Conforme la industria de la tecnología se prepara para presentar sus más recientes innovaciones de productos y soluciones para el consumidor, ahora cargados con Inteligencia Artificial (IA), el sector también se mantiene a la expectativa sobre el posible impacto que tendrá la nueva política impulsada por Donald Trump, caracterizada por recortes fiscales y nuevos aranceles, que amenazan con acelerar la inflación y dificultar la importación.
Desde su primer término como presidente, Trump favoreció una política de imposición de aranceles como su principal solución para impulsar la inversión y el empleo, así como una fórmula mágica para resolver los múltiples retos de la economía estadounidense, como la falta de empleos en estados manufactureros y el creciente déficit comercial.
Para su segundo término que comenzará en los próximos días, la celebridad se enfrenta ahora a un escenario muy diferente al de hace ocho años, con una economía en pleno empleo, inflación a la baja y crecimiento real de los ingresos. Ante este escenario, la imposición de aranceles generales, y a socios comerciales clave como México y Canadá, podría provocar consecuencias inesperadas.
Entre todos los anuncios y conferencias sobre IA, coches autónomos, Fintech, dispositivos móviles y electrodomésticos inteligentes durante el próximo CES en Las Vegas, el debate alrededor sobre la nueva política de comercio internacional del gobierno entrante también ocupará buena parte de los titulares y de la discusión.

La CTA, organizadora del evento, incluyó conferencias como “El comercio en 2025: ¿se fracturará o se globalizará el mundo?”, con el propósito de intentar responder sobre cómo el sector tecnológico se verá beneficiado o perjudicado ante la política comercial de la próxima administración estadounidense.
También está agendada la conferencia “Del riesgo a la resistencia: libro de jugadas de la cadena de suministro para innovadores”, con oradores como Jean-David Malo, director de la Agencia para el Consejo Europeo de Innovación y las PYME, y Matt Pohlman, director General del Grupo de Acción de la Industria del Automóvil (AIAG).
La lógica de Trump es muy sencilla, si Estados Unidos impone aranceles a múltiples productos, los fabricantes se verán obligados a trasladar su capacidad de fabricación al país, impulsando el empleo y reduciendo el déficit comercial. Lo que esta lógica no toma en cuenta, es que el traslado de la producción a territorio nacional y la reconfiguración de las cadenas de suministro son procesos que toman años y miles de millones de dólares en inversión.
Lo anterior, sin considerar la falta de infraestructura y talento en los Estados Unidos requeridos para atraer inversiones en manufactura y producción de prácticamente cualquier clase de productos, especialmente de alta tecnología como lo son los semiconductores.
Un ejemplo muy claro de la posición de Trump respecto al mercado tecnológico se encuentra en sus opiniones realizadas respecto a la Ley CHIPS y Ciencia, una política bipartidista impulsada durante la administración del presidente Joe Biden. Mientras que dicha ley favoreció la entrega de cerca de 52 mil millones de dólares en subsidios directos e indirectos para impulsar la inversión local en plantas de producción de semiconductores, Trump considera que es un enfoque erróneo, un mal uso de fondos públicos y que la imposición de aranceles debería ser suficiente para incentivar a los principales fabricantes a instalar plantas en territorio estadounidense.
Durante un episodio del popular podcast The Joe Rogan Experience, el ahora presidente electo afirmó que “ese acuerdo de chips es tan malo”. Acusó que “pusimos miles de millones de dólares para las empresas ricas”, cuando en su lugar se hubieran podido imponer aranceles para obligar a los fabricantes a instalarse en Estados Unidos.
“No tenías que poner 10 centavos”, dijo, al señalar que le podían imponer los aranceles “tan altos que vendrán y construirán sus empresas de chips a cambio de nada”.
En particular, para el sector tecnológico, que depende en gran medida de la importación de componentes electrónicos de naciones asiáticas, la introducción de nuevos aranceles amenaza con ser un disruptor de las cadenas de suministro, con la esperada consecuencia de alzas en el precio para el consumidor.
Sin embargo, también existe aún incertidumbre sobre qué tan efectivo será Trump en la imposición de aranceles, pero que al mismo tiempo podría dar un pequeño respiro a los cientos de fabricantes que dependen de manufactura extranjera. La política de aranceles del próximo presidente todavía se enfrentará a la resistencia de otros países que también podrían imponer aranceles a productos norteamericanos clave como represalia de la política comercial estadounidense.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, afirmó que aunque los aranceles no son la respuesta a fenómenos como la migración o el consumo de drogas, amenazó que “a un arancel, vendrá otro en respuesta y así hasta que pongamos en riesgo empresas comunes”.
La expectativa es que estos conflictos se resuelvan mediante negociaciones individuales, entre directivos y presidentes o ministros, directamente con el presidente Trump. Estas negociaciones podrían evitar la imposición de aranceles a ciertos productos, y al mismo tiempo comprometer a compañías y naciones a ciertos términos comerciales. Se debe considerar también el uso de favoritismo político, en el que ciertos estados y compañías alineadas al partido republicano puedan lograr exenciones arancelarias.
En ese sentido, aunque también se esperan importantes cambios respecto a la Ley CHIPS, Trump podría encontrar algo de resistencia desde su propio partido, en tanto ciertos estados controlados por el partido republicano ya han comenzado a registrar beneficios de la entrega de subsidios para fabricación de semiconductores.
La Tax Foundation estima que una imposición general de aranceles del 10 por ciento podría impactar el PIB estadounidense con una caída de 0.5 por ciento. Más aún, aranceles generales del 10 por ciento, más aranceles del 60 por ciento sobre productos chinos, llevarían a una caída del PIB estadounidense del 0.8 por ciento, y de hasta 1.2 por ciento si se suman las posibles represalias del país asiático.
Recientemente, el gobierno chino propuso la posible imposición de controles a la exportación de tecnología clave para la refinación de litio y producción de químicos para baterías, conforme el país asiático busca proteger su liderazgo en un sector en crecimiento como los autos eléctricos. Aunque la medida está aún bajo evaluación, estas y otras políticas podrían endurecerse en una nueva guerra comercial impulsada por la presidencia de Trump.