De acuerdo con el ranking 2020 de BrandZ Top 100 Most Valuable Global Brand,[1] Amazon es la empresa que cuenta con el mayor valor (415 billones de dólares), seguida de Apple (USD$ 352 billones), Microsoft (USD$ 326 billones) y Google (USD$ 323 billones).

Las empresas de tecnología y comercio electrónico dominaron el ranking, representando 7 de las 10 empresas más valuadas. De las tres empresas restantes dentro de este grupo, dos son empresas de servicios financieros relacionadas con pagos electrónicos (Visa y Mastercard) y una se encuentra en el sector de los servicios de alimentación (McDonald’s).
Llama la atención cómo, en medio de grandes expectativas relacionadas con la implementación de la siguiente generación de comunicaciones inalámbricas móviles, conocida como 5G, que implicará enormes inversiones para los operadores de telecomunicaciones en todo el mundo, y habiendo demostrado lo necesario que para la vida diaria es la conectividad, las empresas que más valor han adquirido sean las de tecnologías digitales y no así aquellas directamente dedicadas a la provisión de accesos de telecomunicaciones.
Las empresas de telecomunicaciones ocuparon, dentro de las 25 más valuadas por BrandZ, los lugares 11, 12 y 25 (AT&T, Verizon y Xfinity, respectivamente).
Desde luego, el despliegue de servicios de Amazon, Google o Microsoft, o la venta de equipos con alto contenido tecnológico de Apple, descansa indiscutiblemente en la penetración y asequibilidad de los servicios de conectividad que ofrecen los operadores de telecomunicaciones.
También es evidente que los operadores de telecomunicaciones dependen totalmente de las industrias de tecnología, principalmente de aquellas que proveen el hardware y software necesarios e indispensables para la evolución de las redes de telecomunicaciones, como son aquellas involucradas al desarrollo de 5G.
Pero, al menos dentro de las 25 empresas de mayor valor, no encontramos a ninguna directamente relacionada con el desarrollo de las tecnologías asociadas con 5G. Vemos, en cambio, a empresas como SAP, IBM, Facebook y PayPal, relacionadas con servicios de comercio electrónico, redes sociales, software y hardware para servicios digitales distintos a la conectividad.
Los servicios de conectividad, ampliamente regulados en todo el mundo, se encuentran en medio de la tensión entre los usuarios, pidiendo al regulador mayor velocidad y menor precio, y los grandes gigantes tecnológicos, que ofrecen servicios digitales de gran valor, demandando cada vez más recursos y capacidad de las redes de telecomunicaciones. Esto crea un circulo de demanda creciente: más y mejores servicios digitales demandan mayor ancho de banda y menor precio; mayor ancho de banda y menor precio provocan el aumento en la demanda de servicios digitales de alto valor.
En este escenario, los operadores de telecomunicaciones están enfrentando grandes presiones, sobre todo en mercados abiertos a la competencia, al mantener operando sus redes al máximo posible durante la contingencia sanitaria y tratar de continuar con los planes de inversión que les aseguren una migración exitosa hacia la tecnología 5G.
El efecto antes descrito es preocupante cuando se carece de políticas públicas que incentiven la inversión en conectividad, como es el caso de México y, más recientemente, de Argentina, donde el gobierno ha impuesto una barrera tarifaria artificial en un ambiente económico muy desfavorable para las empresas de telecomunicaciones que operan en ese país suramericano.
Sin una infraestructura eficiente, operada de forma rentable y apoyada por políticas públicas de mediano y largo plazos, las redes de telecomunicaciones pueden ser el eslabón débil de la cadena de valor de la economía digital, sustentada necesariamente en la transformación digital.
Dicho de otra forma, las telecomunicaciones son un insumo esencial para la transformación digital y, ante la ausencia de políticas públicas adecuadas, se corre el riesgo de retrasar de manera preocupante el ingreso pleno a la economía digital de la sociedad.
Las empresas de telecomunicaciones, ante este panorama de incertidumbre política y regulatoria, tendrán que buscar una acelerada integración vertical y la diversificación de su oferta de servicios para conservar su rentabilidad a largo plazo.
La migración a 5G es, indudablemente, la tecnología que facilitará a los operadores la diversificación de servicios y el control vertical de sus infraestructuras (que, por otro lado, traerá consigo otros paradigmas regulatorios que habrá que resolver en su momento).
Sin embargo, las grandes inversiones que demandará la migración tecnológica difícilmente podrán enfrentarse sin un entendimiento pleno, por parte de los generadores de políticas públicas nacionales, de los elementos mínimos e indispensables del ecosistema de la transformación digital.