Conectividad significativa: el desafío pendiente para una transformación digital inclusiva
Edwin Fernando Rojas es Asistente Senior de Asuntos Económicos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Síguelo en X como @feromej2
En un contexto global marcado por la aceleración tecnológica, la transformación digital se ha convertido en una prioridad estratégica para el desarrollo de las sociedades.
En América Latina y el Caribe (ALC), sin embargo, esta transformación enfrenta un obstáculo estructural persistente: la conectividad.
Aunque las cifras muestran avances en cobertura y acceso a Internet, la región aún arrastra brechas profundas que limitan el potencial de la digitalización como herramienta de inclusión, productividad y desarrollo sostenible.
Garantizar una conectividad adecuada no es sólo deseable, sino urgente. La expansión de tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial (IA), el aprendizaje automático o la automatización de procesos depende, en su base, de una infraestructura digital robusta, accesible y equitativa.
La conectividad significativa es un derecho habilitante, no un lujo.
Sin conectividad de calidad, asequible y universal, la promesa de una sociedad digital se convierte en un privilegio de pocos, reproduciendo —y en muchos casos agravando— desigualdades existentes.
Es en este marco que el concepto de conectividad significativa cobra relevancia. No basta con contar conexiones a Internet y dispositivos. Lo que importa hoy es la calidad de esa conexión, su relevancia en la vida cotidiana de las personas, su capacidad de habilitar el uso efectivo de los servicios digitales y su función como facilitadora del ejercicio pleno de los derechos ciudadanos.
En otras palabras: no toda conexión es transformadora.
¿Qué entendemos por conectividad significativa?
La conectividad significativa implica un acceso a Internet que sea frecuente, relevante, de calidad, seguro, confiable y asequible, además de ser utilizado a través de dispositivos adecuados.
Este enfoque es un paso adelante respecto de las métricas tradicionales, que tienden a centrarse en cuántas personas están técnicamente conectadas, sin preguntarse si realmente pueden aprovechar el potencial de esa conexión.
Lo importante, en este nuevo marco, no es sólo estar “en línea”, sino hacerlo de manera que permita participar en educación a distancia, acceder a servicios de salud, trabajar de forma remota, emprender, ejercer ciudadanía y, por supuesto, desarrollar y utilizar nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial.
Sin estos elementos, la inclusión digital sigue siendo parcial.
Brechas estructurales: más allá del acceso
Los desafíos que enfrenta la región no se limitan a la infraestructura. Las brechas urbano-rurales siguen siendo marcadas: mientras 76.7% de los hogares urbanos tiene acceso a Internet, en las zonas rurales esta cifra se reduce a 39.3%.
Las desigualdades por nivel socioeconómico también son evidentes: 85% de los hogares del quintil más rico están conectados, frente a 50% del quintil más pobre.
Sin conectividad de calidad, la sociedad digital será privilegio de pocos.
A esto se suman las brechas de habilidades digitales. Sólo 48% de la población en ALC tiene competencias digitales básicas, y apenas el 16% posee habilidades avanzadas. Sin estas competencias, la posibilidad de aprovechar la tecnología se ve severamente limitada, incluso cuando la infraestructura está presente.
Estas brechas tienen un impacto concreto: si una persona no puede pagar el servicio, no tiene un dispositivo adecuado, su conexión es inestable o no sabe cómo utilizarla para fines productivos o educativos, entonces esa persona no está efectivamente incluida en la sociedad digital. Está, como mucho, en la periferia de ella.
La IA como catalizador… o como amplificador de desigualdades
La creciente adopción de tecnologías basadas en Inteligencia Artificial en el ámbito educativo, laboral, productivo y de servicios públicos abre enormes oportunidades para los países de la región. Pero estas tecnologías requieren ciertos prerrequisitos: una conexión estable y de alta velocidad, acceso a dispositivos adecuados, alfabetización digital y marcos regulatorios adecuados.
Sin conectividad significativa, el despliegue de estas herramientas no sólo será desigual, también regresivo. Aquellos con mejor acceso y habilidades digitales serán los únicos beneficiarios, mientras que los sectores más vulnerables quedarán más rezagados, profundizando aún más las brechas.
Por ello, la conectividad debe ser vista como un elemento habilitante del ecosistema digital y no como un objetivo aislado. Es el punto de partida desde el cual se articulan todas las demás dimensiones de la transformación digital: educación, empleo, servicios, innovación, gobernanza. Y es, por lo tanto, una prioridad política de primer orden.
Hacia una nueva agenda digital: más calidad, más equidad
La CEPAL juntamente con otras organizaciones como CETIC.br, no sólo están trabajando en refinar el concepto de conectividad significativa, también en desarrollar un sistema de indicadores más precisos y útiles para las políticas públicas. Esta nueva mirada implica un cambio de paradigma: pasar de políticas cuantitativas a estrategias cualitativas, que consideren no sólo cuántas personas están conectadas, sino cómo y para qué lo están.
Invertir en conectividad es apostar por una transformación digital con rostro humano.
En este contexto, algunas recomendaciones clave emergen con claridad:
- Diseñar subsidios específicos para hogares de bajos ingresos y zonas rurales que incluyan no sólo el acceso, también los dispositivos y la formación digital.
- Implementar programas de alfabetización digital con enfoque de género, interculturalidad y generación.
- Incorporar la conectividad significativa como objetivo transversal en los planes nacionales de desarrollo.
- Fomentar alianzas público-privadas para el desarrollo de infraestructura en zonas postergadas.
- Medir de forma periódica y desagregada la conectividad significativa para orientar mejor las decisiones de política.
Conclusión: más que una meta técnica, un imperativo social
La conectividad significativa no es un lujo ni un capricho técnico. Es un derecho habilitante. Es la puerta de entrada a un mundo de oportunidades y también la línea divisoria entre la inclusión y la exclusión digital.
Si la región quiere avanzar hacia un modelo de desarrollo más justo, resiliente y sostenible, necesita mirar la conectividad como un pilar estructural de su estrategia.
En un mundo donde el ritmo de innovación tecnológica no espera, ALC no puede permitirse quedarse atrás. Invertir en conectividad significativa es apostar por una transformación digital con rostro humano. Es garantizar que la Inteligencia Artificial, la automatización y la digitalización no sean herramientas de exclusión, sino de equidad.
