digerir para los reguladores y todos aquellos que buscan regular, someter a escrutinio legal un dominio de mercado que no es tal en una visión dinámica.

Los efectos procompetitivos en el surgimiento de un mercado de chatbots inteligentes han sido que Baidu (China) libere un servicio semejante en marzo de 2023. 

Anthropic recibió financiamiento por 300 millones de dólares y Google ha prometido liberar diversas herramientas basadas en Inteligencia Artificial también este mismo año.

La digitalización hizo posible las criptomonedas, que resultó en la creación de múltiples oportunidades de fraudes como la debacle de FTX que, así como creó fortunas para algunos, para otros representó la pérdida de su patrimonio.

Las Big Tech que ahora representan por su valor de capitalización el equivalente al PIB de varios países, también hicieron posible el surgimiento de la Sociedad de la Información, preservar y rescatar las actividades económicas de los efectos de la pandemia 2020-2022 y el reconocimiento de los derecho digitales de la población ante el cambio tecnológico.

ChatGPT, en sus sucesivas versiones, beneficiará a cualquier persona y será un componente de un nuevo auge de la productividad. 

Puede depurar software para codificadores que de otra forma incurren en un costo de tiempo a cargo de otros proyectos diferentes a localizar errores. 

Los investigadores pueden volverse más productivos desahogando sinopsis y revisión de literatura en menor tiempo. 

Los administradores pueden generar nuevas ideas y estrategias donde se ubican sus ventajas relativas, mientras la mecánica de simularlas, proyectar y pronosticar resultados para diversos escenarios, sintetizar resultados y exponerlos las realiza el instrumento de IA.

Graphical user interface, website

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Fuente: Visual Capitalism.

El 23 de enero se publicó en el Diario Oficial de la Unión Europea la Declaración Europea sobre los Derechos y Principios Digitales para la Década Digital (2023/C 23/01), que establece lo siguiente:

“(7) La presente Declaración expone las intenciones y compromisos políticos comunes y recuerda los derechos más importantes en el contexto de la transformación digital. La Declaración debe asimismo guiar a los responsables de las políticas cuando reflexionen sobre su concepción de la transformación digital: situar a las personas en el centro de la transformación digital; respaldar la solidaridad y la integración, mediante la conectividad, la educación, la formación y las capacidades digitales, unas condiciones de trabajo justas y equitativas, así como el acceso a los servicios públicos digitales en línea; recordar la importancia de la libertad de elección en la interacción con los algoritmos y los sistemas de Inteligencia Artificial, así como en un entorno digital equitativo; fomentar la participación en el espacio público digital; aumentar la seguridad, protección y empoderamiento en el entorno digital, en particular de los niños y jóvenes, al tiempo que se garantiza la privacidad y el control individual de los datos; promover la sostenibilidad. Los distintos capítulos de la presente Declaración deben constituir un marco de referencia integral y no deben leerse de forma aislada” [subrayado propio].

Posteriormente, sobre la libertad de elección advierte:

“Interacciones con algoritmos y sistemas de Inteligencia Artificial.

“8. La Inteligencia Artificial debe ser un instrumento al servicio de las personas y su fin último debe ser aumentar el bienestar humano.

“9. Toda persona debería estar empoderada para beneficiarse de las ventajas de los sistemas algorítmicos y de Inteligencia Artificial, especialmente a fin de tomar sus propias decisiones en el entorno digital con conocimiento de causa, así como estar protegida frente a los riesgos y daños a su salud, su seguridad y sus derechos fundamentales.

“Nos comprometemos a:

“a) promover sistemas de Inteligencia Artificial centrados en el ser humano, fiables y éticos a lo largo de todo su desarrollo, despliegue y uso, en consonancia con los valores de la UE;

“b) velar por un nivel adecuado de transparencia en el uso de los algoritmos y la Inteligencia Artificial y porque las personas estén informadas y capacitadas para utilizarlos cuando interactúen con ellos;

“c) velar porque los sistemas algorítmicos se basen en conjuntos de datos adecuados para evitar la discriminación y permitir la supervisión humana de todos los resultados que afecten a la seguridad y los derechos fundamentales de las personas;

“d) garantizar que las tecnologías como la Inteligencia Artificial no se utilicen para anticiparse a las decisiones de las personas en ámbitos como, por ejemplo, la salud, la educación, el empleo y la vida privada;

“e) proporcionar salvaguardias y adoptar las medidas adecuadas, en particular promoviendo normas fiables, para que la Inteligencia Artificial y los sistemas digitales sean seguros y se utilicen en todo momento con pleno respeto de los derechos fundamentales de las personas;

“f) adoptar medidas para garantizar que la investigación en Inteligencia Artificial respete las normas éticas más estrictas y la legislación pertinente de la UE.”

Cuando se da lectura a lo anterior es inevitable experimentar lo deseable que sería tener un instrumento normativo semejante que procure el derecho a todos los servicios de las Tecnologías de la Información actuales y futuros, desde tener acceso a una conectividad fija y móvil hasta el derecho al acceso y uso de las herramientas de la Inteligencia Artificial, las cuales utilizaremos incluso sin darnos cuenta de ello. 

No sólo estamos en el subdesarrollo en materia de brecha digital por ingreso y por distribución demográfica.

En los hechos, también estamos en una brecha respecto al resto del mundo y las mejores prácticas internacionales en materia de legislar y normar los derechos a la población a las tecnologías producto de la digitalización global. 

Mientras se estén destinando recursos públicos a revisiones bianuales de “preponderancia” y los concesionarios se ocupen de sólo señalar el tamaño del “agente económico preponderante” como su principal tema de su agenda, las políticas públicas estarán estancadas en el oscurantismo que crearon los legisladores de 2013 en la reforma de telecomunicaciones a 10 años de su creación. 

Están obsesionados con el tamaño de los operadores y no por el futuro de lo que pudiera traer la universalidad del acceso a los servicios de banda ancha.